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La experiencia personal
Columna
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La experiencia personal del padre de un niño con TEA: “Si me ves por Chamartín, no me grites”

Cuando sale a pasear con su hijo, el autor recibe "miradas de desprecio, cabezas meneándose en señal de reprobación”

Rafael Sarmiento, vecino de Charmatín, con su mujer y sus hijos antes de salir a pasear con su hijo con Trastorno del Espectro Autista durante el confinamiento, en una foto cedida por la familia.
Rafael Sarmiento, vecino de Charmatín, con su mujer y sus hijos antes de salir a pasear con su hijo con Trastorno del Espectro Autista durante el confinamiento, en una foto cedida por la familia.

Nací y crecí en México DF. De familia paterna andaluza y materna catalana; motivos suficientes para ponerle a mis hijos nombres vascos y haber escogido Madrid como mi ciudad para vivir. Decidí junto con mi esposa Jimena mudarnos para tratar a Iñaki, mi hijo de 4 años, quien padece un trastorno del neurodesarrollo, muy probablemente autismo. El nivel de especialización en España para el tratamiento, así como el fácil desplazamiento en una ciudad significativamente menor y el fácil enamoramiento que provoca Madrid, nos trajeron hasta nuestra nueva residencia en Chamartín.

Tanto el peque como Iker, su hermano mayor, de 8 años, quien es neurotípico (porque “normales” son todos los niños) llevaron bastante bien el confinamiento. El Ministerio de Sanidad giró una instrucción el 19 de marzo que permitía que los chicos con Trastorno del Espectro Autista y otros problemas conductuales pudieran salir a dar paseos con un adulto. Preferí no utilizar el recurso hasta que todo cambió hacia el día 25 de encierro total.

En cada ocasión que he salido, me he topado con un “policía de balcón", de esos que vigilan e increpan desde su aburrimiento

Iñaki comenzó a tener arranques fuertes de ira. Berrinches monumentales y la triste manía de golpearse con el puño en la cadera, producto de la frustración, entre otras irrupciones angustiantes. Su terapeuta nos recomendó sacarlo a dar paseos. Fracasamos al intentarlo, no quería salir a caminar. Lloraba y se tiraba al piso [al suelo]. La rabia iba creciendo. La terapeuta de nuevo me indicó que debía sacarlo como fuera. Tengo un patinete eléctrico que él adora. Es tan chiquito que cabemos los dos. Lo logramos así y salimos a las vacías calles.

Iñaki gritaba de emoción. ¡Servía! Sin embargo, siempre hay un “pero”: en cada ocasión que he salido, me he topado con un “policía de balcón", de esos que vigilan e increpan desde su aburrimiento. Miradas de desprecio, cabezas meneándose en señal de reprobación. Decidí hacer una camiseta con la palabra autismo, el logotipo del puzzle y la leyenda con la instrucción del 19 de marzo. Puse el nombre de Iñaki, su edad y la frase “No me grites, sonríeme”. Me molesta tener que llenarme de etiquetas. No veo a gente con camisetas que dicen “tonto” o “egoísta” a pesar de que lo son. Supuse que eso ayudaría, pero tampoco sirvió.

Llevo ocho paseos y en todos me he llevado algún grito, insulto o señalamiento. La policía me detuvo. Al percatarse de mi camiseta se disculparon; hablamos un rato e incluso prendieron las luces para Iñaki. ”¡La gente muere y tu prefieres pasear!", me dijo una señoram como si fuera una opción y no una necesidad. Ella no ve los moretones que se provoca Iñaki por los golpes. Estoy podrido de agresiones pasivas. Ni son el groso de los madrileños, ni representan esta noble ciudad, pero jamás falta el egoísta y desinformado. Si me ves por Chamartín con el patinete y el niño, no me grites. Sonríeme. Y ¡por favor! lee un poco sobre autismo. Quizá así puedas empatizar.

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Rafael Sarmiento es periodista y padre de un niño con Transtorno del Espectro Autista (TEA). Esta tribuna pertenece a la serie La Experiencia Personal, que EL PAÍS Madrid publica a diario durante el estado de alarma por coronavirus. Puedes leer aquí la experiencia personal de Ana Corroto (El Día del Libro no será como siempre, pero lo necesitamos más que nunca), Ignacio Bazarra (Los ángeles existen, pero con gafas de buceo), Sofía Thys (Estamos hechos un lío), Candela Manjón (La experiencia personal de compartir piso, balcón y aplausos durante el confinamiento), Mateo G.V. (Cuando salga voy a salir corriendo a la montaña) Quique Villalobos (El poder de hacer barrio), Carlos González (Anestesia contra el miedo), Tábata Cerezo (La razón por la que estamos encerrados), Celia Blanco (Funeral Malasañero), Nacho Martínez (El cumpleaños de Charo se canta en el patio de luces), Esther Arroyo (“Liberar espacio: a mi abuela de 93 años la sacan de paliativos”), de Miguel del Arco (¿Cómo estar tranquilo cuando sabes que tienes una plantilla?), de Mariah Oliver (“Dos meses sin cobrar el sueldo”), de Victoria Torres (La tribu se pone en marcha) o de Juan José Mateo (Ojo, que tiene 38º).

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