El primer plan del otoño: ver fotografías de Vivian Maier a 1.342 metros de altura
Galería Alta trae a una casa privada del Pirineo andorrano parte del fondo del representante de fotógrafos Pancho Saula a partir del 17 de septiembre
Cuando se llega hasta el Chalet el Roure y se abre la puerta metálica que da acceso a la casa, la vista impacta sobre todo por inesperada. Nadie adivinaría qué se ve al otro lado: el verdor del Pirineo andorrano y el azul, como pintado al temple, del cielo en un paisaje dominado por el Pico de Carroi, la montaña que durante décadas -antes de que quedara prohibido seguir mermando el recurso natural- sirvió de cantera para construcciones locales como esta, alzada a mediados de los ochenta.
El Chalet el Roure se llama así por el roble (roure en catalán) que lleva más de 400 años infiltrando sus raíces entre rocas que fractura a su paso. El árbol es, quizá, lo segundo que más llama la atención: la primera es el aparejo de piedra irregular, de una plasticidad casi hipnótica, con la que están construidas las paredes de la vivienda.
Pancho Saula (Barcelona, 48 años) compró esta casa hace cuatro años para reformarla ampliando sus espacios interiores y abriendo sus muros aún más al paisaje: una vez dentro, se mire donde se mire no se ve otra cosa. Su idea era vivir en ella junto a su mujer y su hijo. Y cumplió el objetivo. Pero después llegó la pandemia, y el periodo de reflexión que para muchos llevó aparejado el confinamiento le llevó a concebir nuevos planes. O en realidad no tan nuevos.
“Retomé una idea de hace más de diez años, cuando ya había escrito mis primeras notas para abrir una galería especializada en fotografía”, explica Saula. “Me pregunté si a mí, como amante de las fotos, me gustaría verlas en un espacio como este, en una casa privada y en esta localización. Y me respondí que sí. Así que me dije que adelante”.
El 17 de septiembre inaugura la galería de arte centrada en fotografía que está en su propia casa, en plenos Pirineos andorranos, junto al pueblo de Anyós (unos 700 habitantes). Un lugar a una altura de 1.342 metros al que solo se puede llegar en coche (casi tres horas desde Barcelona y siete desde Madrid, pero solo unos diez minutos desde Andorra la Vella). Su altura le proporcionó el nombre, tan franco y autodescriptivo que podría interpretarse como un chiste dadá: Galería Alta: “Al principio pensé en darle el mío, como suelen hacer los galeristas”, recuerda. “Pero como mi agencia ya se llama así, al final me decidí por esto otro. No conozco muchas galerías que estén en un lugar así, y me parecía bueno aludir a ello”.
La agencia a la que se refiere es su oficina de representación de fotógrafos. Pancho estudió Derecho, y llegó a ejercer como abogado en Bruselas y París, pero después decidió que aquello no le daba lo que necesitaba, fuera eso lo que fuese. Tras un encuentro en Nueva York con John Casablancas, fundador de la agencia de modelos Elite Model Management, acabó como director de su sede española y pronto comprendió que le interesaban más los fotógrafos que los modelos –él mismo había probado ambas actividades en distintos momentos de su juventud-, así que abrió su propia agencia, dedicada a representar a los primeros. Primero en París y después, con un enfoque más modesto, en Barcelona. Hoy su principal representado es Txema Yeste, fotógrafo español muy cotizado en la escena internacional (sobre todo en Francia, donde se le requiere para realizar editoriales con diosas vivientes al estilo Isabelle Huppert o Isabelle Adjani), al que conoce desde sus inicios profesionales y cuya carrera ha visto despegar, aparte de haber contribuido decisivamente a ese despegue.
Visitar Galería Alta no tendrá ningún coste, como suele ocurrir con las galerías comerciales, pero no será posible sin cita previa. Ante la pregunta de si espera recibir suficiente afluencia más allá de algunos curiosos llegados durante la temporada de esquí, su respuesta es rápida y sin vacilaciones: “Andorra recibe turistas todo el año, pero para mí lo importante es la calidad de quien venga antes que la cantidad. Quizá no ser tan accesible sea una ventaja, porque me servirá de filtro. Espero sobre todo visitantes de Barcelona, además de los locales, aunque me gustaría que viniera gente de cualquier parte. No hay tantas galerías especializadas en foto en España. Y siempre pienso a lo grande, luego la realidad ya me pondrá en mi sitio”.
Pensando en enorme, su modelo no dista del que ha puesto en marcha la multinacional del galerismo Hauser & Wirth con sus sedes en localizaciones no urbanas como Somerset, las estaciones de esquí de Gstaad y Sankt Moritz o la recién abierta en la Isla del Rey, frente al puerto de Mahón. “Todo lo que puedas compararme con ellos me parecerá estupendo, faltaría más”, ríe. “Aunque lo cierto es que no conocía tanto esa galería, y ni siquiera sabía que iban a abrir en Menorca cuando hice mi plan. Pero otro modelo que sí tuve en cuenta es el Château La Coste, cerca de Aix-en-Provence, en Francia. Un centro de arte contemporáneo en el que además puedes pasear y comer, y que si te gusta el arte es como para un niño Disneylandia”.
Con esto se pone en el lugar de los coleccionistas, cosa que no debe resultarle muy difícil porque él mismo colecciona fotografía desde que, siendo muy joven, visitó la feria Art Basel y compró sus primeras piezas, sendas instantáneas de los norteamericanos William Klein y Bruce Davidson. “Esa noche no pude dormir pensando en lo que me había gastado por unos pedazos de papel. Algo más tarde estuve también en Art Basel Miami Beach, y allí vi a Leonardo DiCaprio paseándose y adquiriendo cosas carísimas, y me dije, ¡no es justo, aquí hay doping! Yo preocupadísimo por el gasto de un par de fotos y él invirtiendo millones de dólares como si nada”.
Por eso su intención es, ante todo, crear mercado: “Cuando te gusta mucho algo quieres compartirlo con los demás. Eso me pasa a mí con la fotografía. Si preguntas a alguien aleatoriamente por la calle por los nombres de diez pintores, la mayoría te los acabará diciendo. Pero diez fotógrafos no te los va a citar casi nadie. Incluso muchos coleccionistas de pintura o escultura no saben de foto. Así que hay margen para su divulgación”.
La exposición inaugural de Galería Alta estará dedicada a Vivian Maier, la misteriosa fotógrafa que supuestamente se ganaba la vida como niñera en la segunda mitad del siglo XX, autora de una ingente obra artística que no se descubrió hasta después de su muerte en 2009, y cuya auténtica personalidad ha sido desde entonces objeto de todo tipo de controversias y debates. Su nombre se lo propuso a Saula el prestigioso galerista neoyorquino Howard Greenberg, amigo suyo, al que había llamado para pedirle consejo. “Hay tres razones para empezar con Maier”, afirma. “Primero, es una gran fotógrafa con obra interesante, después es muy popular dentro de cierto nicho, y por último sus precios aún son accesibles. Así que me sirve para tantear el mercado. Cuando termine, en noviembre, inauguraré la segunda, dedicada a Joel Meyerowitz. Estos días hablo durante horas con él para prepararla, y con eso siento que vivo un sueño”.
Si todo va bien, ese sueño aún seguirá desarrollándose en el futuro. Le gustaría por ejemplo realizar una segunda construcción más pequeña junto a la casa principal –”un cabanon, como dicen los franceses”– que le sirva como espacio expositivo exento, además de un pequeño lago artificial en el que se refleje el paisaje. “Y organizaré visitas para adolescentes de las escuelas de Andorra”, anuncia. “Por una razón altruista, que es enseñarles a ellos el lenguaje de la fotografía, y otra interesada, que es dar a conocer la galería a sus padres”.
También se plantea utilizar el terreno como parque de esculturas, de manera que la obra del fotógrafo de cada exposición dialogue con la de un escultor. “De todos modos, para escultura ya está el Pico de Carroi. ¡Pero esa ya es edición única!”.
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