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Renace Formentor, el hotel favorito de los artistas y los escritores

Fundado por un millonario bohemio en 1929, el establecimiento donde Cela creó un premio literario y Vargas Llosa terminó de escribir ‘Pantaleón y las visitadoras’ luce a todo lujo tras la profunda reforma a cargo del Estudio Lamela

Vista del cabo de Formentor desde el hotel, que aparece en primer plano como una línea blanca, tal y como se ha apreciado desde la distancia desde su inauguración en 1929.
Karelia Vázquez

Hay lugares hermosos que no consiguen estar en paz. Y el hotel Formentor, el sitio idílico donde Camilo José Cela creó un premio literario, Fulgencio Batista se refugió de la revolución cubana, María Callas y Aristóteles Onassis re­editaron alguna de sus broncas, Yasir Arafat y Simón Peres se reunieron en secreto y Mario Vargas Llosa terminó de escribir Pantaleón y las visitadoras, es exactamente así.

Tras casi un siglo de existencia, varios dueños y una reforma de 70 millones de euros con demolición total incluida, ninguna apertura hotelera en España ha levantado más ampollas que la de este hotel que ahora gestiona la cadena de lujo Four Seasons. Su directora, Estreya Gosalbez, recuerda que todo el mundo tenía “una opinión muy fuerte” de lo que había que hacer o no en este lugar. El nuevo Four Seasons, el segundo de España, hizo un aterrizaje suave el verano pasado, pero ha sido en 2025 cuando, funcionando a toda máquina, ha puesto a prueba el poderío de su marca para lidiar con casi un siglo de nostalgia.

Estreya Gosalbez, directora del hotel.

Para los fetichistas de los buenos tiempos no hay lugar como el hotel que levantó en 1929 el millonario y humanista argentino Adán Diehl. Con más alma de mecenas que de empresario, compró 1.200 hectáreas en el cabo Formentor por 520.000 pesetas y le parecieron tan hermosas que quiso compartirlas con sus amigos poetas y pintores, almas bohemias de bolsillos raquíticos. “Hubiera querido ser el mecenas omnipotente que llama a los artistas y les entrega la belleza de Formentor para que vivan su libre y despreocupada existencia”, dijo alguna vez, según se atestigua en el libro Viaje a Mallorca, de José María Salaverría. En lugar de eso, su esposa, María Elena Popolicio, le propuso una fórmula más realista: además de la casona para sus amigos levantarían un hotel de lujo y juntarían a los artistas con los megarricos. Un plan sin fisuras.

Charles Chaplin y su esposa, Oona O’Neill, bajan a la playa por las escaleras de piedra en el verano de 1959. Las escaleras se conservan en su estado original.

El hotel Formentor abrió por primera vez en octubre de 1929, dos meses antes del crash bursátil que provocó la primera gran crisis financiera en Wall Street. Pero nadie supo ver las señales, el hotel con servicio de cubertería de plata y vajilla de Limoges tiraba la casa por la ventana, pagaba a sus empleados 10.000 pesetas al mes mientras el resto de los establecimientos de la zona no pasaba de las 4.000. Como aún no había carretera, solo se podía acceder por mar desde el puerto de Pollença en un viaje que se recordaría toda la vida, tanto por su belleza como por la fragilidad de la barca de madera.

Las primeras clientas, dos mujeres inglesas, se marearon en la travesía y en compensación no se les cobró la semana de estancia. Por unas cosas y por otras la mitología del lugar llegó donde tenía que llegar y un día empezó a llenarse de gente interesante con influencia y dinero. Desde entonces no han dejado de pasar cosas inauditas entre las paredes de esa línea blanca, que es como se sigue viendo la silueta del hotel desde Alcúdia. Bajar hoy muy despacio las escaleras de piedra por donde iba a la playa Charles Chaplin con un albornoz de rayas —que ojalá recuperara Four Seasons— es el mayor acto posible de fetichismo hotelero, casi como querer dormir en cada uno de los hoteles donde hizo noche Winston Churchill, que, por supuesto, también estuvo aquí.

Los espacios del hotel y su colección de arte siguen un hilo conductor: Mallorca y sus materiales. Abundan los textiles de lengua, típicos de la isla, el vidrio soplado y la piedra viva que conviven con el ambiente sofisticado propio de la marca Four Seasons.

Como era de esperar, Adán Diehl y su esposa se arruinaron y el hotel pasó por varios dueños, entre ellos el Grupo Barceló. Ahora comparten la propiedad el empresario mexicano Fernando Chico Pardo y el fondo andorrano Emin Capital, que han encargado su explotación al grupo hotelero Four Seasons, encantado de resucitar otro hotel legendario como ya hicieron con el Grand-Hôtel du Cap-Ferrat en el sur de Francia o el Astir Palace Hotel en Atenas.

La piscina familiar con tumbonas. Las  zonas comunes tienen pista de tenis, gimnasio  con servicio de 'personal trainer', espacios para practicar  yoga o pilates al aire libre, y 'kids club'.

El Four Seasons Resort Mallorca at Formentor tiene menos habitaciones que el original, pero ahora todas miran al mar, se ha mantenido la piscina y se ha añadido una nueva, tiene tres restaurantes, y un centro de wellness bien equipado. Es un hotel con todos los códigos del gran lujo pero sigue siendo muy mallorquín. María Isabel y Alejandra Bordoy Bennàsar, fundadoras de la galería Aba Art Lab, se han encargado de vestir los espacios con una colección de arte cuyo hilo conductor es Mallorca y sus materiales.

“Es un homenaje a los artistas y artesanos contemporáneos que siguen trabajando en la isla, tenemos vidrio soplado, piedra viva, madera, fibras naturales, porque en Mallorca los oficios están muy vivos”, explican. Las lámparas que adornan los huecos de las escaleras provienen de los mejores talleres de alfarería de la isla, y en la planta baja se hace un homenaje a la cerámica contenedora de agua, con tinajas y el clásico bebedero de pájaros. “Es un acto de responsabilidad volver al origen. No queremos poner atrezo en los espacios vacíos, sino objetos, es una forma de activismo silencioso”, reivindican las mellizas.

Bruno Fernandes, el chief concierge, recibe en su despacho peticiones más o menos extravagantes de gente impaciente, con mucho dinero y más expectativas. “Es una clientela de un nivel muy alto que te pide cerrar un castillo o un museo para dos personas, diseñar una experiencia de lujo para un perro o que una guitarra española los amenice una cena privada en un barco que viene de Ibiza. Y todo lo quieren ya”. Al fin y al cabo estamos en un Four Seasons y Fernandes ha creado la regla de los 10 segundos, un protocolo que garantiza que en ese tiempo se consiga cualquier información de Mallorca, Menorca o Ibiza.

Recepción del hotel Four Seasons Resort Mallorca at Formentor, totalmente reformado por el Estudio Lamela Arquitectos e interiorismo de Gilles & Boissier. Predominan los tonos ocres y los materiales de la isla.

Al Four Seasons Mallorca Formentor solo le falta el premio literario. Un evento inseparable de su identidad y que, según nos cuenta Gosalbez, la propiedad está muy interesada en recuperar. “Estamos en conversaciones con Simón Pedro Barceló, nosotros tenemos los derechos de imagen y él tiene los premios. Vamos a intentar organizarlos el próximo año”, adelanta la directora del hotel. También se han avistado por las instalaciones enviados de Netflix buscando el próximo destino para una nueva temporada de la serie The White Lotus. No sabemos cómo van esas negociaciones, pero vista la masificación que sufre Taormina, donde se rodó la segunda temporada, elevamos desde aquí una oración a san Pedro y san Pablo, patrones del puerto de Pollença, para que no suceda y Formentor siga siendo un paraíso de difícil acceso, literario, lejano y misterioso. Lo dicho, hay lugares hermosos que no consiguen estar en paz.

María Isabel y Alejandra Bordoy Bennàsar, galeristas y hermanas mellizas, a cargo de la colección de arte del hotel y fundadoras de la galería Art Aba Lab. En la foto, en un columpio con tapizado de Loro Piana, y en la pared una instalación de bolas de vidrio soplado de la centenaria casa mallorquina Gordiola.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.
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