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“Uno de los mayores logros del arte moderno”: la historia tras el cuadro de 44 millones de David Hockney

Christie’s acaba de subastar el primero de los retratos dobles que el británico realizó a mediados de los años sesenta. Es el último de una serie que cambió el rumbo de su pintura, un hito del arte pop y de la visibilidad homosexual

El pasado 17 de noviembre, dentro de una velada dedicada a los grandes movimientos artísticos del siglo XX, la casa Christie’s subastó el primero de los retratos dobles que el pintor británico David Hockney realizó a mediados de los años sesenta. Este cuadro es el último de la serie de obras que quedaba en manos privadas y que cambiaron el rumbo de su pintura, convirtiéndose en un hito del arte pop y de la visibilidad homosexual.

Solo existen siete de estos retratos. Cuatro de ellos son propiedad de instituciones públicas y otros dos han cambiado de manos recientemente, convirtiéndose sucesivamente en los dos precios mas altos pagados en subasta por obras de Hockney, por lo que se esperaba que este, que lleva 40 años en manos de la misma colección, volviera a romper los récords del artista.

Finalmente el cuadro se adjudicó por un total de 44.335.000 dólares (unos 38.495.000 euros), lejos de los precios mas altos alcanzados por el artista en anteriores ocasiones pero inalcanzables para los presupuestos de las instituciones publicas. El desconocido comprador habrá valorado la excepcional historia del cuadro y de los dos personajes retratados, nada menos que una pareja de hombres que mantenían una relación sentimental conocida públicamente: el escritor británico Christopher Isherwood y el artista americano Don Bachardy.

Para trazar la importancia de esta obra hay que remontarse a 1964, cuando el pintor británico David Hockney decidió abandonar Inglaterra para irse a vivir a Los Ángeles (California). No tenía un trabajo allí ni un lugar para vivir. El pintor nunca ha terminado de aclarar las razones que lo llevaron a cambiar de país pero lo cierto es que, visto en perspectiva, salir de Londres y marcharse a un lugar mas receptivo con sus necesidades sociales y afectivas, era una decisión llena de sentido.

Antes de su mudanza, Hockney ya era un nombre conocido. Entre 1960 y 1961 participó en las famosas exposiciones Young Contemporaries con obras donde los colores rosas y azules pálidos se cuelan entre los negros y grises del expresionismo abstracto dominante en aquellos años. En 1962 se graduó en la Royal Academy of Arts con un cuadro de un desnudo masculino inspirado en los de la revista de hombres musculados American Physique, ganando la medalla de oro de ese año. Y todavía en Londres, en su casa estudio de Notting Hill, comenzó a pintar escenas de intimidad entre hombres, en interiores domésticos, con mobiliario de estampado floral y una atmósfera cerrada y claustrofóbica. También realizó su primer viaje a Nueva York, donde conoce a Andy Warhol y al comisario del Metropolitan Museum, Henry Geldzhaler.

Pero Hockney necesitaba horizontes mas amplios y colores mas brillantes. Por eso, en 1964 se instaló en Santa Mónica, montó su estudio y se dio cuenta de que la bicicleta no era el método de transporte adecuado para moverse por Estados Unidos, así que se sacó el carnet de conducir y se compró un coche.

Sueño californiano

Lo cierto es que California se había convertido en el destino preferido de varias generaciones de outsiders. El clima y la lejanía de las ciudades mas tradicionales americanas, con estructuras sociales muy cerradas, había atraído primero a la gente del cine a principios de siglo y luego, tras la Segunda Guerra Mundial, a los beatniks y la contracultura.

La pintura de Hockney dio un cambio significativo al entrar en contacto con la luz y los colores de la costa oeste americana. Los cielos se volvieron de un azul limpio, las duchas se abrieron al exterior a través de grandes ventanales mid century y las piscinas se convirtieron en sus escenarios predilectos. Como dice Julio Pérez Manzanares, Profesor de Estética y Teoría del Arte de la UAM y autor de diversos libros sobre el arte pop: “Es un retorno a la figuración muy clásico pero que tiene también algo de reflejo de una sociedad mediatizada. La importancia de sus obras californianas es la mirada que lanza sobre un mundo que para él resulta mucho más moderno que Inglaterra, y que para él se simboliza en esas piscinas y el ambiente mucho más libre, incluso en lo sexual, que encuentra en la costa oeste americana”.

Hockney se convierte en cronista de una sociedad homosexual idealizada, de gays con medios económicos como para tener unas casas bonitas, de arquitectura moderna, con jardín y piscina, en las que vivir unas reacciones de pareja de aparente normalidad. Ahora se las podría tachar de heteronormativas pero, para el momento, la domesticidad tradicional entre dos hombres era revolucionaria y rompedora.

Retratos dobles

A lo largo de los siguientes años, Hockney se dedicó a realizar una serie de retratos de parejas que enfatizaban la normalización de un nuevo tipo de relaciones sentimentales. Al utilizar los recursos del retrato doble tradicional transfirió todo su peso validado a las relaciones homosexuales. “Esos retratos, que tienen incluso un cierto aire enigmático, son en realidad reflexiones y reflejos sobre la intimidad contemporánea. El hecho de que muchas de esas parejas representadas sean hombres no deja de tener la importancia radical de estar constatando -y haciendo históricas- ese tipo de parejas (…) tienen claramente una mirada queer que se hace física en los propios lienzos, cuyas relaciones son fundamentalmente establecidas a través de la mirada de los personajes y el espectador”, explica Pérez Manzanares.

Entre 1968 y 1975 Hockney pintó siete de estos cuadros: American Collectors (Fred and Marcia Weisman), actualmente en la colección del Art Institute of Chicago, retrata a la famosa pareja de coleccionistas delante de su modernísima casa-cubo, entre un tótem nativoamericano y una escultura de Henry Moore. La Tate Britain de Londres posee el mítico Mr and Mrs Clark and Percy (1971) que retrata a la pareja de amigos del pintor en su moderno interior de Notting Hill con su gato, y Wayne Sleep and George Lawson (1972) se ocupa otra vez de amigos pero esta vez de una pareja de dos hombres. Finalmente, en la excepcional colección de Chatsworth House, junto a los dibujos de Rafael y Leonardo, se expone Le parc des sources, Vichy (1970) en el que otra pareja, de espaldas al espectador, contempla la perspectiva arbolada del jardín francés.

Como señala el dosier de prensa publicado con motivo de la subasta, estos cuadros se encuentran para Christie’s “entre los mayores logros del arte moderno”. Los tres últimos han permanecido en manos privadas hasta hace poco tiempo y, al producirse su venta, han alcanzado los mayores precios logrados por el artista en subasta.

En Portrait of an Artist (Pool with Two Figures) (1972) aparece una figura masculina al borde de una piscina que mira a un hombre buceando. Es una imagen mítica que ha pasado al imaginario de la cultura popular y que Pedro Almodóvar recreó en una escena de La mala educación. Contiene todos los elementos del trabajo de Hockney de esa etapa: la luz y la naturaleza de California, la piscina y el desnudo masculino. El cuadro hace referencia a su ruptura con su pareja de la época, Peter Schlesinger, que observa como otro hombre, el nadador, se dirige hacia el bajo el agua. En realidad, el escenario está basado en fotografías que tomó en la villa francesa del director de cine Tony Richardson, el realizador bisexual del Free Cinema británico. El cuadro se vendió en Christie’s Nueva York en 2018 por 90 millones de dólares, convirtiéndose en el récord de un artista vivo en subasta. La relación entre Hockney y Schlesinger será el objeto del celebérrimo documental A bigger splash, de 1974, que se puede ver actualmente en Filmin.

En Henry Geldzahler and Christopher Scott (1969) aparece el comisario de arte del Metropolitan Museum y su pareja en un interior neoyorquino decorado con muebles contemporáneos. Esta obra se vendió por 49 millones de dólares.

Christopher Isherwood and Don Bachardy (1968) es el último de los retratos dobles que quedaba en manos privadas. Es también el primero que pintó. Además se trata del mas personal y significativo de los cuadros que componen esta serie porque, como dice Pérez Manzanares, “supone el resumen de ese encuentro con una cultura - la americana- que sin ser ni mucho menos idílica en lo que a las relaciones homosexuales se refiere todavía en esos años sesenta, si presentaba una idea de modernidad en la que la liberación sexual estaba, de algún modo, incluida”.

Los propios retratados tuvieron una importancia fundamental para Hockney. El escritor Christopher Isherwood, también británico, se había instalado en Estados Unidos al principio de la Segunda Guerra Mundial. Autor de los relatos en los que se basó el musical y la película Cabaret (Bob Fosse, 1972), y también de la novela Un hombre soltero, adaptada al cine por Tom Ford, Isherwood lo tenía todo para convertirse en guía espiritual e intelectual de Hockney, sobre todo alrededor de su casa de Santa Mónica que comparte con su pareja, el jovencísimo y también artista Don Bachardy.

El cuadro que los retrata se pudo ver en Madrid en la exposición retrospectiva que le dedicó la Fundación Juan March en 1992 y que tuvo un gran impacto entre los artistas españoles de la época. Para Beatriz Ordovás, Directora y Especialista Internacional del Departamento de Arte de Posguerra y Contemporáneo Christie’s , la pintura “es una obra que marca un momento clave en la trayectoria de Hockney y en la historia del retrato moderno. Isherwood y Bachardy aparecen como dos individuos corrientes representados en una escena cotidiana, pero al mismo tiempo son dos figuras de una extraordinaria influencia en la cultura de su tiempo”

Las expectativas económicas eran muy altas porque, “la obra ha permanecido en la misma colección privada durante más de cuarenta años, lo que la convierte en una aparición excepcional en el mercado y en una ocasión poco habitual para adquirir una pieza fundamental del arte del siglo XX. Todo apunta a que esta pintura seguirá conectando con el público y los coleccionistas por su belleza, su historia y el mensaje de conexión humana que sigue vigente hoy“.

Independientemente de precio alcanzado, Christopher Isherwood and Don Bachardy es una obra excepcional. Un cuadro fundamental en la carrera del artista, uno de los grandes nombres del arte pop que, además, retrata a otro de los personajes fundamentales de la cultura del siglo. Por si todo esto fuera poco, constituye también un hito en la historia de la representación de las relaciones afectivas homosexuales.

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