La inflación toca techo en España: “No volverá al 10%”
En un contexto de caída de las tarifas energéticas, los expertos dan por hecho que lo peor ha pasado
La inflación tiene tendencia a dejar mal a los que se atreven a anticipar sus movimientos. Durante varios meses de 2021, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y su homólogo de la Reserva Federal, Jerome Powell, —seguramente dos de las personas con más información a su alrededor para saber la marcha de la economía—, pregonaron la temporalidad de las subidas de precios, un fenómeno que finalmente se ha demostrado más persistente de lo esperado, en parte también por una guerra como la de Ucrania, que pocos podían prever.
El cierre de año, sin embargo, marca en España algo parecido a una tendencia: cuatro meses consecutivos de moderación del IPC que han desacelerado la inflación desde el 10,8% de julio al 6,8% de noviembre, gracias sobre todo al descenso de la tarifa eléctrica, y en menor medida a la contención del precio de los combustibles por la caída del barril de petróleo y las ayudas públicas.
“La inflación española no volverá a alcanzar tasas del 10% como las que vimos en los meses de verano”, afirma Javier Ibáñez de Aldecoa, economista de CaixaBank Research. Su opinión es compartida por la más de media docena de expertos consultados. “Parece bastante probable que hayamos pasado lo peor, sobre todo en España, donde la tendencia de caída es mucho más acusada que en la zona euro”, refrenda Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics. En los países de la moneda única está menos claro que se hayan visto máximos: los precios se moderaron en noviembre del 10,6% al 10,1%, el primer retroceso en 17 meses. Y el Banco Central Europeo augura una larga travesía hasta la normalidad: calcula un 6,3% de inflación media en 2023, del 3,4% en 2024 y del 2,3% en 2025.
María Jesús Fernández, economista sénior de Funcas, tiene una larga lista de argumentos para defender que la inflación en España se ha dado la vuelta. Explica que el número de subclases del IPC que aumenta a una tasa superior al 6% se ha reducido en los últimos meses, y el índice de precios industriales excluyendo la energía ha tocado techo. A ello suma la bajada del precio del petróleo y del gas desde los máximos de este año, la relajación de los cuellos de botella en las cadenas de suministro y el fuerte abaratamiento de los fletes marítimos, por donde llega la mayoría de mercancías. Además, recuerda que la política monetaria todavía debe hacer efecto. “El impacto de la subida de los tipos de interés aún no se ha reflejado en la demanda ni en el conjunto de la economía, y esperamos que su impacto sea más visible a partir de la próxima primavera”, augura.
Una vez que existe cierto consenso —siempre repleto de asteriscos y cautelas— en dar por superado lo peor de la crisis inflacionista en España, para Talavera la pregunta clave ahora es cuánto tardarán los precios en regresar a niveles normales, lo que como marcan los bancos centrales significaría que la inflación avanzara alrededor del 2%. “La del sector servicios probablemente sea la que tarde más en moderarse, y la vuelta a la normalidad dependerá también de las subidas salariales del año que viene”, sostiene. Por ahora, no detecta los temidos efectos de segunda ronda ni ninguna espiral de salarios y precios que se retroalimenten mutuamente.
Ese riesgo, sin embargo, figura en la lista de peligros de la mayoría de expertos. Otro es el fuerte alza de los alimentos, que a diferencia de los precios de la energía, no se está deshinchando por ahora —subieron más de un 15% en octubre y en noviembre—, como explica el director de Coyuntura Económica de Funcas, Raymond Torres. “Los alimentos siguen disparados, no solo por el encarecimiento de la energía y de los fertilizantes. También influyen las condiciones climatológicas en toda Europa, el descenso de la oferta de algunos países exportadores, y tal vez factores estructurales como la recomposición de las cadenas productivas”.
Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, alude al factor geopolítico como amenaza. “Es el más importante: es el original, el que ha metido a la economía en este proceso. Si aumenta la tensión y esto lleva a una menor oferta en los mercados de energía, habría nuevas presiones sobre la inflación”, alerta. El despertar del gigante asiático tras aparcar las restrictivas medidas de covid cero también puede notarse si sus compras en el exterior aumentan, sus fábricas trabajan a toda mecha y sus turistas vuelven a volar. “Una recuperación intensa de la economía china podría revertir algunos de los ajustes que se observan actualmente en el precio del combustible. La salida de las políticas de confinamiento y lo que implique para los desplazamientos y normalización de la producción asiática puede ser importante”, señala.
En clave española, cita entre los posibles problemas el impacto de la sequía sobre el precio de algunos alimentos, el efecto de la ejecución del plan de recuperación europeo sobre la demanda de materiales como los metales y el cemento, así como sobre la mano de obra en algunos puntos donde puede escasear, y un eventual incremento desmedido de los márgenes empresariales y los salarios que traslade a los consumidores la carga de los incrementos de costes. El mejor antídoto contra eso, cree, es sacar adelante el pacto de rentas.
Los números de los expertos
Esos escenarios negativos no parecen por ahora lo suficientemente avanzados como para revertir la tendencia, aunque eso no implica que los precios vayan a regresar a la normalidad de la noche a la mañana, ni mucho menos. Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano Research, estima que las inflaciones medias de 2023 en España deberían situarse aproximadamente a la mitad que las de 2022 “si bien habrá volatilidad ligada al precio del gas, a su vez afectado por eventos geopolíticos como la amenaza de corte de otro gasoducto por Rusia”, matiza.
Según las previsiones que maneja Cardoso, de BBVA Research, el IPC español podría situarse de media en 2023 alrededor del 4% —todavía el doble del objetivo del BCE— pero el subyacente sería más alto, del 5%. “Esto refleja que no se espera que se vuelvan a repetir los aumentos en el coste de alimentos y energía que se han visto este año, incluso pudiéndose observar una disminución”, explica. En números similares se mueve CaixaBank Research, que calcula una inflación general media del 4,5% y una subyacente del 4,8% para el año que viene.
Esas son las predicciones, pero como apunta Matilde Mas, catedrática de la Universidad de Valencia y directora de Proyectos Internacionales del Ivie, pocos pueden poner la mano en el fuego sobre si 2023 discurrirá libre de sorpresas. “Si el mundo se comportara como estábamos acostumbrados desde la creación de la unión monetaria, todo apuntaría a la progresiva desaceleración de la inflación. El problema es que en 15 años nos han tocado tres cisnes negros. Cada uno serviría para marcar una década”, dice en alusión a la Gran Recesión, la pandemia y la guerra en Ucrania.
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