Bastida, la marca creada por dos veinteañeras que revoluciona los uniformes de trabajo
Marta Soldevilla y Nagore Vitallé hacen proyectos a medida para comunicar la filosofía de empresas a través de su vestimenta y tienen una colección de prendas orgánicas para hostelería. Formaje, Marqués de Murrieta, Los 33 o Santa & Cole apuestan por ellas
El abuelo de Nagore Vitallé (Bilbao, 1995) tenía una sastrería en Bilbao y el de Marta Soldevilla (Barcelona, 1993) una fábrica de tejidos en Terrassa. Las dos crecieron rodeadas de telas, estudiaron moda y cuando se encontraron decidieron montar algo juntas. “Nos conocimos trabajando como diseñadoras para Thinking MU, una firma de Barcelona pionera en temas de sostenibilidad”, cuenta Vitallé. “Allí nos dimos cuenta de que la ropa que nos gustaba hacer era como nuestro uniforme del día a día. Y nos pusimos a darle vueltas a cómo conseguir ponerlo de moda”, añade Soldevilla. “Es algo que usa muchísima gente a diario, pero la propia palabra en español suena despectiva porque significa cortar a las personas por el mismo patrón. Mientras que en inglés, el término ‘work wear’ es ropa de trabajo, con el que nos sentimos más identificadas, ya que estas prendas no tienen por qué privar de libertad a la hora de expresarse. Al contrario, se puede contar mucho a través de ellas y es a lo que nos dedicamos nosotras”, recalca Vitallé.
El estudio de Bastida se esconde en un callejón de Terrassa (Barcelona), repleto de naves de ladrillo y pasado industrial, habitado por creadores de diferentes disciplinas como una asociación de circo, artistas plásticos o tostadores de café. Al fondo de este pasadizo, se alza la nave de la familia de Soldevilla y, en su interior, sobreviven un par de pequeñas máquinas antiguas que aún usa su nieta para coser. En una esquina de este espacio, un camping gas y utensilios de cocina evidencian las horas que las dos diseñadoras echan para sacar adelante su negocio emprendido en 2020. Y en otra, los burros con la ropa de su colección para hostelería y los prototipos de prendas confeccionadas en exclusiva para algunas empresas hablan del presente y futuro de su proyecto.
La primera en apostar por Bastida fue Clara Diez, activista del queso artesano y fundadora de Formaje. “Fue modelo en una de las colecciones de Sol dela villa, mi proyecto personal de ropa de pasarela”, explica Soldevilla. “Me contó que iba a abrir una tienda de quesos en Madrid en 2020, yo le expliqué la idea que teníamos en mente y nos encargó los uniformes antes de que terminásemos de concebir la marca”, recuerda. Este primer proyecto fue 100% a medida. “Diseñamos y produjimos unas prendas pensadas para llevar en una tienda donde hace frío, con colores que referenciaran al queso y unos tejidos naturales que incluyeran lana de oveja de rebaño trashumante”, cuenta Vitallé.
A raíz de esta colaboración, llamó a su puerta la prestigiosa bodega Marqués de Murrieta. “Es muy inspirador entrar en universos como el del vino, conocer expertos que te expliquen cómo lo elaboran, sensibilizarse con sus procesos y comprender su mundo para poder crearles la ropa. Para ellos hicimos los uniformes de los sumilleres y las batas del laboratorio”, dice Vitallé.
Después llegaron el restaurante Jasmino’s, de Bilbao, la tienda Santa & Cole, de Barcelona, y otros clientes que buscaban uniformes de trabajo de calidad, diseño y con conciencia ecológica. Pesando en ellos, en 2021 crearon una línea de ropa para hostelería de algodón orgánico y cortes sencillos, que personalizan con bordados para cada uno. El nicho de mercado existía y estas diseñadoras supieron escucharlo. Desde entonces, locales de moda como GLOP Bar de Vinos y Los 33, ambos en Madrid, o Tiberi Bar, en Barcelona, ya visten de ellas. Cada uno de los encargos les ha servido como campo de investigación y han construido una línea a seguir. “En moda el camino está muy marcado. Cuando sales de la carrera es complicado vivir de tus diseños, pero nosotras hemos montado un estudio de comunicación a través de los textiles”, cuenta Marta. “Mostramos el valor de una marca con la ropa. Le damos una vuelta a su estética teniendo en cuenta su filosofía y prestamos atención a las exigencias del mundo laboral como la funcionalidad, calidad y durabilidad de la prenda. Si el trabajador va cómodo, está a gusto y se siente orgulloso de lo que lleva puesto trabaja mejor”, asegura Vitallé. En su web, entre muchas de sus prendas, venden delantales (sin personalizar) por 65 euros y chaquetillas a 115 euros. Y la mayoría de sus clientes, como el restaurante Somni, que abrirá en las próximas semanas en Los Ángeles (California), presumen de su trabajo en redes.
Bastida significa andamio en catalán y su imagen es uno de perfil. “Elegimos este nombre porque es femenino y somos dos mujeres haciendo ropa de trabajo, un tipo de prendas normalmente pensadas para hombres”, dice Soldevilla. “De esto nos dimos cuenta al descubrir que hay muchos patrones para ellos que solo entallan, abren el escote o cambian de color para las mujeres”, añade. “Nosotras trabajamos para dar alternativas y atender a las diferencias de los cuerpos, teniendo en cuenta la comodidad de cualquier persona. El uniforme es una buena oportunidad para luchar contra las desigualdades de la mujer en el área laboral”, apunta Vitallé.
La cocinera Laura Veraguas, comprometida siempre con el medio ambiente, creyó en Bastida desde el principio. Fue imagen de su primera colección y, desde entonces, en su catering Veraguas se viste de ellas para trabajar. “Gracias a Laura podemos probar si prendas de nuestro catálogo como la chaquetilla son cómodas, por el diseño y los tejidos. Y así mejorar”, dice Nagore. Porque además de la parte estética, la selección de materiales es esencial para ellas. “En la ropa de trabajo el poliéster es importante por la durabilidad o la facilidad de planchado. Nosotras usamos uno reciclado y mezclado con algodón orgánico”, cuenta Marta sin mencionar la palabra sostenible. “Procuramos no decirla porque es imposible serlo al 100%, pero nos esforzamos por producir todo en talleres de Barcelona y alrededores. También hemos elaborado una guía para el cuidado de las prendas porque casi nadie sabe lo que significan los símbolos de lavado de las etiquetas y su buen mantenimiento, contribuye a alargar su vida y reducir residuos”, cuenta Vitallé. No pronuncian la palabra sostenible, pero con su trabajo demuestran que cada pequeño gesto en su búsqueda suma. Quien viste sus uniformes lo sabe.
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