Un viaje sensorial por la cultura ‘techno’
La música electrónica y la estética futurista se fusionan en la exposición ‘You got to get in to get out’ de la Casa Encendida
La música electrónica invita a seguir el ritmo. Los bailarines suceden tímidos pasos. Siguen una meticulosa coreografía. El compás va in crescendo a la vez que sus cuerpos se aceleran. Alzan los brazos, dan vueltas, mueven la cabeza y giran sobre ellos mismos. Higher xtn de Michele Rizzo es una de las actuaciones de la exposición You got to get in to get out de la Casa Encendida. Un programa que ahonda en la cultura techno a través de diferentes disciplinas, como la danza, el arte y la producción audiovisual.
La exposición ofrece un recorrido inmersivo por los elementos fundamentales de la música electrónica hasta el próximo mes de enero. Se trata de un viaje sensorial por una gran pista de baile formada por cinco salas independientes. El proyecto, gestado durante más de dos años, nace a partir de la experiencia propia de los artistas con la música electrónica. Los repentinos cambios de luces, sonidos estridentes y movimientos aleatorios de las obras trasladan al espectador a un club nocturno a través del oído, la vista y el tacto.
Una cortina negra esconde una instalación de esculturas lumínicas de inspiración art decó. Se trata de un circuito electrónico que sonoriza la electricidad de los cables. Un sonido estridente se repite cada cuatro minutos para crear un ritmo plástico que inunda la habitación. La sala está presidida por seis esculturas compuestas por luces rojas y blancas que se encienden y se apagan constantemente. La artista, Alona Rodeh, utiliza el espacio para simbolizar el conflicto entre la noche y la música como arma de reflexión. “Se siente como un verdadero blackout”, comenta Carolina Jiménez, la comisaria de la exposición junto a Sonia Fernández.
El autor Tony Cokes revela que la música electrónica es una convivencia híbrida que tiene múltiples orígenes a través de un texto sonorizado. El escrito digitalizado de la pantalla cambia al ritmo de cuatro por cuatro del minimial techno, un subgénero que se caracteriza por el uso de la repetición. El uso experimental del sintetizador se fusiona con estilos de música de raíz afroamericana como el funk o el free jazz y una estética futurista basada en la ciencia ficción. La cinta de 30 minutos presenta la transcripción de entrevistas de artistas de Detroit que discuten la relación entre sus prácticas, las tradiciones musicales afroamericanas, y cuestiones de política racial, percepción e identidad.
La exhibición busca las huellas de la música electrónica en diferentes lugares del mundo como Berlín, Detroit, Chicago y Jamaica. La producción audiovisual del cineasta Jon Akomfrah, The Last Angel of History, se proyecta en una televisión de tubo en una pequeña sala de paredes rojas. La película de 1995 mezcla la ficción y la investigación sobre el afrofuturismo, corriente cultural que mezcla la fantasía con cosmogonías no occidentales. Un ladrón de datos que viene del futuro viaja al presente a través del tiempo. Las escenas con naves intergalácticas desvelan como el bombo, uno de los instrumentos básicos de la música electrónica, fue la primera tecnología de esta estética cultural, que llegó a las plantaciones del sur de Estados Unidos a través de los esclavos africanos. “El afrofuturismo tiene una vinculación fundamental con la tecnología que conduce a la posibilidad de pensar en un horizonte utópico”, explica Jiménez.
La creadora Lucía C. Pino se inspira en salas autogestionadas de música electrónica de Valencia e Italia, donde exploró “la improvisación y la toma de decisiones de manera intuitiva que rodean los clubs” a finales de los noventa. Su obra está formada por una pieza arquitectónica de tubos de aluminio y otra más menuda elaborada con yeso que recuerda a las sustancias recreativas que se ingieren en estos lugares.
De una pared blanca cuelga una chaqueta acolchada, más conocida como ‘bomber’, una prenda de ropa que identifica a las subculturas de techno más jóvenes. Tanto aquellas que usaban los militares en los años 70 como las chaquetas comerciales de los 90 siguen el mismo patrón de producción. “Es un elemento industrial que resignifica el discurso de muchas comunidades como estrategia para la propia supervivencia”, explica la artista Paula García-Masedo. “La juventud ha incorporado a su estilo las chaquetas que vienen del mundo militar como una forma de desvincularse de nociones de violencia como el patriarcado”, concluye la madrileña.
La inmersión continúa en una sala donde se proyecta una película 3D de Cyprien Gaillard. Los movimientos a cámara lenta de las hojas de robles y plantas exóticas recrean un universo paralelo que conecta con el subconsciente. Las imágenes, grabadas en Cleveland, Los Ángeles y Berlín, se confunden con el fondo marino. La interpretación se deja en manos de la imaginación de cada espectador, que se sumerge en un gran club de música electrónica gracias a los elementos sensoriales dispuestos en el recorrido.
Cuándo: Del 7 de octubre al 9 de enero. Dónde: Casa Encendida (Ronda de Valencia, 2) Precio: exposición gratuita y actuaciones desde 5 euros.
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