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Antwaun Sargent, el visionario treintañero con la misión de acabar con el simplismo de la categoría ‘artista negro’

El estadounidense, que filtra para las élites la belleza del pulso de la calle, es una voz discordante en el mundo de la crítica y el comisariado artísticos. Y, desde el pasado enero, también es el director de Gagosian, una de las galerías más poderosas del mundo

Antwaun Sargent, comisario y director de la galería Gagosian, posa para icon en su casa de Nueva York.
Antwaun Sargent, comisario y director de la galería Gagosian, posa para icon en su casa de Nueva York.Andreas Laszlo Konrath

Desde hace al menos una década, hay una parte de la sociedad que entiende poco de lo que está pasando. Los movimientos antirracistas, feministas y LGTBI; la volatilidad de las etiquetas, el frenesí de lo viral y la caducidad de muchas certezas establecidas han dejado fuera de juego a una parte significativa del establishment que, con el poder todavía en la mano, intenta pactar desesperadamente con el nuevo orden. En ese contexto, una de las galerías más poderosas del mundo, Gagosian, rompió la baraja el pasado enero al nombrar como director a Antwaun Sargent (Chicago, 33 años), una voz discordante en el mundo de la crítica y el comisariado artísticos, que filtra para las élites la belleza del pulso de la calle. El pasado 24 de junio presentó en la prestigiosa galería neoyorquina Social Works, una exposición que explora la fértil intersección entre el arte y la práctica social dentro de la comunidad negra que podrá verse hasta el 13 de agosto.

Una de las obras expuestas en 'Social Works'.
Una de las obras expuestas en 'Social Works'.
'Social Works' puede visitarse hasta el 13 de agosto en Gagosian.
'Social Works' puede visitarse hasta el 13 de agosto en Gagosian.

Sargent ha puesto una pica en Flandes y no duda en dar prioridad a los artistas negros. “Una cosa es la visibilidad y otra muy distinta es el cambio: hemos sobrecorregido lo visible pero hemos infracorregido en manos de quién están las decisiones. Creo que la fluidez, la flexibilidad y la capacidad de perdonarnos también deben tener autoridad en nuestras instituciones culturales. Lo que hacemos con nuestros cuerpos puede quedar reflejado en las instituciones que comisariamos y dirigimos”, explica. Ahora, desde el privilegio, tampoco quiere bajar la guardia ni la autocrítica: “Puedo decir que soy negro y gay y esa identidad me protege de generar más desigualdad. Pero crecí en el sistema y es importante ser consciente de eso. Incluso cuando intentas crear nuevas formas de hacer las cosas, hay muchos hábitos que desaprender, muchas consecuencias en nuestros actos de las que no somos conscientes”, afirma.

Su lucidez y su criterio han sido su trampolín. Tras escribir para The New York Times, The New Yorker o Buzzfeed, Sargent publicó en 2019 el libro The New Black Vanguard, que se convirtió en la biblia de la nueva generación de fotógrafos negros. Era una deslumbrante recopilación de artistas hasta el momento casi invisibles para el sistema con los que Sargent restregó en la cara de los expertos la cantidad de belleza que la cultura dominante estaba dejando pasar por puro desconocimiento de una escena que, lejos de ser un gueto o un nicho, se desbordaba en su diversidad. “Todo mi trabajo rechaza esa idea monolítica sobre la identidad del artista negro”, explica. “Se habla mucho de comunidad, de deseo, de representación. Pero hablamos de artistas afroamericanos, o afrolatinos, o afroeuropeos o africanos. Las condiciones de estos fotógrafos son muy diferentes. Incluso en una ciudad como Londres, Nadine Ijewere o Campbell Addy no tienen nada que ver. Y lo mismo en Estados Unidos, donde Tyler Mitchell o Quil Lemon [que este año ha documentado los Oscar para Vanity Fair] están en Nueva York pero son muy distintos. Examinar esa diferencia es enormemente importante”.

Antwaun Sargent en la biblioteca de su casa en Nueva York.
Antwaun Sargent en la biblioteca de su casa en Nueva York. Andreas Laszlo Konrath

Para Sargent, la diversidad verdadera de su trabajo de comisariado se encuentra en la naturaleza polivalente y resbaladiza del deseo de los artistas. “Me interesa el deseo como combinación entre lo que como cultura encontramos atractivo y bello, pero también como algo que es totalmente individual: es lo que tú deseas. Y eso es interesante, porque la fotografía es un arte basado en los deseos de quien crea la imagen, la produce y la construye. Tratarlas como actos de anhelo es muy diferente a tratarlas como actos de representación. A veces coinciden, pero a veces no”, apunta.

Meses después de la publicación del libro, muchos de los fotógrafos antologados firmaban las imágenes del momento: Tyler Mitchell retrató a Kamala Harris para Vogue; Awol Erizku, a la poeta Amanda Gorman para Time; Arielle Bob-Willis, a Lady Gaga para Valentino y a Billie Eilish para The New York Times. Sargent convivió casi como un etnógrafo con estos artistas para ser una voz autorizada. “Creo que el trabajo de comisario empieza con la investigación. En estos diez años he entrevistado a muchos fotógrafos del libro, como Awol Erizku. Hay otros que están surgiendo y quizá no perduren, pero tienen algo profundo que decir sobre el instante, algo que merece la pena. Creo que eso es lo que la cultura pide ahora. Mucha gente está intentando romper con las tradiciones, con la historia del arte, con lo que se supone que es un museo, una galería o una revista”.

Tras el éxito cosechado, Sargent editó en 2020 otro volumen, esta vez titulado Young, Gifted, and Black, y empezó una exposición itinerante en San Luis (Misuri) que ha pasado por Australia, Catar y llegará a Europa el 4 de julio con ocasión de Les Rencontres de la Photographie de Arlès, en Francia. Es una muestra que cambia sus integrantes, como respuesta a la naturaleza fluctuante de los tiempos. ¿Cuál será el plantel? Sargent tiene sus más y sus menos con su debut en el viejo continente y el escepticismo europeo sobre el activismo a la americana. “Francia se tira de los pelos ante la llegada del espíritu woke [comprometido con las reivindicaciones de raza y género] de Estados Unidos, y esa postura me parece muy loca. Muchos de los pensadores en los que se basan estos movimientos, como Foucault, Derrida o Stuart Hall vienen de la escuela europea, el lenguaje antirracista tiene mucho de su origen en Europa”, explica, y arremete también contra los que tildan a la generación woke de ser un nuevo producto capitalista.

“Todo mi trabajo rechaza la idea monolítica sobre la identidad del artista negro", puntualiza. Aquí, retrato en blanco y negro de Antwaun Sargent.
“Todo mi trabajo rechaza la idea monolítica sobre la identidad del artista negro", puntualiza. Aquí, retrato en blanco y negro de Antwaun Sargent.Andreas Laszlo Konrath

“Todos lidiamos con el liberalismo. Los artistas son más o menos libres, pero están atados a los mercados. ¿Quién está en las juntas directivas de estos museos? Capitanes de la industria. Tenemos que pensar en nuestras instituciones culturales del mismo modo en que pensamos en las instituciones políticas, donde el Congreso parece de otra era. Ese cuello de botella también está en el mundo cultural”, explica. “Ha habido algunas dimisiones, pero eso no significa que los que los han sustituido hayan traído el cambio”.

Sargent apunta que lo que parece un movimiento impulsivo es, en realidad, un camino muy largo que empezó hace años y al que todavía le queda mucho por recorrer. De hecho, considera que su éxito no es en realidad representativo. “Cuando me dicen que resuma el camino que he recorrido para llegar hasta aquí, digo que ha sido una mezcla de trabajo duro y algo de brillantez, pero también suerte en la más amplia concepción del término”. Proviene de una familia afroamericana de clase media de Chicago, donde vivió una adolescencia de activismo político durante la cual colaboró con la campaña al Senado de Barack Obama en 2005. Con esa vocación inicial, estudió Políticas en Georgetown y fue becario en el equipo de Hillary Clinton para las elecciones presidenciales de 2016, “leyendo las cartas con todas esas cosas horribles que nos escribían”.

La experiencia le gustó, pero decidió que no quería dedicarse a eso. Y, casi por inercia, acabó en Nueva York con 21 años, donde se dio cuenta que los códigos no eran aptos para personas con recursos medios. “En Chicago, cuando era pequeño, iba a museos y tenía una vida cultural muy rica, pero mis padres nunca habrían visto bien que trabajase con un sueldo que no me diera para vivir o una beca directamente no remunerada. Me hubiesen preguntado, ‘¿entonces qué sentido tiene ese trabajo?”, relata. Pero tenía esa suerte que mencionaba antes: la llegada del Obamacare le hizo no preocuparse por el seguro médico, se puso a trabajar como profesor y conoció a JiaJia Fei, que trabajaba en la parte digital del museo Guggenheim y se lo llevó a miles de eventos y fiestas. Empezó a dejar testimonio en redes de toda esa experiencia y se convirtió en influencer. “¿Quién me iba a decir que la llegada de Instagram me permitiría hacer dinero para poder escribir por cuatro duros? Eso fue lo que mantuvo mi carrera como periodista freelance. Me pagaban miles de dólares por poner una puta foto mía”, explica. Visto lo fortuita que resulta su historia de éxito, o quizá lo fortuito que resulta ese mundo que tiene en jaque a las viejas estructuras, Sargent concluye: “Tengo ganas de ver cuánto de real tiene este cambio de paradigma. Yo he encontrado mi lugar en el mundo del arte, pero de una manera que no se puede replicar”.

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