La espuma de la cerveza Guinness esconde un secreto que no cuentan en la nueva serie de Netflix
Detrás de esa espuma blanca, densa y persistente que caracteriza a la cerveza irlandesa no hay magia, sino técnica e innovación

Se acaba de estrenar La casa Guinness, una serie de época con herencias, intrigas familiares y un escenario tan icónico como su cerveza. Pero mientras los personajes se pelean por el legado, hay otro misterio que merece su propia historia: la espuma perfecta de Guinness.
Si alguna vez te has quedado hipnotizado viendo cómo se sirve una pinta de Guinness, con esa cascada de burbujas descendentes y esa espuma que parece crema batida, es hora de entender qué hay detrás.
Una revolución silenciosa: Guinness, nitrógeno y el fin de los barriles de madera
Según The Oxford Companion to Beer, en 1959, con motivo del bicentenario de la marca, Guinness presentó por primera vez su cerveza nitrogenada al público. Fue en Inglaterra, tras tres años de desarrollo, y no en Irlanda, por temor a que el sistema no estuviera del todo listo. Hubo que esperar hasta 1964 para que la versión nitrogenada llegara a su país de origen.

Hasta entonces, la cerveza Guinness se servía como cualquier otra: en cask, en barriles de madera, con cerveza viva que seguía acondicionándose en el bar. El tirador era una bomba manual o directamente la gravedad. Pero con la llegada de los barriles metálicos, más higiénicos, más estables y fáciles de transportar, Guinness quiso mantener esa textura suave y sedosa que el método tradicional daba a la cerveza.
¿La solución? Una mezcla de gases: 70% nitrógeno y 30% CO₂. El nitrógeno no se disuelve fácilmente en el líquido, genera burbujas más pequeñas y densas, y da como resultado una sensación cremosa, sedosa y única. Así nació lo que originalmente llamaron “Easy Serve” y que luego se convertiría en uno de los sellos más reconocibles de la marca.
¿Y por qué esa espuma no se cae?
Cuando una Guinness se sirve con el sistema adecuado (grifo con restrictor plate o placa restrictora, mezcla de gases y el famoso servicio en dos tiempos), aparece una espuma blanca, densa y persistente que dura minutos. Esa capa actúa como una barrera que protege los aromas, liberándolos lentamente en cada sorbo. Además, ocurre un fenómeno visual fascinante: la “lluvia invertida”. Las burbujas parecen bajar en lugar de subir. No es magia, es física: el flujo del líquido y la densidad del nitrógeno generan una corriente descendente visible en las paredes del vaso.
Para que esa experiencia no se limitara a los bares, Guinness desarrolló en 1989 el famoso widget: una pequeña esfera de plástico dentro de la lata, presurizada con nitrógeno líquido. Al abrirla, la presión hace que el gas se libere y recree el efecto del tirador. El resultado: la misma espuma, en casa. Un invento premiado y replicado por otras cerveceras.

Y si te preguntas si todo esto del nitrógeno también llega a la Guinness sin alcohol, la respuesta es sí. La Guinness 0,0, lanzada recientemente, mantiene el mismo sistema de servicio y esa espuma densa tan característica gracias al uso de nitrógeno. Aunque no tiene alcohol, sí conserva la textura cremosa y la experiencia visual de la original. Es una muestra más de cómo la marca busca mantener su identidad incluso cuando se adapta a nuevas formas de consumo.
¿Y solo Guinness lo hace?
No. Aunque esta técnica sigue siendo marca registrada de la casa, otras cervezas también usan nitrógeno, sobre todo aquellas que buscan una textura suave y una espuma duradera. Algunas de ellas son:
- Milk Stout: dulces y cremosas, ganan cuerpo con nitrógeno.
- Cream Ale: ligeras y sedosas, el gas realza su textura.
- Red Ale y Amber Ale: con maltas tostadas, el nitrógeno aporta equilibrio.
- Coffee Beers: parecen un cold brew espumoso y perfecto.
Entonces, ¿qué esconde la espuma de Guinness?
Esconde historia, técnica e innovación. Esconde nitrógeno. Esconde una solución cervecera a un problema práctico, un deseo de preservar sensaciones. Y también una revolución silenciosa que empezó hace más de 60 años. Gracias a La casa Guinness, muchos se preguntarán qué tiene esa pinta negra que atrapa a generaciones. Y aunque el sabor tostado y el legado de marca son claves, esa espuma que parece un postre, esa textura que acaricia la boca y esa “lluvia invertida”, todo eso es mérito del nitrógeno.
Así que la próxima vez que te sirvas una Guinness ya sea en un bar o en la comodidad de tu casa (puedes conseguirla en varios supermercados, tanto la tradicional a 2,95 euros como su 0,0 a 4,15 euros), tómate un segundo antes de beber. Mira la espuma. Mira las burbujas. Mira cómo baja la lluvia en reversa. Y brinda por esa pequeña revolución gaseosa que cambió la cerveza para siempre.
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