El enigma de los 6.465 afiliados de Junts que decidirán el futuro del Gobierno catalán
La continuidad de la coalición con ERC depende de una consulta repleta de incógnitas y en la que los cargos municipales desempeñarán un papel decisivo
El futuro de la coalición de gobierno entre Esquerra Republicana y Junts per Catalunya, surgida tras las elecciones de febrero de 2021, está en las manos de 6.465 militantes del partido que fundó el expresidente Carles Puigdemont. Se trata de un colectivo enigmático, de orígenes variados y en el que no está clara la correlación de fuerzas. Más allá de qué opción triunfe sobre la continuación en el Govern, el partido que ahora capitanean Laura Borràs y Jordi Turull se enfrenta por primera vez a una votación que cuestiona su statu quo.
La consulta, cuyos resultados definitivos se conocerán el sábado, tensa las costuras de Junts. La situación se agrava por su corta vida (solo dos años) y el fracaso en sintetizar las dos sensibilidades que allí conviven. La génesis del partido fue la candidatura para las elecciones de 2017. Puigdemont confeccionó una lista aunando a los consejeros de su Govern destituidos por la aplicación del artículo 155 de la Constitución (algunos incluso venían de la extinta Convergència), cargos de segundas filas y alcaldes del PDeCAT y los llamados “hijos del 1-O”, independientes de distintas sensibilidades ideológicas y ajenos a la dinámica de los partidos. La traslación de esos tres grupos a la estructura de la militancia del partido es difusa, pero será un elemento definitivo en el desenlace, considera Juan Rodríguez Teruel, politólogo experto en el universo convergente. El PDeCAT, en el momento de la escisión, tenía 14.000 militantes. A las urnas, este viernes, tienen derecho a voto 6.465 afiliados a Junts.
Una de las primeras incógnitas será la participación. La cúpula no ha establecido ningún umbral mínimo y ganará la opción que logre más apoyos, incluso aunque el resultado sea muy ajustado. Astrid Barrio, profesora universitaria y experta en comportamiento electoral, recuerda que la movilización en este tipo de consultas no suele ser muy alta, aunque sí es sensible a que los militantes perciban la contienda como muy disputada y el asunto sobre el que se dirime sea visto como problemático. “Aquí se dan las dos condiciones”, asegura.
En noviembre de 2020, la militancia decidió sobre quién debería ser presidenciable para los comicios del 14 de febrero del año pasado. Borràs se impuso al entonces consejero de Territorio, Damià Calvet, por un amplio margen. En ese momento el censo era de 5.128 afiliados y participó el 76%. El actual presidente del Puerto de Barcelona recibió solo 799 votos (20%), pese a estar apoyado por los exconsejeros presos. En junio pasado, el turno en las urnas fue para la lista unitaria pactada in extremis por Borràs (con un discurso más confrontacional) y Turull (con una visión más posibilista) para evitar la ruptura de la formación. De un censo de 6.010 afiliados, solo el 37% participó en la elección de la presidencia (2.261 votos).
Esos resultados dan detalles sobre el peso de las sensibilidades, pero no son definitivos. En las primarias para el presidenciable, los militantes votaron más pensando términos de cartel electoral que en la dinámica de enfrentamiento interno, así que ese 20% que apoyó a Calvet no tiene que equivaler directamente a los neoconvergentes que aterrizaron en Junts El ala que representa Borràs, por su parte, también ha recibido voto de castigo en otros procesos internos, pero el resultado no permite cuantificar a sus detractores. Francesc de Dalmases y Aurora Madaula, sus dos escuderos en la cúpula, recibieron votaciones muy dispares. Él logró 1419 votos. Ella, la menos votada en su urna, 919. Barrio cree que el sector de Turull, a diferencia del de la presidenta, ha logrado imponerse en votaciones clave porque sí entienden la lógica partidista.
Rodríguez Teruel cree que los resultados de la cita de esta semanadarán más luces sobre el peso real de los independientes, más ruidosos en foros como Twitter. La salida del Govern, que se busca justificar por los supuestos incumplimientos del plan de gobierno por parte de los republicanos, es la opción más clara para los “independientes”, que ponen el énfasis en la cuestión nacional. No le tienen miedo a la “intemperie” porque no han participado de las ventajas de tener el poder. La clave, ahonda el politólogo, la tiene el sector de cargos medios que llevan años en la Administración y en el mundo local y que perdió protagonismo durante el procés. En ese sector, agrega, Puigdemont juega un papel más simbólico y están más curtidos en la pugna con los republicanos por el poder local. Su lucha se juega más en casa y en las entidades supramunicipales que en el Palau. Eso sí, saben de sobra de las ventajas que implica seguir en el Govern para poder, por ejemplo, tener resultados que exhibir de cara a la dura campaña electoral que se avecina.
Decantar la balanza
Rodríguez intuye que su peso es tan significativo que, si se les moviliza, decantarían la balanza. Que la facción que está por la continuidad en el Ejecutivo de Aragonès les logre seducir es otra cosa. Esa ala ya tiene una cara visible, Victòria Alsina, consejera de Acción Exterior, que este martes buscó la foto con cargos municipales de Girona. Es en este grupo donde está la élite de los altos cargos del Ejecutivo, muy bien remunerados, en donde el gen de ser “partido de Gobierno” es más dominante y hay más proximidad con las tesis clásicas del pujolismo.
“La verdadera batalla es por la hegemonía del poder local”, recuerda Rodríguez. La estrategia original de Junts, opina, era romper el Govern una vez consumara una OPA a lo que queda del PDeCAT y cerrara las listas para las próximas municipales. El tempo no ha salido como era esperado y la unidad de Junts también pende ahora de un hilo.
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