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“Aquí siento que mi familia está segura”: así era la bucólica mansión suiza por la que Audrey Hepburn abandonó Hollywood

La Paisible, la discreta casa rural de Tolochenaz donde la actriz residió 30 años, pertenece ahora a un matrimonio de jubilados suizos que están dispuestos a desprenderse de ella por 20 millones de euros

Audrey Hepburn con su hijo Luca Dotti en una habitación de La Paisible, en Tolochenaz, Suiza.
Audrey Hepburn con su hijo Luca Dotti en una habitación de La Paisible, en Tolochenaz, Suiza.Henry Clarke (Conde Nast via Getty Images)
Miquel Echarri

Audrey Hepburn no olvidó nunca el otoño de 1944, ese extraño periodo de su vida en que sobrevivió alimentándose de tulipanes. Por entonces, la futura actriz tenía 15 años y vivía con su madre en la ciudad neerlandesa de Arnhem, a orillas del Rin. Eran los últimos días de la ocupación alemana en Países Bajos. Mientras las tropas del Tercer Reich abandonaban sus inútiles trincheras junto al mar del Norte, las carreteras bombardeadas y las rutas fluviales inutilizadas por el hielo condenaban a la ciudad a sufrir una crisis de suministros que derivó en una terrible hambruna.

El único producto disponible en los mercados de Arnhem eran los bulbos de tulipán, poco aptos para el consumo humano debido a su alta concentración de alérgenos, pero preferibles, en cualquier caso, a morir de inanición. La madre de Hepburn, periodista y aristócrata venida a menos, simpatizante de Adolf Hitler en su juventud, elaboraba sopas y harinas de tulipán aprovechando la única hora del día en que las autoridades reanudaban el suministro de gas. Audrey padeció un cuadro de desnutrición severa, con ictericia, anemia y ataques de asma, que estuvo a punto de costarle la vida. Ella misma explicaba a uno de sus biógrafos que los edemas causados por el hambre estaban muy cerca de llegarle a las rodillas (“empiezan en los pies y te matan en cuanto alcanzan el corazón”) cuando llegaron los aliados y ella pudo recibir la dosis de penicilina que la salvó de una muerte prematura.

Muchos años después, convertida en propietaria de una casa jardín de 1,6 hectáreas en las montañas suizas, la protagonista de Desayuno con diamantes insistió en cultivar en la parcela gran variedad de plantas comestibles, de manzanos a perales, ciruelos, legumbres y hortalizas, como si estuviese tomando precauciones para una hambruna inminente. No consta que plantase ningún tulipán, pero sí cuidó con fervor las flores blancas del par de rosales que le había regalado un amigo muy cercano, el diseñador de moda francés Hubert de Givenchy. “He conocido el verdadero terror. Lo he visto, lo he sentido, lo he olido y lo he oído”, explicó la actriz a Vogue en 1971. “Por eso la paz que me dan este hogar, mi marido y mis hijos no me parecen una cosa insignificante. Lo más importante en la vida es que mis hijos sean libres, que estén a salvo y que puedan comer tres veces al día. Aquí siento que mi familia está segura”, continuaba explicando Hepburn.

El dormitorio principal, el de Audrey Hepburn, tenía una gran cama con dosel y un par de mesas auxiliares de mimbre blanco. En primer plano se ve la mesa redonda de mimbre del salón del dormitorio, coronada por un ramo de flores amarillas. Las cortinas blancas enmarcaban las ventanas abiertas del dormitorio.
El dormitorio principal, el de Audrey Hepburn, tenía una gran cama con dosel y un par de mesas auxiliares de mimbre blanco. En primer plano se ve la mesa redonda de mimbre del salón del dormitorio, coronada por un ramo de flores amarillas. Las cortinas blancas enmarcaban las ventanas abiertas del dormitorio.Henry Clarke (Conde Nast via Getty Images)
La sala de estar tenía un par de sofás tapizados en amarillo y un escritorio inglés del siglo XVII debajo de una pequeña pintura de una niña con un vestido amarillo. En el otro extremo de la sala, una mesa baja blanca rodeada por un sofá y un par de sillones blancos. Bajo la ventana había una pequeña escultura de bronce de Honore Daumier de su serie 'Ratapoil'.
La sala de estar tenía un par de sofás tapizados en amarillo y un escritorio inglés del siglo XVII debajo de una pequeña pintura de una niña con un vestido amarillo. En el otro extremo de la sala, una mesa baja blanca rodeada por un sofá y un par de sillones blancos. Bajo la ventana había una pequeña escultura de bronce de Honore Daumier de su serie 'Ratapoil'. Henry Clarke (Conde Nast via Getty Images)

Nostalgia en venta

Estos días, La Paisible, la discreta mansión rural donde Hepburn residió 30 años y cultivó arboles frutales, está a la venta. Ahora pertenece a un matrimonio de jubilados suizos, Katharina y Jean-Marc Beaujolin, que están dispuestos a desprenderse de ella por 19 millones de francos suizos, algo más de 20 millones de euros. La propiedad está en Tolochenaz, una comuna de 1.700 habitantes en el cantón de Vaud, a los pies del macizo de Mont Blanc y a poco más de media hora de la ciudad de Lausana y del aeropuerto internacional de Ginebra.

Consta de algo más de 1.000 metros cuadrados divididos en tres plantas, con 12 dormitorios, 8 cuartos de baño y tres grandes salones. La edición estadounidense de Vogue le dedicó un completo reportaje, en 1971, en el que el fotógrafo Henry Clarke mostraba su vistoso parqué de terracota y revestimientos de madera de roble, las sábanas azules de Porthault que cubrían su cama eduardiana con dosel, los taburetes de esparto y la silla Parsons de su sala de estar o el cuadro del pintor mexicano Rufino Tamayo que colgaba de una de las paredes de la biblioteca, junto a una silla Windsor de mimbre. El artículo aseguraba que se trataba de una finca “bucólica” decorada con sencillez y buen gusto. En las estanterías del estudio, libros ilustrados, tratados médicos y novelas de Colette. Sobre la repisa de la chimenea, acuarela del esposo de Hepburn y dibujos enmarcados de su hijo mayor.

Fachada de La Paisible en 1971.
Fachada de La Paisible en 1971.Henryk Sadura (Getty Images)

La actriz explicó a los cronistas de Vogue que se había refugiado en las montañas para que sus hijos pudiesen disfrutar de “una brizna de hierba”, un tesoro mucho más valioso, en su opinión, que cualquiera de “esos lujos sofisticados que, a fin de cuentas, acaban resultando tan irreales y decepcionantes”.

Hepburn siempre encajó en el estereotipo de estrella reticente. Tras sobrevivir a sus edemas gracias a la penicilina, había recalado en Ámsterdam siendo aún una adolescente escuálida para completar su formación como bailarina a las órdenes de una gran diva internacional, Sonia Gaskell. Luego emigró a Londres, e hizo un hueco en la escena del teatro musical del West End y, con apenas 23 años, protagonizó Vacaciones en Roma a las órdenes de William Wyler y junto a un Gregory Peck que, entre otras cosas, la paseaba en Vespa junto al Coliseo y le ofrecía su primer cigarrillo.

Fue un éxito instantáneo. Aquella mujer esbelta y de aspecto frágil que hablaba seis idiomas y cargaba con un pasado de precariedad y sufrimiento disfrutó de una década mágica en el gran cine, fue Sabrina bajo la batuta de Billy Wilder y la sombra protectora de Humphrey Bogart, la hermana Luke en Historia de una monja, Jo en Funny Face, Ariane en Love in the Afternoon, Holly Golitghly en Desayuno con diamantes, Regina Lampert en Charada. Lo que no fue, a juzgar por sus biografías, es completamente feliz en Los Ángeles porque no podía dar ni un paso sin sentirse objeto de una atención y una idolatría que consideraba ridículas.

Audrey Hepburn en el jardín de su casa junto a uno de sus perros en 1971.
Audrey Hepburn en el jardín de su casa junto a uno de sus perros en 1971.Henry Clarke (Conde Nast via Getty Images)

Amor a primera vista

Así que, en marzo de 1963, una vez concluido el rodaje de Charada, decidió quedarse unos días más en los Alpes franceses, cerca de la estación de esquí de Megève, con la intención de comprarse una residencia de verano en los alrededores. Un agente inmobiliario le sugirió que buscase al otro lado de la frontera suiza, donde era más probable que encontrase un lugar discreto y adaptado a sus expectativas. Y es así como fue a parar a la hermosa granja de Tolochenaz, que le resultó bastante más grande y cara de lo que había previsto, pero le hizo sentir “mariposas y una punzada en el corazón”, con su aire rústico y su abrupta belleza. A su marido, el también actor Mel Ferrer, no le parecía sensato ni práctico adquirir una propiedad a casi 6.000 kilómetros de su lugar habitual de residencia, pero Hepburn argumentó que acababa de ganar una auténtica fortuna con Charada y que estaba en condiciones de permitirse un capricho.

Entre 1963 y 1967, la familia Hepburn-Ferrer residió en la granja de manera esporádica, mientras la actriz acababa de acondicionarla a su gusto y empezaba a referirse a ella como La Paisible (La Apacible). En 1968, Hepburn se divorció de Ferrer y empezó una nueva relación con el neurosiquiatra italiano Andrea Dotti, al que había conocido durante una travesía en yate por el Adriático. A Dotti le entusiasmaba La Paisible y disfrutaba del tranquilo estilo de vida que la finca alpina ofrecía a la familia. Así, tal y como explicaba Hepburn a Vogue, la casa suiza empezó a convertirse en su verdadero hogar, mucho más que el lujoso apartamento de Dotti en el centro de Roma.

Pequeña sala de estar dentro del dormitorio principal de la casa. La decoración elegida por la actriz incluía una moqueta azul, unos sillones de mimbre blancos con cojines azules y una mesa redonda también de mimbre. Cerca de la ventana, un pequeño escritorio y una silla blanca. Encima de la chimenea, un dibujo del hijo mayor de Audrey Hepburn, Sean, realizado por Alejo Vidal-Quadras Veiga.
Pequeña sala de estar dentro del dormitorio principal de la casa. La decoración elegida por la actriz incluía una moqueta azul, unos sillones de mimbre blancos con cojines azules y una mesa redonda también de mimbre. Cerca de la ventana, un pequeño escritorio y una silla blanca. Encima de la chimenea, un dibujo del hijo mayor de Audrey Hepburn, Sean, realizado por Alejo Vidal-Quadras Veiga.Henry Clarke (Conde Nast via Getty Images)
En la biblioteca de la residencia destacaban una pintura de tres rodajas de sandía del artista mexicano Rufino Tamayo, el sofá magenta, el sillón naranja y la alfombra rosa con estampado y flecos. Frente al sofá se encontraban una moderna mesa de centro blanca y un par de taburetes cilíndricos cubiertos de fibra tejida sin teñir.
En la biblioteca de la residencia destacaban una pintura de tres rodajas de sandía del artista mexicano Rufino Tamayo, el sofá magenta, el sillón naranja y la alfombra rosa con estampado y flecos. Frente al sofá se encontraban una moderna mesa de centro blanca y un par de taburetes cilíndricos cubiertos de fibra tejida sin teñir.Henry Clarke (Conde Nast via Getty Images)

La artista empezó a dedicar las horas muertas al cultivo de su jardín con ayuda de un matrimonio local, Rucchita y Giovanni Orunesu, al que contrató para que se hiciese cargo de la parcela y elaborase, entre otras cosas, las ciruelas confitadas y mermeladas de frutas que acabarían convirtiéndose en sus postres favoritos. El reportaje de Vogue fue la última ocasión en que Hepburn aceptó mostrar al mundo la casa de sus sueños. Tras el éxito de Dos en la carretera, el papel que iba a marcar su transición a la madurez, Audrey se retiró de la interpretación para dar prioridad a su vida familiar en Europa. Empezó a pasar la mayor parte de su tiempo en La Paisible con su marido y sus dos hijos (Sean, nacido de su primer matrimonio, Luca, del segundo) y a disfrutar de la vida cotidiana en Tolochenaz, donde llegó a sentirse “una vecina más”, asidua de los pequeños colmados locales y los mercados populares.

En 1975, dejó atrás su largo periodo sabático para participar en Robin y Marian junto a Sean Connery, la primera película seria, en su opinión, que le ofrecían en muchos años. Luego vendría Bloodline, uno de sus papeles menos satisfactorios, el romance con su compañero de reparto, Ben Gazzara, y el ocaso de su matrimonio con Andrea Dotti, que inició una relación con una mujer más joven y acabó pidiéndole el divorcio en 1982. Durante un corto periodo, Hepburn volvió a pasar larga temporadas en Los Ángeles, lejos de su jardín y sus árboles, de la compota de ciruela, atrapada en una ciudad que le resultaba aborrecible “por su aire contaminado”.

El comedor de La Paisible estaba decorado con sillas de madera del siglo XVII, candelabros del siglo XVIII y arreglos florales en jarrones de plata. Sobre el aparador, una pintura del siglo XIX de Samuel William Fores llamada 'Stable Scenes'.
El comedor de La Paisible estaba decorado con sillas de madera del siglo XVII, candelabros del siglo XVIII y arreglos florales en jarrones de plata. Sobre el aparador, una pintura del siglo XIX de Samuel William Fores llamada 'Stable Scenes'.Henry Clarke (Conde Nast via Getty Images)

Un tercer matrimonio, con el actor neerlandés Robert Wolders, la decidió a dar de nuevo un paso al costado, dejar el cine en barbecho y refugiarse en las montañas que la hacían tan feliz. En sus últimos años, según explicaba su hijo Sean, la principal razón por la que abandonaba La Paisible eran sus frecuentes compromisos como embajadora de UNICEF. En concreto, un ambicioso programa de lucha contra la desnutrición infantil que hizo que se embarcase en múltiples viajes por Asia, África y América Latina entre 1988 y 1992.

En septiembre de 1992, tras volver de Somalia, empezó a sufrir intensos dolores abdominales que ella atribuyó a un reciente cambio de medicación. En realidad, se trataba de un cáncer de apéndice que había hecho metástasis. Se sometió a tratamiento en Los Ángeles pero, ya en enero de 1993, perdida toda esperanza de recuperación, decidió volar a Ginebra en el jet privado de Hubert de Givenchy para pasar sus últimos días en Tolochenaz, donde dio sus últimos paseos al pie del Mont Blanc antes de fallecer. Sus hijos conservaron el hogar familiar de las montañas diez años más, hasta 2003, fecha en que decidieron vendérselo al matrimonio Beaujolin. Hoy, según asegura su actual propietaria, La Paisible conserva intactos los rosales blancos y los árboles frutales que Audrey Hepburn cultivó durante décadas, en los años que ella misma consideraba los más felices y plenos de su vida.

Un rincón del jardín de La Paisible donde se encontraba una mesa de almuerzo cubierta con un mantel de motivos florales acompañada de sillas blancas con cojines azules. Sobre la mesa, una pequeña variedad de cristalería moderna, incluida una jarra alta, rodea un arreglo de rosas en un jarrón plateado.
Un rincón del jardín de La Paisible donde se encontraba una mesa de almuerzo cubierta con un mantel de motivos florales acompañada de sillas blancas con cojines azules. Sobre la mesa, una pequeña variedad de cristalería moderna, incluida una jarra alta, rodea un arreglo de rosas en un jarrón plateado.Henry Clarke (Conde Nast via Getty Images)

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Sobre la firma

Miquel Echarri
Periodista especializado en cultura, ocio y tendencias. Empezó a colaborar con EL PAÍS en 2004. Ha sido director de las revistas Primera Línea, Cinevisión y PC Juegos y jugadores y coordinador de la edición española de PORT Magazine. También es profesor de Historia del cine y análisis fílmico.
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