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El vino de misa español que se puede comprar por menos de 7 euros y se vende en todo el mundo

En 1883, De Müller, una bodega de Reus recibió el Certificado Eclesiástico de pureza litúrgica, ganando así el derecho de ser la primera del mundo en conseguir el título de Proveedores Pontificios de la Santa Sede

Reportaje en Müller, la bodega de Reus que llena los cálices de misa de medio mundo. Foto: Gianluca Battista
Botellas de vino de misa dulce, de la bodega De Muller. La unidad se vende a 6,90 euros.Gianluca Battista

Si abriéramos una Biblia por cualquier página —o hiciésemos scroll por una virtual—, existiría una alta probabilidad de toparnos con alguna referencia al vino, pues hay muchas repartidas sus escritos. Quizá la más famosa sea la de las bodas de Caná, donde, según la tradición cristiana, Jesucristo convirtió el agua en tan noble líquido. Aunque no faltan tampoco las que aconsejan beberlo con moderación y advierten de las malas resacas.

Las primeras pruebas de la elaboración del vino lo sitúan algunos milenios antes de Cristo, pero el uso religioso del vino fue un motivo de su rápida expansión y también de su supervivencia. El barbarismo que sacudió Europa tras la caída del Imperio Romano puso en riesgo el cultivo de la vid, cuya protección por parte de la Iglesia, que necesitaba del vino para su celebración, fue clave, concentrándolo alrededor de monasterios, iglesias y conventos.

Aquel fruto hecho a gusto, disfrute y necesidad de su credo, seguía una serie de parámetros que se recogen en el Concilio de Florencia de 1438 y en otros textos religiosos posteriores. Entonces, las normas establecen que ha de ser fruto de la uva madura o pasificada y sin añadidos artificiales como conservantes, colorantes, azúcares, clarificantes o zumos. En cambio, sí se permite agregar sulfitos como antioxidantes o destilado de vino para aumentar el contenido de alcohol, que no debe superar los 18º. El color y el sabor son de libre albedrío. Y, en la actualidad, existe un vino elaborado en España, presente en muchísimas iglesias de los cinco continentes.

Camino a la Santa Sede

Bodega De Müller, a pocos minutos del centro de Reus (Tarragona).
Bodega De Müller, a pocos minutos del centro de Reus (Tarragona). Gianluca Battista

A pocos minutos del centro de Reus (Tarragona), Mas de Valls se extiende en un oasis de viñedos presididos por una antigua masía catalana del siglo XV y grandes naves. Ahí se ubica la Bodega De Müller. “Pero De Müller no es un apellido muy español”, confiesa Eduard Martorell con tono jovial. Su familia compró el negocio hace casi 30 años, aunque sus orígenes se sitúan más lejos, en tiempo y espacio, cuando don Augusto De Müller Ruinart de Brimont, perteneciente a una importante familia vitivinícola de Alsacia, salió de su país natal en busca de alguna zona en la que la plaga de la filoxera aún no hubiera hecho de las suyas. Así fundó en 1851 en Tarragona la bodega que llevaría su apellido. Aunque su trabajo estaba centrado en la exportación, el hermano de aquel joven emprendedor tenía vínculos muy estrechos con la Iglesia, con lo que pusieron en marcha la creación de un vino de misa que pudiera llegar a las altas esferas del catolicismo.

Dicho y hecho. En 1883, De Müller recibió el Certificado Eclesiástico de pureza litúrgica, ganando así el derecho de ser la primera bodega del mundo en conseguir el título de Proveedores Pontificios de la Santa Sede. Su vino de misa se sirvió en los cálices del país que más litros per cápita consumía desde el papado de Pío X hasta el de Juan XXIII. “Pero en el Concilio Vaticano II, en 1959, decidieron abolir los cargos de proveedores oficiales, tanto de vino como de togas, cirios y demás”, explica Martorell.

De las paredes de las oficinas de De Müller cuelgan los títulos que cada papado le extendía para renovar su relación comercial.
De las paredes de las oficinas de De Müller cuelgan los títulos que cada papado le extendía para renovar su relación comercial. Gianluca Battista

“Lo positivo de esto es que el cargo nació y murió con nosotros, lo que nos convirtió en la única bodega del mundo que lo sustentó. Y aunque ya no tengamos ese privilegio, aún indicamos que lo tuvimos en nuestro etiquetado. Además, tenemos la certeza de que nuestro vino de misa sigue vendiéndose en el Vaticano”, explica. En 1995, varias décadas después de desaparecer aquel cargo, la familia Martorell decidió comprar la bodega, conservando todo el patrimonio y las fórmulas de elaboración.

Vino añejo, nuevos destinos

Desde antiguas tinas hasta puertas, todo lo que se pudo reutilizar se trasladó al nuevo emplazamiento de la bodega en Reus. Aquellas barricas que visitó Alfonso XIII y entre las que Monseñor Tedeschini ofreció una misa que se conmemoró con una solera que sigue viva, encontraron allí su nuevo hogar.

“Los tres enormes fudres de vino de misa de segunda mitad del siglo XIX y de 60.000 litros de capacidad se transportaron sin desmontar en trailers”, comenta Martorell. “Construimos el techo de la nave después porque era la única forma de hacerlo. Desde entonces han venido boteros de todo el mundo a verlas”.

El vino de misa de De Müller triunfa en las iglesias de países de los cinco continentes. Países como China, donde el 90% de sus templos católicos lo compran, Filipinas o Colombia son algunos de ellos.
El vino de misa de De Müller triunfa en las iglesias de países de los cinco continentes. Países como China, donde el 90% de sus templos católicos lo compran, Filipinas o Colombia son algunos de ellos. Gianluca Battista

Entre barricas, más o menos grandes, Martorell explica que De Müller tuvo la fuerte influencia de Eduardo Vitoria, uno de los químicos españoles más prolíficos, cuyo ensayo El pan y el vino eucarístico marcaba las directrices para la elaboración de un buen vino de misa. “Básicamente, no debía ser intervenido, pero sí tenía que ser lo suficientemente estable para poder viajar grandes recorridos en barco, por lo que se pasificaba la uva en el viñedo y después se hacía la fermentación habitual”.

“Actualmente, cuando llegamos a cierta concentración de azúcar, paramos la fermentación con destilado vínico, obteniendo un vino de 15º. Además, oxigenamos el vino en bodega con barricas, por lo que creamos una triple protección —azúcar, alcohol y oxígeno—, exactamente con el mismo sistema que lo hacía la familia De Müller y en las mismas botas”. Gracias a su sistema de solera estática con madres de más de un siglo, sus variedades de garnacha blanca y macabeo dan a luz a un vino de misa que se exporta al mundo entero.

Eduard Martorell, enólogo de De Müller.
Eduard Martorell, enólogo de De Müller.Gianluca Battista

Las notas añejadas y el dulce toque de frutos confitados, mermeladas y pasas marcan el sabor de este líquido ámbar del que se vende alrededor de un millón de litros al año. “Además de los formatos de embotellado y a granel, hay países en vías de desarrollo a los que exportamos y que realmente no pueden darle uso a un recipiente de cristal, así que prefieren bidones en los que después puedan almacenar otras cosas”, explica el actual dueño de la bodega.

Mientras la venta a particulares y restauración es residual —se vende online en su web a 6,90 euros la botella—, el vino de misa de De Müller se vende para iglesias de países de medio mundo. China, donde el 90% de sus templos católicos lo compran, Filipinas o Colombia son algunos de ellos. Sin embargo, en Europa es donde menos comercializan este producto que, a lo largo de los años, se ha desplazado a las mesas durante el postre. “En el otro extremo están continentes como África, donde países como Kenia, Togo, Benín o Camerún hacen un gran consumo”, añade.

De las paredes de las oficinas de De Müller cuelgan no solo los títulos que cada papado le extendía para renovar su relación comercial, sino también el beneplácito del Arzobispado de Tarragona para vender su vino como vino de misa. De hecho, también se puede adquirir en la Catedral de Tarragona, una de las pocas catedrales de España donde se vende vino.

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