Mejillones con pan frito, pimentón y vinagre
Estos moluscos pueden convertirse en el aperitivo más resultón, y vienen con un truco para facilitar su limpieza

Los mejillones son un ingrediente sano, económico, sabroso y muy versátil, lo que a priori parece el combo perfecto para que nos pongamos las botas con ellos de todas las maneras posibles. Desde la tradicional receta en escabeche hasta a la tarantina o en salsa verde, pasando por abrirlos al vapor de sidra, bañarlos en leche de coco y curry como estas navajas o rellenarlos con bechamel y freírlos al estilo tigre. Sin olvidarnos de la comodidad de abrir una buena lata –por aquí ya hicimos una cata a ciegas para localizar los mejores del supermercado– y usarlos, por ejemplo, en un guiso exprés de lentejas.
Pero la realidad es muy diferente: el consumo por persona y año es bastante bajo, además de fluctuar entre 1,13 kilos por persona y año en 2018 y 0,27 en 2024, según el mismo Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. La respuesta a este descalabro parece ser un cambio de criterio, del peso del molusco entero a su carne, ya que el consumo de la versión enlatada ha aumentado en los últimos años (y el coste por persona hace que la proporción tenga sentido).
El caso es que estamos lejos de sacarles todo el partido, y no descarto que el proceso de acicalado que requieren tenga algo que ver. Lavarlos, rascarlos y desbarbarlos da cierto trabajo, que puede reducirse bastante en recetas como esta, en las que se sirven abiertos y en una sola valva. Simplemente lávalos bien por fuera, debajo del grifo y frotándolos con las manos, ábrelos al vapor, sácales entonces las barbas de un tirón cuidadoso o con tijeras y escoge las conchas más limpitas como recipientes: no es pereza, es optimización energética.
Aparte de eso solo hay que hacer un majado de pan frito, ajo, pimentón y vinagre –como el que se usa para las espinacas a la andaluza, pero sin comino– y repartirlo sobre los mejillones, que perfectamente podría sustituirse por ajopollo, una versión con cualquier otro fruto seco o aromáticas frescas al gusto (los de la foto llevan albahaca). Pasarlo por el mortero a mano le deja una textura rústica que me parece muy gustosa, pero también puedes darle un golpe de batidora para conseguir una salsa más fina. Lo que no recomiendo saltarse es poner una parte del pan en trozos desiguales y justo antes de servirlos, para mantener el toque crujiente.
Tiempo: 20 minutos
Dificultad: Tirando a poca
Ingredientes
Para 4 personas
- 1,2 kg de mejillones frescos
- 2-4 rebanadas de pan del día anterior (unos 50 gramos)
- 3-4 dientes de ajo
- 1 cucharadita de pimentón dulce
- Chile al gusto (o pimentón, salsa picante, etc)
- 2 cucharadas de vinagre de Jerez (o al gusto)
- 1 hoja de laurel
- Aceite de oliva virgen extra
- Perejil, albahaca o hierbas al gusto
Instrucciones
Lavar bien los mejillones bajo agua fría, retirando las barbas y descartando los que estén abiertos o dañados.
Poner los mejillones en una cazuela grande, con la hoja de laurel y un chorrito de aceite.
Cocinar a fuego medio-alto hasta que los mejillones se abran. Retirar, desechar los que no se hayan abierto, quitar la mitad de las conchas al resto y colar el caldo de cocción.
Mientras se cocinan los mejillones, freír las rebanadas de pan en una sartén con un poco de aceite de oliva hasta que estén crujientes y doradas.
Pelar y picar los ajos, y sofreírlos en la misma sartén –añadir más aceite si es necesario- hasta que estén dorados.
Añadir el pimentón y el picante –si se usa– y remover bien para que no se queme.
Añadir al sofrito caldo de cocción reservado, el vinagre de Jerez y la mitad del pan majado. Cocinar a fuego medio durante unos tres minutos, hasta que la salsa espese ligeramente.
Servir la salsa sobre los mejillones y rematar en el último momento con el resto del pan frito desmigado grueso, para que conserve el crujiente, y unas hojas de perejil picado (u otra hierba fresca).
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