Unas risas con gente presuntamente desfavorecida
TV3 estrena este miércoles ‘Tabús’, un programa muy serio de humor, protagonizado por personas de colectivos vulnerables y presentado por David Verdaguer
Reírse con gente sensible, discapacitada o señalada es delicado. Lo consigue el programa Tabús, que estrena TV3 este miércoles por la noche en horario estrella, después del Telenotícies, en el que el actor David Verdaguer convive con personas de colectivos vulnerables en una casa en el Empordà. Nada parecido a ningún reality show. El programa consta de ocho capítulos y en cada uno de ellos se refleja el día a día de personas ciegas, con enfermedades terminales, con diversidad funcional, de distintas etnias, del colectivo LGTBI, con trastornos mentales, con obesidad o en situación de pobreza. Verdaguer pasa una semana con cuatro (o cinco) invitados de cada grupo y, de manera intercalada en cada programa, va desgranando con humor valiente y sincero la situación social de estos colectivos en unos monólogos ante los protagonistas de cada entrega y otras personas de ese colectivo. Estas actuaciones se grabaron en La Paloma, la mítica sala de la calle del Tigre de Barcelona, que llevaba 12 años cerrada al público.
El formato, originario de Bélgica, era arriesgado. “La idea nos presentaba muchas dudas”, ha reconocido Vicent Sanchis, director de TV3, en una rueda de prensa virtual de presentación. “Incluso miedo, por bromear con temas que no sabíamos si aquí se entenderían”. Pero el programa, realizado por El Terrat, trata con todo el respeto a estos colectivos que normalmente conviven con muchos tabús. “Desde el principio nos enamoró”, ha revelado Cristian Trepat, jefe de programas de entretenimiento de la cadena pública catalana. “Se trata de explicar historias de gente que sufre, con humor negro. No nos reímos de ellos, nos reímos con ellos”. “Es un formato que te entra por la piel y va directo al cerebro”, lo ha definido Agustí Esteve, director general de El Terrat.
El programa rompe todos esos tabús. Por ejemplo, cuando vemos a un ciego de nacimiento explicando con pelos y señales cómo son las viñas que tiene delante. “Me encanta hablar con gente y escucharla. Nos enseña muchas cosas”, dice David Verdaguer, que reconoce que aceptó el ofrecimiento de presentar el programa en cuanto se lo propusieron, hace dos años, y que lo que más le imponía era el monólogo: “Pero había cogido tanta confianza con los particpantes, nos habíamos hecho tan amigos durante la convivencia, que tenía permiso para reírme con ellos y perdí el miedo de pasarme de la raya. Creo que si hay algún ofendidito, no será uno de ellos. Estoy convencido de que el humor ayuda a romper tabús a acercarnos a la gente”. Esta parte del programa, intercalada entre las escenas de la vida diaria en la casa, aguanta por sí sola.
Los participantes en el programa han disfrutado con la experiencia: “Hemos conectado a la perfección, nos lo hemos pasado superbién, la semana se nos ha hecho cortísima”, ha dicho Amalia, enferma terminal. Las mismas sensaciones las corroboran Maria, joven que se quedó ciega en un accidente de tráfico hace nueve años, y Mar, que padece obesidad. La tres participantes en Tabús coinciden en otra cosa: al principio se mostraron reticentes porque pensaron en una especie de Gran Hermano. “¿Cómo?¿Convivir en una casa con otras personas y que lo den por la tele?”, temía Maria. “Iba a negarme en redondo, pero en la ONCE ya nos dijeron que era otra cosa… y así ha sido”.
Los castings, preparados minuciosamente con el asesoramiento de asociaciones, médicos o especialistas, no dejaron lugar a dudas. De más de 200 personas, fueron seleccionadas 34 para los ocho programas (habrá un noveno episodio con momentos inéditos y reacciones, posteriores al rodaje, de los protagonistas ) de manera que cada uno aporta su particular verdad. “He conocido a 34 personas estupendas, con las que mantendré contacto en el tiempo y que me han demostrado que son mejores personas que yo”, sentencia Verdaguer.
La situación actual de confinamiento aporta un nuevo valor a un programa solidario como este, pero, por otro lado, también pone trabas a su posible continuidad. “Ya nos la habríamos planteado en otras circunstancias”, asume Sanchis. “Seguro que en El Terrat tienen pensados más colectivos, pero hay que esperar por esta situación que estamos viviendo. Y agradecemos el trabajo de postproducción que todavía están realizando, desde el confinamiento”. La cosa fue por los pelos: los monólogos, con público, en La Paloma se acabaron de grabar cuatro días antes de que se decretara el estado de alerta.
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