¿Cómo estar tranquilo cuando sabes que tienes una plantilla que depende de la recaudación?
El autor, dramaturgo y uno de los dueños del Teatro Pavón, sostiene que se siente como en el día de la marmota, temiendo el desastre económico en su sector

El 12 de marzo, los teatros privados de Madrid cerramos a pesar de que el Gobierno nos permitía abrir con aforo reducido. Pensamos que era absurdo que, si se pedía a la gente quedarse en casa, viniesen al teatro más de 100 personas, aunque se sentaran cada dos butacas. Ese mismo día estrenábamos en el teatro Kamikaze Traición, el texto de Harold Pinter dirigido por Israel Elejalde.
Hice una entrevista para informar del cierre y cuando abría la puerta para que se fuera la reportera llegó un ramo de flores que enviaban los padres de la actriz Irene Arcos. Es curioso cómo el mismo objeto puede significar una cosa u otra dependiendo de las circunstancias. Las flores, deseo de buena suerte, estaban sobre la mesa como un ramo sobre una tumba.
Me aparto el pensamiento como una mosca molesta y subo a la oficina. Los teléfonos no callan. La gente quiere informarse sobre la devolución de las entradas. La preventa de Traición iba como un tiro. Contamos que nos haremos cargo en los próximos días. La mayoría lo entiende. Algunos incluso renuncian a la devolución. Prefieren dejarlo como donativo. Otros… pues, bueno, intento pensar que estamos todos nerviosos y desorientados. Ojalá tuviéramos unas directrices más claras por parte de las autoridades. “Es que todo está cambiando muy rápidamente”, me dice paternalista un cargo político. Y también aquello de “tranquilízate, Miguel” que es, como bien decía un personaje de arte, lo peor que se le puede decir a alguien que no lo está. Pero ¿cómo estar tranquilo cuando sabes que tienes una plantilla de casi 30 personas cuyo sueldo depende de la taquilla?
Y eso solo en el Pavón. Tenemos cinco espectáculos de gira que mueven un promedio de 10 personas cada uno. Se ha cancelado todo marzo. Abril está al caer. No habrá ingresos hasta nueva orden. Intento que no cunda el pánico. Hay que trabajar. Intentar contener el puto virus, pero también los desastres que trae pegados a su estela. “Todo es estar preparado”, dice Hamlet. No, coño, el príncipe no: acaba fatal. Prefiero a Jerry, de Traición, que mata los virus a whisky. Voy a por uno. a ver si olvido el “con la que está cayendo”, Una suerte de encantamiento verbal con el que se podía justificar casi cualquier tropelía hacia los ciudadanos durante la crisis pasada. Aquella en la que se nos pedía austeridad mientras nos robaban. Aquella que dejó diezmada nuestra sanidad pública y el paisaje cultural. Entonces veo a un expresidente que se ha ido a la playa con escoltas mientras nos piden estar en casa, ser responsables. Y me siento como en el día de la marmota.
Miguel del Arco, dramaturgo, guionista, director y actor, es uno de los dueños del Teatro Pavón, en Madrid. Esta tribuna pertenece a la serie La Experiencia Personal, que EL PAÍS Madrid publica a diario durante la cuarentena por coronavirus.
Puedes leer aquí la experiencia personal de Esther Arroyo (“Liberar espacio: a mi abuela de 93 años la sacan de paliativos”), de Mariah Oliver (“Dos meses sin cobrar el suelo”), de Victoria Torres (“La tribu se pone en marcha”) y de Juan José Mateo (Ojo, que tiene 38).
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