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Las redes sociales y la Generación Z disparan la demanda de la mítica cerveza Guinness

La empresa Diageo, obligada a racionar el suministro a los ‘pubs’ del Reino Unido, prevé vender 300 millones de cervezas en Navidad después de que la Generación Z se apropie de una cerveza consumida hasta ahora por gente mayor o jugadores de rugby

Cerveza Guinness
Dos personas brindan con Guinness en DublínAlberto Marrupe Gutierrez (Getty Images)
Rafa de Miguel

El escritor James Joyce la llamó el “vino negro de Irlanda”. A pesar de que, a contraluz, su tono es más bien rubí. La cerveza Guinness es el símbolo por excelencia de ese país y de esa cultura. Una bebida nacional asociada con la gente mayor y los jugadores de rugby. Hasta ahora.

Gracias a las redes sociales y su capacidad de convertir en tendencia lo más insospechado, la empresa fabricante de la bebida, Diageo, se ha visto obligada a racionar su oferta y limitar el número de unidades que distribuye semanalmente en todos los pubs del Reino Unido, ante un ascenso sorprendente de la demanda.

“Hemos aumentado nuestra capacidad de suministro, y trabajamos con nuestros clientes para gestionar la distribución del modo más eficaz posible”, ha dicho un portavoz de la compañía.

Se calcula que, durante el periodo navideño, los bares británicos pueden servir hasta trescientos millones de unidades de la legendaria cerveza tostada.

Entre otras razones, porque se ha convertido en un artículo venerado por la Generación Z. En marzo del año pasado circuló la foto de Kim Kardashian en un pub londinense con una pinta de Guinness en la mano derecha, en su tradicional vaso ovalado, con el logo de la cerveza. En la otra mano llevaba una “baby Guinness”: licor de café y crema irlandesa por encima, en un vaso de chupito.

La cantante estadounidense Olivia Rodrigo apareció en mayo, durante uno de sus conciertos en Dublín, con una camiseta que llevaba la frase Guinness is Good 4U (La Guinness es buena para ti), un eslogan archiconocido en toda Irlanda hasta que, en la pasada década de los sesenta, razones de salud pública llevaron a suprimir una publicidad que inducía a cierto engaño sobre los supuestos beneficios nutritivos de una bebida alcohólica.

En los últimos seis meses de este año, la venta de Guinness ha aumentado un 24%, según ha informado el diario Financial Times. Las redes sociales se han inundado con fotos de la cerveza, a la búsqueda de la imagen perfecta que ofrece un Guinness bien tirada, con esos centímetros de espuma cremosa en la superficie.

ShitLondonGuinness (Guinness de Mierda en Londres) se ha convertido en todo un éxito. Ian Ryan, un irlandés de Cork que, como muchos compatriotas, acabó desplazándose a Londres para trabajar, se dedicó a mostrar en su cuenta de X (entonces, aún Twitter) las desastrosas cervezas que le servían en distintos pubs. Algunas, por no usar el vaso oficial. Otras, por una espuma que se derramaba por los bordes o se hundía fláccidamente, como un suflé. En algunos casos, por la suciedad o el desgaste del vidrio. Hoy el proyecto es una página web con venta de camisetas y gorras, y con cuentas en Instagram y TikTok.

Dice la tradición que la Guinness debe servirse en dos fases. En la primera se ‘tiran’ del barril dos tercios de la cerveza. Se deja reposar el vaso 119,5 segundos -sí, coma cinco- y se procede a llenar la pinta hasta el borde. De ese modo se logra la cremosidad de la espuma, su grosor exacto, y el tono rubí cristalino del líquido por debajo.

Pero este rito procede de un tiempo en que la bebida no estaba carbonatada ni pasteurizada, y se mezclaban en el vaso los contenidos de un primer barril con cerveza más plana y vieja y otro segundo con material más fresco. Era necesario dejar que las levaduras reposaran en el fondo para eliminar el aspecto turbio.

Hoy el rito de marras tiene más de cebo comercial que de eficacia práctica. Y cualquier experto que diga, al probarla, que una Guinness no está tirada correctamente, va de farol.

Como toda tendencia viral, el fenómeno Guinness viene acompañado de su propio reto, que usuarios e influencers intentan superar. Split the G, o Parte la G, consiste en dar un primer trago a la pinta, sin mirar al vaso, e intentar que la nueva línea de la superficie de la espuma parta en dos la “G” de Guinness dibujada en el vidrio. Algunos creen que la línea debe coincidir exactamente con la raya horizontal de la letra. Hasta creen ver una pícara simbología sexual en eso de dar exactamente con el punto G. Otros creen que deben quedar situada entre el dibujo del harpa ―el legendario símbolo de Irlanda, que la cerveza incorporó a su logo― y la palabra Guinness.

Y con estas tonterías, la empresa Diageo se ha encontrado con un regalo llovido del cielo. Acaban de invertir más de 36 millones de euros en su legendaria fábrica de cerveza de St. James´s Gate, en Dublín, y otros 240 más en una nueva fábrica en County Kildare.

Tim Martin, el dueño de la cadena de pubs JD Weatherspoon, con más de novecientos locales por todo el Reino Unido, ya ha advertido a Diageo que tendrá “duras palabras” para ellos si no son capaces de entregar a tiempo todas las Guinness reclamadas por sus establecimientos.

Pero quizá la estrategia acertada, como un bolso de Hermès o una joya de Tiffany´s, consista en hacer de una cerveza tan popular un artículo de lujo codiciado por su escasez.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.
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