Sin casa, sin curro, sin pensión
El Banco de España corrobora la situación que hace una década denunció Juventud sin Futuro
Hace una década, un grupo llamado Juventud sin Futuro formaba parte del núcleo duro de lo que significó el 15-M. Nacido de colectivos universitarios madrileños sensibilizados por la precarización estructural de sus vidas, sus componentes salieron a las plazas con una pancarta que lo resumía todo: “Sin casa, sin curro, sin pensión, Juventud sin Futuro recuperando nuestro futuro. Esto es sólo el principio”. Una década después, desde un lugar tan distante como el Banco de España emerge un mensaje que corrobora que las cosas han empeorado para ese colectivo.
Qué habrá sido de aquellos jóvenes tan orgullosamente protestatarios. ¿Apocalípticos o integrados en el sistema? Recordamos que muchos de ellos gritaban “¡No somos antisistema, el sistema es antinosotros”! Tiempo después del año mágico de 2011, cuando Juventud sin Futuro se disolvió y sus estructuras (Oficina Precaria, la asociación Patio Maravillas…) permanecieron eternamente durmientes —quizá porque una buena parte de sus componentes se habían integrado en Podemos—, el grupo emitió un comunicado en el que explicaba que nació “con el ansia de fracturar un régimen que no nos representa, promoviendo un cambio político que se inicia el 15-M”.
El Banco de España es una institución central de aquel régimen que se pretendía fracturar. Su director de economía, Óscar Arce, ha presentado un documento sobre el impacto de la pandemia en las condiciones económicas de los jóvenes que agrava la situación de ese colectivo que en su día denunció Juventud sin Futuro. Es muy positivo que desde el organismo supervisor se emitan señales de vida sobre la sociedad real sin ese lenguaje vaticanista de otras ocasiones (decir sin decir) y que aquellas no tengan que ver, como obsesivamente ocurrió en el pasado, simplemente con críticas a los sindicatos. En esencia, el documento del Banco de España sostiene que el legado económico para las generaciones jóvenes, que ya era muy malo antes de la covid, ha empeorado, con consecuencias sociológicas tan importantes como el retraso en la edad de emancipación, la reducción del número de jóvenes que tienen una vivienda en propiedad, la caída (espectacular) de un 20% en los nacimientos en el último año o que España es, junto a Francia, el país europeo en el que los jóvenes dedican un porcentaje mayor de su (decreciente) renta al alquiler del zulo donde habitan.
El 15-M irrumpió como un enorme grito que demandaba la regeneración y la repolitización de la sociedad española, con un discurso que daba un carácter sistémico a la crisis, a la que responsabilizaba de haber expulsado del sistema a los jóvenes. Ello dio lugar a un cuestionamiento permanente de la democracia (“¡Democracia real ya!”, “¡No nos representan!”) por haber convertido a los partidos políticos, sindicatos y medios de comunicación en los Tío Tom de los poderes fácticos, que según los indignados eran los poderes financieros. Un brillante profesor de Sociología proveniente de Berkeley llamado Manuel Castells escribió Redes de indignación y esperanza (Alianza), un libro sobre el fenómeno de los indignados (que tomaban el nombre de un panfleto titulado ¡Indignaos!, del francés Stéphane Hessel, del que se vendieron centenares de miles de ejemplares) en el que decía: “De pronto (…) los magos de las finanzas pasaron de ser objeto de envidia pública a objetivo del desprecio universal. Los políticos quedaron en evidencia como corruptos y mentirosos, se denunció a los gobiernos. Los medios de comunicación se hicieron sospechosos, la confianza se desvaneció”.
Comienzan los análisis sobre lo que significó el 15-M y las transformaciones que aquel movimiento que generó la simpatía de casi toda la población supusieron para la vida pública. El pensador francés Pierre Rosanvallon ha escrito que el 15-M tomó implícitamente la idea de pasar de una democracia intermitente, presente en cada momento electoral, a una democracia permanente, y de una democracia de delegación a una democracia de implicación. A partir de entonces se gestan otros partidos políticos y otra fractura se añade a la tradicional entre la izquierda y la derecha ideológica: la vieja y la nueva política. ¿Cuánto duró?
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