“El techno es música negra”
Derrick May, uno de los padres del 'techno' de Detroit, actúa el viernes en Sónar y graba un mix exclusivo para EL PAÍS y traza un retrato de la ciudad que le vio crecer
Derrick May fue a ver a un amigo a su casa cuando tenía 14 años y se encontró a su hermano pequeño jugando al ajedrez. El chaval, un tal Juan Atkins, echaba una partida contra si mismo en el nivel 3 de la máquina. “Como Spock en Star Treck”, recuerda May, que se sentó con él a jugar. Aquel prodigio del tablero era un tipo inteligentísimo que enseguida atrajo la atención de su nuevo rival. Se hicieron amigos, empezaron a salir por ahí y a interesarse por la evolución del sonido. Junto a Kevin Saunderson, a quien conocía del colegio, sentaron las bases de la música que cambiaría para siempre la escena de baile. May, que actúa en Sónar el próximo viernes, ha grabado un mix exclusivo para EL PAÍS (como en los buenos tiempos no ha querido proporcionar el tracklist) para conmemorar el 20 aniversario del festival y los más de 30 años de la fundación de aquel invento llamado techno. “Éramos muy jóvenes y no sabíamos lo que hacíamos. Pero sobrevivimos. Y todavía somos dueños de nuestra música, tenemos nuestros copyrights, controlamos nuestro destino… Tenía que ser aquí, ¡en Detroit!”
Mientras conduce su coche por una de las autopistas de la enorme y un día hiperindustrializada ciudad, con la cámara conectada del Skype en su móvil (lo lleva fijado en un soporte, no se inquieten), traza el retrato de aquel fenómeno. “A Detroit le queda mucho tiempo para volver a ser cool. Es duro vivir aquí. Y no solo por la violencia. Es complicado encontrar escuelas, tiendas, privilegios o cualquier cosa que se te pueda ocurrir. Tienes que hacer sacrificios. Es algo que pasa desde 1950. Es una ciudad que nunca ha sido terminada de construir. Siempre que ha habido alguna nueva idea de desarrollo no se ha concluido. El centro se trasladó a otra área, pero luego lo devolvieron a su lugar original. El transporte público se fue a la mierda cuando decidieron que la meca de la industria del automóvil no podía tener un buen servicio público. Detroit es una ciudad construida alrededor de sus autopistas”.
La ciudad ha perdido un 30% de población en la última década, se han cerrado un montón de escuelas y ha aumentado la delincuencia. Y no es que eso no hubiera sucedido nunca, pero se puede decir que se ha tocado fondo. Aún así, May, con una hija de ocho años y pese a haber tenido cientos de oportunidades, nunca se planteó mudarse definitivamente. “Es mi casa, pero además siento una responsabilidad con mi comunidad musical. El respeto y la comprensión sobre lo que hicimos me hace quedarme. Hay una continuación artística de todo aquello 30 años después. Tampoco creas que sé muy bien por qué lo hago. En Detroit solo quedamos los que queremos estar aquí, el resto se largó. Y esa es una perspectiva alucinante”.
Pese a la clara denominación de origen del house y el techno cuando nacieron, ambos siempre fueron géneros que triunfaron más en Europa que EEUU. May, autor de Strings of life, uno de los himnos más importantes del techno, considera que la culpa fue de las radios. Pero también encuentra en el asunto una cierta cuestión racial. “No quiero ir a la mierda de blancos y negros, pero eso tuvo que ver también. Intentaron darle demasiadas vueltas. En Europa eso no era importante. La música era lo primero. Aquí no supieron como etiquetarlo”. Pero entonces, ¿podemos considerar el techno como música negra? “Sï, claro. Pero los negros no se dan cuenta. La radio negra americana se convirtió en un momento dado en algo horrible. Nos hace parecer estúpidos y la música es algo secundario. Es como un centro comercial, pero es la mentalidad americana. Las raíces del techno son negras. Los primeros días lo fueron. Y no es que los chicos blancos se lo llevaran, sino que las emisoras de radio le dieron la espalda”.
“Éramos muy jóvenes y no sabíamos lo que hacíamos. Pero sobrevivimos. Y todavía somos dueños de nuestra música Derrick May
Si hay algo que saca de las casillas a Derrick May (como a muchos de sus colegas de la época) es la irrupción ahora de la música electrónica en EEUU. No entienden cómo puede ser que después de 30 años lleguen Skrillex y compañía y sonrían a la cámara con cara de haber descubierto la sopa de ajo. “Lo más desafortunado de esta estupidez es que la industria ha dado carta blanca a estos chicos sin ningún sentido de la historia. Nadie ha relacionado este fenómeno con todo lo que había antes. Como si no hubiera habido nada. Es increíble, y muy triste. Y lo peor es que a los chicos que lo escuchan se la suda. Jeff [Mills], Carl [Craig] Kevin [Saunderson] o yo creemos que es muy triste que nadie pretenda contar esta historia.Nosotros creamos el techno, pero no dijimos que antes de eso no hubiera nada. Hablamos de Kraftwerk, de Jean Michel Jarre, de Giorgio Moroder o de Yellow Magic Orchestra…", dice profundamente enfadado. Sónar, en su 20 aniversario, le rendirá el correspondiente tributo. Utilizando, para empezar, su Strings of life como banda sonora del vídeo promocional del festival.
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