Arquitectura de vanguardia y clásica en tiempos digitales
El programa BIM de dibujo se impone, pese a su complejidad, como la herramienta para diseñar edificios sostenibles y verdes

La arquitectura es una profesión extraordinaria. Es una de las pocas actividades del ser humano, en estos días, donde aún cabe la disidencia. Las tecnologías arrastran ese apellido constante de útiles y necesarias. En esta actividad, los paréntesis son fundamentales. Las opiniones resultan tan diferentes como los proyectos que presentan varios estudios para un mismo concurso. Desde hace una década, el software Building Information Modeling (BIM) se ha impuesto en bastantes oficinas. Es el sucesor del famoso AutoCAD. Un programa de dibujo. En estudios como Carlos Lamela resulta básico manejarlo para cualquier joven arquitecto. Una prestigiosa profesional, que pide no ser citada, lo define así: “Se utiliza para crear y administrar datos durante el proceso de diseño, construcción y puesta en marcha”. Por ejemplo, en una línea trazada con este programa, aparece el material, sus características y las condiciones de la colocación. “Integra datos multidisciplinares con el fin de crear representaciones digitales detalladas que se administran en una plataforma abierta en la nube con el fin de permitir la colaboración en tiempo real”, añade.
Pero es el presente. Desde el estudio RCR Arquitectes —premio Pritzker en 2017— cuentan que “estas tecnologías, implementadas cuidadosamente, son herramientas valiosas para mejorar la eficiencia, reducir costes y facilitar el cumplimiento de certificaciones como Leadership in Energy and Environmental Design (LEED) o Building Research Establishment Environmental Assessment Methodology (BREEAM)”. Su última propuesta en los Emiratos Árabes —el rascacielos residencial Veil, de 380 metros de altura, en Dubái— está proyectada con este software y realmente impresiona. Recuerda una escultura habitable de ese extraordinario artista que fue Richard Serra (1938-2004). Pero esto es lo que provoca la arquitectura, un diálogo entre diferentes pensamientos y eras: “Resulta importante no perder de vista la esencia humanista y emocional del diseño arquitectónico. La tecnología nunca debe imponerse sobre el proceso creativo ni desconectarse de la experiencia sensorial que buscas transmitir en los proyectos”. Esta es la mirada de otro grande: Pachi Mangado.
Mangado, como Norman Foster, dibuja a mano, aunque algunos miembros de su equipo manejan BIM. El arquitecto navarro comparte también una visión humanista de su oficio. “Vivimos un tiempo de una enorme inflación de normas, que socava la libertad creativa”, reflexiona. Su propuesta es clásica y a la vez innovadora. “No hay mayor economía circular que un edificio que dure 1.000 años”, afirma. Como los proyectados en la Roma antigua a partir de rocas centenarias. “Y todas estas calificaciones LEED o BREEAM, sin duda, tendrán su valor, pero también detrás existen intereses económicos”. El problema al utilizar softwares como el BIM, añade, es que hay pocas constructoras que lo manejen.
Beneficios tangibles
La arquitectura, desde la noche de los tiempos, trasciende la vida del ser humano; la sobrepasa. Y como todo diálogo tiene sus defensores. El Estudio Lamela lleva usando BIM desde hace tiempo y crea sus proyectos con este software. “Representa una revolución arquitectónica, ya que varía el modo de proyectar”, observa Carlos Lamela, director de la oficina. Y añade: “Este sistema permite preconstruir conforme a un modelo en 3D que abarca todos los elementos que definen el sistema constructivo”. La tecnología ha calado en la industria. “La introducción de la inteligencia artificial (IA) en la creación de imágenes ha cambiado el proceso creativo y transformado la manera en la que concebimos, presentamos y visualizamos los proyectos arquitectónicos”, sintetiza Lamela. Aparece en los materiales, las texturas, las luces, las sombras.
Sin embargo, de vuelta a este diálogo, Alberto Campo Baeza (premio Nacional de Arquitectura 2020) sostiene que “el BIM lo entiendo como un instrumento más. Pero no cambia la realidad frente al uso del clásico AutoCAD. Quizá es un programa que te ayuda a ser más eficaz y ordenado”, admite. Jamás nombra las palabras creativo o brillante. Sí cita su último proyecto. En pleno tercer milenio —se lee en su web— han recreado un retablo en una iglesia en el centro de Madrid: la iglesia-basílica de la Virgen Milagrosa, en la calle de García de Paredes. “Abrimos un hueco cuadrado en el centro, en alto, en el muro de ladrillo del ábside. De esta manera se consigue la mayor cantidad de luz natural. Para recoger esa luz construimos un cubo de vidrio blanco translúcido, gran parte del cual queda al exterior, recibiendo la luz del día”, describe.
En esta continua conversación que es la arquitectura, Ana Sánchez-Ostiz Gutiérrez, responsable de Estrategia Internacional del Máster Urbanístico en Diseño y Gestión Ambiental de Edificios (MDGAE) de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra, da más fuerza a ese sistema de dibujo que en el fondo es el BIM. Si a su potencial se añaden programas como DesignBuilder, resulta muy valioso para encontrar, por ejemplo, soluciones energéticas: te permite calcular el gasto de energía del edificio o identificar en una obra los puntos críticos. Otro espacio desconocido de estas siglas es la normativa. “En las licitaciones públicas de más de dos millones de euros te exigen BIM”, apunta la experta. Si se combina con inteligencia artificial, su capacidad crece exponencialmente permitiendo calcular todo tipo de gastos; el empleo de materiales o, a través de sensores, para calcular las necesidades reales de una infraestructura.
Tecnología en los cimientos
Tiempos de siglas. BIM e IA. La inteligencia artificial, explica Hugo Berenguer, socio y consejero delegado de Rafael de La-Hoz Arquitectura, puede resolver problemas rutinarios, como aportar opciones de distribución de una vivienda, redactar memorias e incluso es capaz de aprender “cuál es tu proceso de diseño”. Algo así como de qué forma dibujas. La IA facilita la toma de decisiones y eso significa ser más eficientes. A su lado, el BIM. “Es una herramienta muy potente porque te permite tener un control técnico del proyecto muy alto, aunque exige una capacitación bastante elevada en los usuarios y los plazos del desarrollo de las iniciativas son, a mi juicio, más largos”, zanja. El futuro lleva nombre de mujer: BIMIA.
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