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FEMINISMO
Columna
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Nunca dije que fuera fácil

Ante los grandes y nuevos retos de la vida, tendremos que pensar, y probar, y equivocarnos y rectificar

La boxeadora argelina Imane Khelif, tras imponerse a la tailandesa Janjaem Suwannapheng en las semifinales de los JJOO de París.
La boxeadora argelina Imane Khelif, tras imponerse a la tailandesa Janjaem Suwannapheng en las semifinales de los JJOO de París.Peter Cziborra (Reuters) (REUTERS)
Rosa Montero

Nunca he dicho que fuera fácil. La vida es compleja, contradictoria, burlona. Es, sobre todo, indomable e irreductible. Intentar simplificarla y encerrarla dentro de una cómoda cajita es caer en el dogma y el error. Todo esto ha quedado claramente expuesto en los pasados meses al hilo del largo tormento sufrido por la boxeadora argelina Imane Khelif, un acoso que todavía colea. A Imane le cayeron encima los intolerantes acusándola de ser trans. Falso: en los JJ OO de París no han participado mujeres trans. A lo mejor Imane es intersexual, pero, como es lógico, ella sólo dice que es una mujer como cualquier otra. Bien hecho. Faltaría más que se la obligara a declarar esas intimidades abiertamente.

A los fervientes antitrans se les llena la boca repitiendo eso de que sólo son mujeres las que nacen mujeres y pueden engendrar, poniendo de nuevo la maternidad, qué antiguo, en el centro de la definición de lo femenino (como yo no he tenido hijos debo de ser una mujercita un poco chunga). Pero resulta que la realidad pulveriza esa afirmación. Ya se sabe que, por lo general, las mujeres tenemos cromosomas XX y los hombres tienen XY. Pero hay personas que sólo tienen una Y, o que tienen XXY, o XYY. Y esto sólo es el comienzo del lío: hay hombres con pene y/o testículos (por eso fueron considerados varones al nacer) e incluso cromosomas XY, que además poseen ovarios y/o útero. Y viceversa: niñas que nacen perfectamente niñas en apariencia, pero que tienen testículos internos. Hay cien mil combinaciones posibles; lo llaman intersexualidad, hermafroditismo o DDS (diferencias del desarrollo sexual). Y otra mala noticia para los talibanes de la maternidad: hay intersexuales que pueden engendrar niños y parir. En fin, según la página del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, los expertos calculan que hay hasta un 1,7% de la población mundial con características intersexuales. Repito: un 1,7%. Probablemente, muchos de los casos más evidentes de travestismo de la historia, como la monja Alférez, fueron una consecuencia de la intersexualidad.

Esta realidad resbaladiza ha sido y es fuente de enorme sufrimiento. A muchos bebés que muestran anomalías genitales se les ha operado y opera en la niñez sin esperar a saber cómo se sienten. Por otro lado, es fácil comprender que las personas que no se ajustan a un aspecto sexual convencional tienen una vida muy difícil. No hay más que ver a Imane para imaginar por lo que ha debido de pasar esa mujer en su infancia y su adolescencia, en un país en el que, por cierto, la transexualidad sería un delito gravísimo y la homosexualidad se castiga con penas de hasta dos años de cárcel. Que luego, en el mejor momento de su vida (duramente logrado), una parte feroz de los humanos la haya sometido a un brutal linchamiento planetario, me rompe el corazón. No me extraña que haya decidido denunciar a sus perseguidores por un delito de odio (entre ellos, a Elon Musk y J. K. Rowling, que ya ha borrado 27 tuits).

Por cierto, aunque fuera intersexual, eso no le habría hecho ganar automáticamente la medalla de oro (ha perdido combates en el pasado). Además, dentro de la colosal diversidad humana hay otras alteraciones genéticas que pueden facilitar tu triunfo deportivo, como señaló Pablo Batalla Cueto en un magnífico artículo en Público en el que comparaba a Imane con Michael Phelps, que obtuvo 28 medallas en natación ayudado por el síndrome de Marfan, una anomalía en el cromosoma 15 que le proporcionó unas ventajas morfológicas y respiratorias que lo hicieron imbatible. Pero a él no lo criticaron.

Nunca he dicho que la realidad fuera fácil, y los avances tecnológicos la complican cada día más. Hasta hace muy poco no se podía saber si una persona tenía cromosomas XX o XY. Y algo más atrás ni siquiera había rayos X para descubrir unos insospechados ovarios o unos testículos sin descender. Se nacía con una apariencia genital determinada y eso te metía bajo una etiqueta, y a correr. Imane ha estado etiquetada, como todos nosotros, desde niña. Siempre fue una mujer. Nunca dije que sea fácil, repito, y, ante los grandes y nuevos retos de la vida, tendremos que pensar, y probar, y equivocarnos y rectificar, hasta encontrar qué es lo mejor para todos. Por ejemplo, con respecto a los transexuales creo que, para evitar abusos, no se debería reconocer automáticamente el cambio de sexo hasta no haber pasado por un periodo de hormonación cuya duración ignoro y que habría que consensuar. En suma, un poco de prudencia y de clemencia y avancemos.

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