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‘Quesería de mí sin ti’: el proyecto para apadrinar cabritas y disfrutar del mejor queso asturiano

La iniciativa de la quesería Picurriellu, en Llanes, permite disfrutar de queso artesano durante todo el año, además de vivir el día a día de un productor y criador de cabras

Tú la adoptas, ella te da queso y puedes ver esa carita siempre que quieras
Tú la adoptas, ella te da queso y puedes ver esa carita siempre que quierasQuesería Picurriellu

“Hay gente que ha apadrinado hasta cuatro. Y yo me pregunto, ¿¡qué hacen con tanto queso!?”, comenta entre risas Aurelio López al teléfono, con ese melodioso acento asturiano que parece subir y bajar las colinas y los picos del lugar donde nació. La relación entre apadrinamiento y queso puede no resultar obvia a primera vista, a no ser que te hayas cruzado con una de las guapas cabritas de Picurriellu, la quesería que regenta López, en el precioso Valle Oscuru de la asturiana Sierra de Cuera, a 15 kilómetros de Llanes. O las hayas visto en internet, donde se desenvuelven con la misma soltura que entre montañas: no hay selfie que se resista a esos ojos saltones, esas orejas erguidas, esa media sonrisa estilo Monalisa.

El proyecto de apadrinamiento de cabritas de Picurriellu se llama Quesería de mí sin ti, y permite convertirse en madrina o padrino de un animal durante un año y recibir tres quesos artesanos al mes por 32,90 euros. “Empezamos hace dos años, después de que una vecina hiciera algo parecido, Ecopitas, pero con gallinas”, cuenta Aurelio. “Nos lo planteamos como una iniciativa para que la gente se involucrara con el medio rural, para ayudar a fijar población, luchar contra la despoblación y poner en valor nuestro producto. No lo hacemos con afán económico, hay otras cosas detrás”, añade el quesero, que lleva adelante su empresa artesana junto a su mujer, Irene.

El surtido quesero al completo
El surtido quesero al completoQuesería Picurriellu

‘Quesería’ de nosotros sin ellas

Las madrinas y padrinos reciben un queso maduro de medio kilo a base de leche de cabra entera pasteurizada, un queso tierno Valle Oscuro de cabra y fermento de yogur, también de medio kilo y con sello Alimentos del Paraíso, y una cuña de queso El Raposín de trescientos gramos, curado en cueva y también de leche cabra, en este caso cruda. Todos ellos se elaboran con leche procedente de la granja Picurriellu, a la que se añade, únicamente, cuajo y sal.

Las piezas llegan al domicilio de padrinos y madrinas por correo, envasadas al vacío, y acompañadas, cada dos meses aproximadamente, de una carta en la que se explica cómo evoluciona la vida de la ahijada. “Les contamos en qué estado se encuentra el animal, si ha tenido crías, si está preñada, si da leche… Se explica la vida del animal y su día a día, a veces les mandamos un positivo en ecografía, otras una foto presentando a su hijo. No lo hacemos con una periodicidad determinada, para que sea una sorpresa. Así, las madrinas y los padrinos están expectantes cuando llega el paquete. ¿Habrá carta, no habrá carta?”, añade este experimentado quesero con indudables cualidades, también, para la comercialización de sus productos.

Un proceso sencillo

El proceso de apadrinamiento es sencillo. En primer lugar, se elige la cabrita, cuyas -irresistibles- fotos numeradas se pueden ver en la web de la quesería. A continuación, se envía la solicitud de apadrinamiento con el número y el nombre que se ha pensado para el animal; Aurelio ha podido constatar que la creatividad de madrinas y padrinos en este sentido no tiene límites: Josefa, Jenny, Mochi, Zafiro o Tía Ixiar, sobre cómo llamar a una cabra no hay nada escrito. Tras aceptar las condiciones de apadrinamiento, y clicando en un botón de ‘lo quiero’, se realiza el pago y, listos, la familia tiene un nuevo miembro, así como más calcio, proteínas y minerales. El primer envío de queso va acompañado de un pergamino que ‘oficializa’ el apadrinamiento y una foto de la cabra, que ya luce su collar personalizado con su nuevo nombre. El apadrinamiento se puede cancelar en cualquier momento avisando con quince días de antelación.

La experiencia, en cualquier caso, no acaba ahí; de hecho, se podría decir que no ha hace más que empezar. “Las madrinas y los padrinos pueden venir a visitarnos cuando quieran, y una vez al año les hacemos una visita guiada a la granja, con degustación de productos incluida. Abrimos las puertas y les explicamos todo, ven a su cabrita y pasan un día en la granja viendo cómo viven los animales, visitan la salas de maduración, la cueva, nos ven haciendo queso…”. ¿Identifican fácilmente a su animal? “Es algo que me continúa sorprendiendo. De mí, que soy feo y gordo y me han visto muchas veces en el mercado, y les he dado queso para probar, no se acuerdan, pero su cabrita, ¡saben cuál es nada más entrar!”, bromea Aurelio, que hace gala de un espíritu tan sano como el aire que respira en estos lares.

Haciendo amigas
Haciendo amigasQuesería Picurriellu

Las anécdotas que han ido acumulando a lo largo del tiempo son muchas, y comenzaron, prácticamente, desde el primer día. “Recuerdo cuando le comentamos al abogado que queríamos hacer este proyecto, y nos contestó con un ‘no’ tajante. Nos dijo que esto no se podía hacer, que nunca había visto esto de poner los animales en manos de otras personas”, detalla. “En realidad no es así, porque las madrinas y los padrinos están eximidos de toda responsabilidad, y esto queda claro en las condiciones. Enviamos un pergamino de apadrinamiento, pero no hay ninguna obligación vinculada a ello”, añade Aurelio. Se trata, en definitiva, de un proyecto para disfrutar del legado quesero artesano de una provincia como Asturias, a través de sus productos y de la cultura de producción y crianza de animales.

Vida de ‘confort’ y puerta abierta

El enclave de Quesería Picurriellu es excepcional, en una preciosa y amplia hondonada entre montañas, a pocos kilómetros del mar y con los Picos de Europa como espectacular telón de fondo. No es de extrañar que las familias de Aurelio e Irene lleven aquí ya casi un siglo, perpetuando una tradición quesera que comenzó hace tres generaciones. La pareja compró la granja a los padres del primero, que la construyeron en 1994 tras toda una vida dedicados a la elaboración de queso. Hoy, ambos trabajan y viven en ella con sus dos -felices- hijos de seis y nueve años, y sus cabras. “Somos de las pocas queserías artesanales que quedan con ganadería propia. Lo más importante para nosotros es que los animales tengan una buena calidad de vida y pasen el mayor tiempo posible en el exterior”, explica el quesero.

No nos extraña que las apadrinen de cuatro en cuatro
No nos extraña que las apadrinen de cuatro en cuatroQuesería Picurriellu

A este método de crianza lo llaman ‘confort total’, y razón no les falta. “Consiste en manejar los animales a base de confort. Bien cuidados, con una muy buena alimentación, espacios amplios… Así tenemos la capacidad de gestionar nuestra propia leche y saber qué estamos produciendo”, añade. No en vano, sus quesos lucen, en algunos casos, un doble sello: todos llevan el de Queseros Artesanos de Asturias, que certifica la fabricación artesanal de las pequeñas queserías de este territorio, y el el Valle Oscuru, como decíamos más arriba, el ya mencionado sello Alimentos del Paraíso, que distingue determinados productos únicos y exclusivos elaborados en el principado. Elaboran también algunos quesos con leche de vaca producida, igualmente, en Asturias.

Conocer la ganadería de primera mano

Si bien Quesería Picurriellu es una marca reconocida, Aurelio explica que el proyecto de apadrinamiento ha tenido un impacto muy positivo en la casa, aunque el incentivo económico no fuera la principal razón para llevarlo a cabo. “Podríamos sacar todas nuestras cabritas para apadrinamiento”, explica, “pero no es nuestra filosofía. Nosotros ponemos nuestro corazón en el proyecto, y lo que buscamos es que la gente pueda vivir de primera mano qué es la ganadería, cómo se fabrican los quesos artesanos, cómo es vivir en el entorno rural y que puedan valorar todo ello”.

Los quesos que recibes a cambio
Los quesos que recibes a cambioQuesería Picurriellu

Como sucede en la vida, no todo son buenas noticias. “Hace poco tuve que decirles a unos chicos de Valencia que su cabrita había fallecido; en estos casos, que pueden suceder, por ejemplo, a raíz de una mastitis, les ofrecemos la posibilidad de seguir apadrinando otra cabrita, que puede ser la hija. Nosotros siempre explicamos la realidad, porque a veces se tienden a endulzar las cosas, y para saber cuándo hay que reír, también hay que llorar”, reflexiona. En la actualidad tienen unas cincuenta cabras apadrinadas. Y curiosa y contrariamente a lo que pensaron en un inicio, no sólo son los urbanitas, sino también muchos vecinos del Valle, e incluso del pueblo, los que han apadrinado. “De hecho, he descubierto pueblos por aquí al lado que ni siquiera sabía que existían”, ríe.

Aquí se acaba de hacer la magia
Aquí se acaba de hacer la magiaQuesería Picurriellu

A las visitas guiadas, que también se pueden realizar sin ser parte del proyecto, de julio a septiembre y previa reserva, llegan personas que han probado el queso a través de madrinas y padrinos. Pero lo que más satisfacción les produce, explica, es la reacción de la gente, sobre todo de los niños, cuando ven al animal. Se percibe emoción en su voz. “Es espectacular y, si además te gustan los críos, como a mí, aún más. Cuando ven su cabrita, la reconocen enseguida; su reacción, la de ambos, en realidad, es increíble”. ‘Quesería de mi sin ti’ es un proyecto de confort, para cabras y para personas.

En la sección Producto del mes contamos la historia de comestibles que nos emocionan por su calidad, por su sabor y por el talento de las personas que los hacen. Ningún productor nos ha dado dinero, joyas o cheques-regalo del Mercadona para la elaboración de estos artículos.

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