_
_
_
_

Un psicoanalista en busca de la lógica del absurdo

Está en los sueños nocturnos, en nuestros deslices freudianos, en los chistes… Lo absurdo nos incita a buscar significados y explicaciones, incluso más allá de la veracidad de las evidencias

Lógica del absurdo
GURIDI

Durante una sesión terapéutica, uno de mis pacientes, perplejo ante la efervescencia de las elecciones en Estados Unidos, me comentó: “Nunca me ha interesado la política, y menos la de ese país. Entonces, ¿por qué no puedo despegar los ojos de ese vetusto personaje caricaturesco? [Trump]”. A lo que él mismo respondió: “Porque es absurdo… una bufonada”. Otro paciente, este de mediana edad, exitoso en su trabajo, viene a verme, atormentado por una orden que afirma: “Si no rezas dos horas antes de ir a trabajar, te despedirán”. E indaga acerca del síntoma: “Si es absurdo, ¿por qué lo hago?”. Cuanto más vívida es su experiencia obsesiva, más apremiante la compulsión. Vivimos en una era de desconcierto que conlleva una panoplia de absurdos. No solo en lo que concierne a la política mundial. Nos atrae lo absurdo del absurdo. Pero ¿qué constituye el sentimiento del absurdo? Y ¿qué mecanismos permiten que una manifestación psicológica tan sinsentido sea tan importante para la vida psíquica del ser humano?

Travis Proulx, de la Universidad de Cardiff, que ha venido estudiando las respuestas psicológicas al absurdo, explica: “Cuando hablamos de él, hablamos de violaciones de nuestros modelos mentales, es un tema al que los filósofos existencialistas han dedicado gran parte de su pensamiento. La muerte es la amenaza más poderosa, viola todos los modelos, pero en lo cotidiano constantemente enfrentamos violaciones de nuestras expectativas sobre cómo funciona el mundo. Mientras más se cuestionan nuestros patrones, más ansiosos nos volvemos y nos orientamos hacia la acción para alejarnos de lo que amenaza a nuestros modelos de mantenimiento de significado”. La persona atrapada en lo absurdo tiende a ver patrones donde no los hay, volviéndose más propensa a teorías de conspiración o de causalidad religiosa.

La necesidad de orden se satisface, al parecer, independientemente de la veracidad de la evidencia. “Las amenazas a nuestros marcos de significado, cualquiera que sea su fuente, nos motivan a buscar el significado en otra parte”, enfatiza Proulx. En la fase inicial de ansiedad, el estado de excitación puede medirse en la dilatación de las pupilas. “Estás motivado y ves las señales en el ruido”, dice Proulx, cuyo trabajo frecuentemente utiliza la pupilometría para cuantificar la excitación fisiológica ante “el sentimiento de lo absurdo”. Es más, los estudios de imágenes cerebrales de personas a las que se les pidió que enfrentaran dilemas absurdos registran, asegura, niveles significativos de actividad en la corteza cingulada anterior, “que participa en la regulación de la atención y las emociones, el control inhibitorio, el seguimiento de errores y la motivación”.

Pero no todas las incertidumbres son iguales y no es de esperarse que tengan los mismos efectos. Los acontecimientos traumáticos violan las estructuras de significado profundo, se convierten en enigmas existenciales, y nos obligan a reajustar nuestras expectativas de la realidad. “El trastorno de estrés postraumático conduce a una vigilancia crónica; cualquier pequeña anomalía desencadena una ansiedad abrumadora que no es adaptativa”. Sin embargo, dentro de un espectro de absurdo razonable, la activación del patrón de monitoreo de señal en ruido puede resultar beneficiosa.

Para probarlo, Proulx y su colega Steven H. Heine, de la Universidad de Columbia Británica, pidieron a un grupo de estudiantes que leyeran una versión modificada del cuento Un médico rural, de Franz Kafka, que incluía una serie de eventos absurdos y algo inquietantes. Un segundo grupo leyó una versión diferente en la que la trama sí tenía sentido. Luego se les pidió que completaran una tarea de aprendizaje de gramática en la que se les expuso a patrones ocultos en cadenas de letras, se les pidió que copiaran las cadenas de letras individuales y marcaran aquellas que seguían un patrón similar.

Los que leyeron la versión absurda identificaron un mayor número de cadenas de letras. “Claramente, estaban motivados para encontrar una estructura”, concluyen los investigadores, “pero lo más significativo es que en realidad fueron más precisos que aquellos que leyeron la versión coherente. Realmente aprendieron el patrón mejor que los otros participantes”. La prueba es una medida del aprendizaje implícito o conocimiento adquirido sin conciencia. Estamos tan motivados por deshacernos del sentimiento de extrañeza, que, sin darnos cuenta, buscamos significado y coherencia en otra parte, canalizamos el sentimiento hacia algún otro proyecto.

Miremos donde miremos, el absurdo está en todas partes. Cada noche tenemos una cita con el absurdo en los sueños; de día, tropezamos con él en nuestros deslices freudianos; ¿qué sería del chiste sin su núcleo absurdo? El simple sentido común no puede llevarnos muy lejos en la dimensión del inconsciente, que se expresa de un modo muy absurdo.

El absurdo nos incita a configurar marcos alternativos de significado para mantener la integridad del yo y de nuestro entorno. En palabras del poeta Pierre Reverdy: “La realidad poética surge del encuentro de dos realidades lejanas”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_