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El legado inmortalizado de Luis Vallejo, el coleccionista de bonsáis

El paisajista, que dirige el Museo del Bonsái de Alcobendas desde 1995, ha publicado un libro que retrata de forma poética la colección de ejemplares que ha recopilado a lo largo de toda su vida

Museo del Bonsai Luis Vallejo
Luis Vallejo en el Museo del bonsái de Alcobendas.Jaime Villanueva
Ixone Arana

El ejemplar de la entrada ha vivido más de 300 años como árbol, pero solo 80 como bonsái. “El valor no es la edad. La edad te permite tener un tronco con mucho más carácter, pero el verdadero valor es el diseño, la forma que tiene”, explica Luis Vallejo (Madrid, 69 años), propietario de la colección a la que ha dedicado más de cuatro décadas y que ahora forma parte del Museo del Bonsái Luis Vallejo, en Alcobendas (Madrid). La edad no es importante, pero el tiempo es fundamental. Bonsái es una palabra de origen japonés que significa literalmente bon (bandeja) y sai (árbol) y consiste en el arte de cultivar árboles y plantas controlando su tamaño. Frente a otras obras de arte cuyo interés radica en que se mantengan inmutables, lo que atrapa del bonsái es ser testigo de los sutiles cambios que lo van transformando gracias al paso de las estaciones y la paciencia de su cuidador. “Esto lo estás modelando toda tu vida”, corrobora Vallejo.

No lo dice por decir. Su primer bonsái se remonta a los años sesenta, al vivero de su padre, cuando él era un niño de 14 años. “Me queda uno de aquella época que anda por ahí”, recuerda. Hay especies a las que guarda un cariño especial y no piensa cambiar “salvo por necesidad extrema”, pero el espacio de la instalación es limitado y la colección no deja de crecer. “De vez en cuando, encuentro algún ejemplar por el monte y me la traigo o cuando voy a Japón vuelvo con uno. Pero ahora estamos en fase de adelgazar la colección”, reconoce. Como no hay hueco para todas las obras que Vallejo ha recolectado a lo largo de toda su vida ―donde se incluyen tanto los bonsáis como los pedestales, las mesas y otras esculturas que los acompañan―, actualmente hay 100 obras expuestas y otras “ciento y pico” guardadas, reparándose o alternándose.

Un ejemplar de ciprés de Hinoki expuesto en el Museo del Bonsái Luis Vallejo de Alcobendas, en Madrid.
Un ejemplar de ciprés de Hinoki expuesto en el Museo del Bonsái Luis Vallejo de Alcobendas, en Madrid.Jaime Villanueva

Recorrer los caminos del pequeño museo al aire libre es un ejercicio de relajación. Se oye el canto de los pájaros y se huele el aroma que desprenden las hojas del tilo, uno de los pocos árboles del espacio que mantiene su tamaño natural. “Este es el mayor antidepresivo que hay sobre la tierra”, asegura Vallejo inspirando bajo sus ramas. Confirma que todos los árboles tienen una historia y la de algunos es muy especial. “Este es el de Gabriel García Márquez”, explica sosteniendo en sus manos un pequeño olmo japonés con forma de escoba invertida. El Nobel de Literatura se lo regaló al expresidente del Gobierno Felipe González ―también firme amante de los bonsáis e íntimo amigo de Vallejo desde hace décadas― a finales de los ochenta, tras una visita al país nipón para entrevistar al director Akira Kurosawa sobre la posibilidad de adaptar al cine la novela El otoño del patriarca, según relata el actual custodio del bonsái: “Lo compró en un vivero en medio de Tokio y se lo trajo en una maleta cuando solo era un palito con tres ramas”.

Parte de estas historias se cuentan en A los pinos el viento (Turner, 2023), un libro que presenta los árboles de la colección de Vallejo no desde la ciencia botánica, sino desde la poética y el tiempo de su diseño y creación. “Quería expresar una idea que no es solamente pedagógica, que sencillamente es expresiva”, comenta el coleccionista. Ese influjo del paso del tiempo en los bonsáis se refleja a través de 101 fotografías tomadas a lo largo de tres años por Fernando Maquieira, al que, en el registro de la imagen, se suma el preámbulo de Carmen Ballvé. El de la palabra lo abre la presentación de Felipe González. “La última vez que le vi fue cuando le llevé el primer ejemplar de la edición especial. Tomamos algo y le encantó”, recuerda Vallejo, cuyos cuadernos de dibujos completan la narración del libro junto al relato que traza el poeta José María Parreño. “Es un libro que emociona porque está lleno de evocaciones”, garantiza.

Imagen del interior del libro 'A los pinos el viento', que muestra el retrato de la colección de bonsáis de Luis Vallejo desde un acercamiento poético.
Imagen del interior del libro 'A los pinos el viento', que muestra el retrato de la colección de bonsáis de Luis Vallejo desde un acercamiento poético.fernando maquieira

Además de autor y propietario de esta colección de bonsáis, Vallejo es un paisajista de larga trayectoria. Entre sus muchos proyectos nacionales e internacionales destacan los jardines del hotel Royal Mansour en Marrakech ―encargo del rey Mohaamed VI―, los del Hospital Universitario Río Hortega en Valladolid o los de la Ciudad Financiera del Banco Santander y la torre Castellana 81, en Madrid, así como los dedicados a fincas privadas en España, Italia, Israel, Marruecos y Oriente Medio. La calma que irradia mientras se coloca un sombrero para protegerse del sol durante la visita contrasta con la viveza que exige su apretada agenda. “Mañana me voy a Marruecos, luego a Canarias, la semana siguiente me toca Tel Aviv y la siguiente, a lo mejor, viajo a Sicilia por una exposición. La semana siguiente vuelvo a Marrakech, luego a Rabat… en un año calculé y me pegaba casi 180 días al año fuera, lo cual es una barbaridad”, reconoce.

Todo ese ajetreo hace que valore todavía más el aura de paz que emana el museo, que se mantiene gracias a un pequeño equipo de personas que lo ayudan a cuidarlo cuando él no está. “A mí este sitio me encanta”, confirma. Sin embargo, el futuro de su colección de bonsáis, considerada una de las mejores del mundo tanto por los ejemplares como por la manera de exponerlos, no está garantizado. Los costes de mantenimiento de un muestrario tan frágil como este son muy elevados y el apoyo institucional prácticamente nulo, según Vallejo. “Mi empresa es la que cubre todos los gastos menos una cantidad simbólica que nos da el Ayuntamiento. El destino de la colección va a ser o que se arregle esto o que nos vayamos a otro lado”, lamenta el paisajista, que liga la permanencia del trabajo de toda su vida a la posible constitución de un patrocinio o fundación para dejar de depender de ayuda externa.

El museo fue diseñado por Vallejo con la asistencia del arquitecto Antón Dávila, en el estilo de un jardín japonés, incluyendo un estanque con peces 'koi'.
El museo fue diseñado por Vallejo con la asistencia del arquitecto Antón Dávila, en el estilo de un jardín japonés, incluyendo un estanque con peces 'koi'.Jaime Villanueva

El Museo del Bonsái Luis Vallejo puede visitarse de martes a viernes de 11.00 a 14.00 y los fines de semana y festivos se amplía ese horario a las tardes, de 16.00 a 18.00. Cuando sus múltiples viajes le dan un respiro y está en Madrid, a Vallejo le gusta visitarlo los sábados, con el resto de la gente. “Vengo para relajarme y disfrutar, pero no puedo evitar fijarme en lo que hay que hacer después”, confiesa el director y conservador del espacio. Porque aunque no lo parezca, todo está colocado de una manera estrictamente intencionada para que la luz, la sombra, la humedad... muevan cada figura de una manera determinada. “Todo va cambiando para bien o para mal, como nos ocurre a nosotros. A veces dicen que se les está forzando, pero no es así, se está acompañando a un ser vivo y expresándose artísticamente a través de él”, reflexiona.

Uno de los bonsáis de los más de 100 que hay expuestos actualmente en el museo, que abre todos los días menos los lunes.
Uno de los bonsáis de los más de 100 que hay expuestos actualmente en el museo, que abre todos los días menos los lunes.Jaime Villanueva

Los lunes, como este en el que Vallejo se presta a la visita, es el único día de la semana que el museo cierra sus puertas al público. Aun así, ha aprovechado para invitar a unos amigos a comer en su jardín antes de emprender su próximo viaje. “Paso tanto tiempo fuera que, cuando vuelvo y abro la puerta, mis hijos le preguntan a su madre que quién es ese señor”, bromea. Su otro gran legado, los bonsáis, lo esperan pacientes a cada regreso. Cada uno en su pedestal, aparentemente inmóviles, pero transformándose poco a poco con cada rayo de sol.

Me ha agitado Amor los sentidos / como en el monte se arroja a los pinos el viento, reza el verso del poema de Safo que ha inspirado el nombre del libro. Un libro donde ahora, pase lo que pase con la colección, sus bonsáis han quedado inmortalizados para siempre.

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Sobre la firma

Ixone Arana
Es redactora de Estilo de Vida. Antes de incorporarse a EL PAÍS, donde también ha escrito para la sección de Madrid, trabajó en 'Cinco Días', principalmente en la sección de Fortuna. Graduada en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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