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Cómo el coronavirus cambiará para siempre a los hospitales

Los centros sanitarios comienzan el repliegue y esperan que la evolución de la pandemia permita una reestructuración que mejore el sistema sanitario

Agustín Utrilla, director médico del Hospital Ramon y Cajal de Madrid.
Agustín Utrilla, director médico del Hospital Ramon y Cajal de Madrid.©Jaime Villanueva
Isabel Valdés

“El peligro es que se nos olvide demasiado rápido cómo estábamos hace un mes”, advierte Agustín Utrilla al teléfono. El director médico del hospital Ramón y Cajal, en Madrid, asistió a la transformación “furiosa” de un edificio que lleva pisando los últimos 38 años. Ha llegado a apuntar en su hoja estadística 35 fallecidos en un día, el sábado anotó cuatro; el 30 de marzo alcanzaron los 103 críticos en UCI, este fin de semana tenían 57; 891 pacientes de covid-19 ocuparon camas, hace unos días lo hacían 346. Los números dieron cuenta del jaque del virus al sistema sanitario en Madrid y los números la dan ya, desde hace dos semanas, de una recuperación paulatina, cautelosa y algo incierta. Y con la mirada fija en algunos cambios que ha provocado la pandemia y que esperan convertir en permanentes.

Ese paso “lo va a marcar la evolución del virus, el confinamiento y cómo salgamos de él, despacito”, recuerda Rubén Flores, director de Enfermería del Gregorio Marañón, que apunta a mayo y junio para que los cambios que han comenzado se estabilicen, y otoño para, más o menos, respirar con normalidad. “Tenemos un pie fuera, empezando a redefinir el hospital, recuperando cierta atención asistencial; preparando circuitos para coronavirus y para otras patologías. Aunque para todo eso hace falta que los profesionales vuelvan a sus unidades de referencia”, alega.

Como en el Marañón, ocurre en todos los hospitales de la Comunidad de Madrid. Cuando llegó la pandemia, las plantillas se cuadraron frente a ella, aunque todos los centros, grandes y pequeños, lograron salvar zonas limpias. En el Ramón y Cajal, por ejemplo, se mantuvieron 80 camas. "Van siendo más, como la actividad quirúrgica y algunas consultas no demorables”, señala su director médico. En el Ramón y Cajal, el día de inicio “de la marcha atrás” fue el 8 de abril: “Limpieza profunda. Vino la UME con peróxido para las zonas que podían dejar de ser para esta infección”. Tienen ya a los pacientes separados: un ala para coronavirus, otra para el resto, con unos 400 en cada espacio.

Vuelta de las urgencias habituales

Las últimas dos semanas han reflejado un descenso claro en la presión asistencial. Las urgencias son el mejor espejo. En el Marañón, las especialidades médicas y quirúrgicas llegaron a reducirse a un tercio la mayoría, algunas como traumatológica o dermatológica quedaron a un 10% de lo habitual; oncológica y neurológica, sobre un 50% y solo nefrológica y el área cardiaca mantuvieron las cifras durante lo peor de la pandemia.

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El jefe de ese servicio, Juan Antonio Andueza, se preguntó durante semanas “¿dónde estaban los infartos, los ictus, los enfermos habituales?”. Su equipo atendió la segunda quincena de enero a 7.396 personas, la segunda de marzo a 4.010, “mayoritariamente covid”.

“¿Dónde estaban los infartos, los ictus, los enfermos habituales?”
Juan Antonio Andueza, jefe de servicio de Urgencias del Gregorio Marañón

Los ingresos desde su área también fueron una señal de lo que ocurría: “En la segunda quincena de enero se ingresaron 892 pacientes de todos los que vimos, el 12%, y en plena epidemia, la segunda quincena de marzo ingresamos 1.721, el 42,92%”. Acudieron menos pacientes, pero triplicaron la necesidad de ingreso. Ocurrió igual en el Ramón y Cajal, en un día normal atienden más de 450 urgencias de las que se ingresan alrededor de 25, “con la pandemia si llegaban 150, ingresábamos a 100”, recuerda Utrilla.

La unidad para covid-19 del Hospital Ramón y Cajal.
La unidad para covid-19 del Hospital Ramón y Cajal. ©Jaime Villanueva

Ahora mismo no temen un desbordamiento por coronavirus en urgencias, de ingresos o en sus UCI, pero toca arremangarse para lo que viene. Pacientes que han aguantado en sus casas por miedo al contagio en los hospitales con patologías agudizadas o listas de espera quirúrgicas o de especialidades. En el Ramón y Cajal, que operan unos 3.000 pacientes al mes, tuvieron 1.391 en marzo, y en abril, hasta este sábado, 237. Utrilla explica que ya han establecido “como protocolo para los preoperatorios que se haga una prueba PCR [de diagnóstico del coronavirus] al paciente”.

También es el turno ya de la recuperación de servicios como obstetricia y ginecología, que se centralizaron en cuatro hospitales al comienzo de la crisis (La Paz, Gregorio Marañón, Doce de Octubre y Puerta de Hierro-Majadahonda). En el Severo Ochoa, en Leganés, uno de los hospitales pequeños de Madrid más atizados por el virus, llegaron a no tener libre ni un rincón y pegaron con esparadrapo a la pared el oxígeno para los pacientes que esperaban ingreso. “Estamos ya limpiando la maternidad para poder recuperar el área, tenemos enuUrgencias menos pacientes de los que suele ser un día malo en contexto normal [unos 80] y hemos conseguido liberar ya varias zonas para pacientes no covid”, explica el hospital.

Cambios a futuro

Esta regresión tocará también las agendas, paralizadas para lo no urgente durante la crisis. El Severo Ochoa asegura que han comprobado que "la asistencia telemática funciona”, lo que puede suponer un cambio futuro para la atención sanitaria. También en el Marañón y en el Ramón y Cajal han tenido esa percepción. “Esta flexibilidad ha permitido seguir atendiendo a los pacientes a distancia, y ha visibilizado que no todo lo presencial es esencial, podemos movernos en ese margen a partir de ahora”, puntualiza Utrilla.

Esa no presencialidad de los pacientes, sobre todo en las urgencias, también ha dejado patente algo de lo que se ha advertido desde hace tiempo: el abuso del sistema. Dice Utrilla que esto “tiene que servir para aprender": "Si tenemos una tasa de ingreso del 10% teniendo 500 pacientes, significa que solo uno de cada 10 tienen realmente algo que no puede esperar”. Un uso responsable, explica, significa una optimización de los recursos.

Sanitarios del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid) recordaban a un enfermero fallecido por Covid-19 durante la pandemia.
Sanitarios del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid) recordaban a un enfermero fallecido por Covid-19 durante la pandemia.Ricardo Rubio (Europa Press)

Y, menos logísticas pero esenciales, la pandemia ha recordado el valor de algunas cosas que apunta Luis Manzano, el jefe de Medicina Interna del Ramón y Cajal. La primera, el del trabajo de los profesionales y del sistema sanitario público: "No imagino trabajar en un sistema que me impidiera atender a un enfermo por no tener los papeles en regla”. También el del acompañamiento y la cercanía en una experiencia que define como “desgarradora” y que asegura que, una vez más, le “enseña que el mayor sufrimiento humano no lo produce la enfermedad, sino la soledad”. Y el último, el de “actitudes tan nobles como la solidaridad, la amistad y la hermandad entre compañeros, y el cariño y afecto de los pacientes”.

Manzano se pregunta si se podía haber previsto lo sucedido y si se podían haber tomado medidas preventivas y provisto de recursos de materiales de protección. “En mi opinión, cuando uno examina el pasado con lupa o con el retrospectivoscopio es fácil detectar errores y faltas”. Cree que lo importante no es buscar culpables, sino dar respuesta a una reflexión necesaria: “La forma en que se gestiona la atención sanitaria en nuestro país”. Y que tiene que ver con un temor compartido por quienes han sufrido el tsunami del coronavirus. Andueza, del Marañón o Manzano y Utrilla, del Ramón y Cajal, lo repiten varias veces a lo largo de la conversación: un rebrote. “Por eso, no olvidemos el infierno por el que pasamos hace un mes”, incide Utrilla.

Nuevos contratos y vacaciones para el sistema sanitario

Para hablar de ese regreso de los hospitales se sentaron este domingo frente a las pantallas de sus ordenadores los directores médicos de los hospitales madrileños y el consejero de Sanidad Enrique Ruiz Escudero -además de la viceconsejera Ana Dávila y la directora de Recursos Humanos de este área Raquel Sampedro-. Cuentan algunos de quienes presenciaron esa reunión virtual que fue una hora y media “muy técnica” y bastante “general”: una radiografía de la situación, una proyección de futuro sin plazos ni directrices… Aunque con varias concreciones.

Entre ellas que las restricciones del periodo vacacional de los profesionales sanitarios que se impusieron en Semana Santa quedaban derogadas y que se ampliaba el periodo para disfrutar de esos permisos hasta octubre (normalmente es de junio a agosto). También decidieron que directores médicos y de Recursos Humanos de los hospitales darían una cifra de personas para contratar a partir de ahora. “Ahora acaban alrededor de 100 residentes de último año, por ejemplo, en los grandes hospitales. Y los 100 nuevos aún no han cogido plaza. Obviamente, yo quiero que se queden esos 100”, apunta Utrilla.

La cuestión se resolverá en un par de semanas, aunque ya se les ha pedido continuar con el esfuerzo para recuperar el tiempo perdido para con los pacientes que están en lista de espera para especialidades o cirugías. Rubén Flores, jefe de servicio de Enfermería del Gregorio Marañón explica que para planificar la actividad asistencial hace falta “un esfuerzo importante y el agotamiento y el estrés emocional del personal hay que tenerlo muy en cuenta, además de contar con que hay que dar vacaciones y libranzas”. Eso, alega el director médico del Ramón y Cajal Agustín Utrille, “solo podemos hacerlo en base a contrataciones”. En su hospital hay de baja por sospecha o contagio 216 trabajadores, y se han incorporado ya 1.161. Es muy claro: “No podemos pedirle a la gente que lleva matándose desde hace dos meses, que han vivido aislados de sus propias familias, que están agotados, que solo tengan 15 días de vacaciones o que sigan de forma indefinida trabajando día y noche. Yo desde luego no voy a hacerlo”.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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