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La cara oculta de Cristóbal Balenciaga: de su carácter despótico a su relación con las élites franquistas

Una nueva serie de Disney+ arroja luz sobre el brillante legado del diseñador español más celebrado de todos los tiempos, pero también deja entrever las sombras del genio. La actriz Nine d’Urso da vida a los icónicos vestidos recreados para este ‘biopic’.

Nine d’Urso posa junto a Bina Daigeler, diseñadora del vestuario de la serie 'Balenciaga'. La actriz luce una reproducción de un vestido de noche con volantes que Balenciaga presentó en 1952. Daigeler lleva camiseta y pantalón de chándal de Balenciaga x Adidas, creación de Demna Gvasalia, actual director creativo de la 'maison'.
Nine d’Urso posa junto a Bina Daigeler, diseñadora del vestuario de la serie 'Balenciaga'. La actriz luce una reproducción de un vestido de noche con volantes que Balenciaga presentó en 1952. Daigeler lleva camiseta y pantalón de chándal de Balenciaga x Adidas, creación de Demna Gvasalia, actual director creativo de la 'maison'.Pablo Zamora
Martín Bianchi

Si Cristóbal Balenciaga (Getaria, 1895-Xàbia, 1972) estuviera vivo, probablemente se negaría a colaborar en la realización de una serie de televisión sobre su vida. Es más, seguramente solicitaría el “secuestro” de la producción hasta poder visionarla. El diseñador español más celebrado de todos los tiempos fue un hombre celoso de su intimidad, obsesivamente controlador de su creación y su imagen y de tal discreción que en su época se llegó a rumorear que ni siquiera existía. Nunca salía a saludar al final de la presentación de sus colecciones, rara vez se reunía con sus clientas y solo concedió dos entrevistas en sus más de 50 años de trayectoria. Detestaba la publicidad y que lo fotografiaran —hizo una excepción para promocionar su perfume Le Dix, en 1947—, y aborrecía el escrutinio público sobre su obra y su vida privada. A pesar de su legendaria reclusión, o quizá debido a ella, fue una celebridad. En 1962, en la cúspide de su carrera, el diario France-Soir publicó una fotografía del modista con su bata blanca de trabajo y la leyenda: “Este es Balenciaga, el hombre misterioso”. Pocos años después, con el auge del prêt-à-porter impulsado por Yves Saint Laurent y la ola de protestas juveniles del Mayo Francés, anunció su retiro de la moda y ordenó el cierre de sus tiendas y talleres.

Medio siglo después de la muerte de Balenciaga, se sigue sabiendo muy poco sobre el hombre detrás de la leyenda y su figura continúa suscitando toda clase de preguntas. La serie Balenciaga, que estrena la plataforma de streaming Disney+ el 19 de enero, comienza precisamente con una escena que ilustra la aversión del modista a responder las preguntas de los periodistas. Un Cristóbal Balenciaga ya mayor, interpretado por Alberto San Juan, asiste al funeral de Coco Chanel en la iglesia parisiense de la Madeleine y es interceptado por Prudence Glynn, cronista de moda del diario británico The Times, quien le solicita una entrevista. Al principio, Balenciaga se niega a hablar, pero finalmente irá desgranando los secretos de su novelesco ascenso: de hijo de un pescador y una costurera a padre de la alta costura con acento español.

La serie refleja el brillante legado del couturier, venerado por monstruos sagrados como Christian Dior, Chanel y Hubert de Givenchy. Pero también deja entrever las sombras de su vida: su carácter despótico; su encorsetada homosexualidad y su compleja relación sentimental con el sombrerero francopolaco Wladzio Jaworowski d’Attainville; su silencio cómplice durante la ocupación de Francia por las fuerzas del Eje (muchos talleres cerraron, el suyo siguió abierto); la traición a sus socios, Nicolás Bizcarrondo y Virgilia Mendizábal, con los que rompió de manera abrupta tras conseguir el éxito; o su trato estrecho con las élites del franquismo —­Carmen Polo, Carmen Franco y la marquesa de Llanzol, amante de Ramón Serrano Suñer, eran sus clientas habituales, y en 1972, cuatro años después de retirarse, aceptó el encargo de diseñar el vestido de novia de Carmen Martínez-Bordiú, nieta del dictador—.

D’Urso luce un abrigo creado por Balenciaga a comienzos de la década de 1950. “Las mujeres se sentían guapísimas y poderosas con su ropa. Y la moda se trata de eso, de empoderar”, señala la figurinista alemana Bina Daigeler, diseñadora del vestuario de la serie.
D’Urso luce un abrigo creado por Balenciaga a comienzos de la década de 1950. “Las mujeres se sentían guapísimas y poderosas con su ropa. Y la moda se trata de eso, de empoderar”, señala la figurinista alemana Bina Daigeler, diseñadora del vestuario de la serie.Pablo Zamora

Sabemos tan poco sobre Balenciaga. Fue una persona hermética y su figura lo sigue siendo. Tras retirarse, quería que su maison cerrara y creo que hoy lo habría mantenido así”, explica Bina Daigeler (Múnich, 58 años), diseñadora del vestuario de Balenciaga, en conversación con El País Semanal. “Supongo que odiaría una serie sobre su vida, o quizá se sentiría halagado. No lo sé”, continúa. Daigeler es una de las figurinistas más solicitadas de la industria. Ha trabajado con Pedro Almodóvar (Todo sobre mi madre, Volver) y Jim Jarmusch (Solo los amantes sobreviven); es la preferida de Cate Blanchett, a la que vistió para la serie Mrs. America y la película Tár, y fue nominada a un Oscar por el filme Mulán. Sin embargo, reconoce que el encargo de Balenciaga la intimidó. “Cuando me lo ofrecieron, tuve un momento de nervios en el que me dije a mí misma: Oh my God, ¿cómo voy a replicar un balenciaga? ¿Cómo me voy a atrever a hacer esto? Hablamos de alta costura de la antigua, de la buena, en la que todo está hecho a mano”, admite. “Fue un reto gigante, pero apetecible porque yo empecé mi carrera como modista”.

El trabajo de Bina Daigeler y su codiseñador, Pepo Ruiz Dorado, fue contra reloj. Disney les encargó el proyecto en enero de 2022 y en mayo de ese mismo año comenzó el rodaje. Tuvieron menos de seis meses para documentarse y empezar a producir los trajes en el taller que tiene la figurinista alemana en el barrio madrileño de Carabanchel. El resultado: unos 18 diseños de alta costura por capítulo, más de 80 piezas que repasan los hitos del modista: la línea tonneau de 1947, el look semientallado y la línea barril de 1951, la falda balón de 1953, la túnica de 1955, el vestido saco de 1957, el baby-doll de 1958, el estilo semiajustado de 1960, el vestido-sobre de 1967, su inspiración constante en grandes maestros de la pintura española como Velázquez y Goya y en trajes tradicionales españoles como la cobijada, la silueta sirena y los volantes del folclore o la indumentaria típica segoviana.

“Ese era el truco de este proyecto, conseguir replicar la obra de Balenciaga en muy poco tiempo. Y bajo las órdenes de tres directores diferentes, cada uno con sus gustos”, apunta Daigeler, refiriéndose al trío de cineastas formado por Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga. La casa Balenciaga les abrió las puertas de la maison, en el número 10 de la parisiense avenida George V, y también de sus archivos, cuya ubicación exacta es un secreto. Miren Arzalluz, directora del Museo de la Moda de la Ciudad de París, le permitió acceder a los fondos del palacio Galliera, y el Museo Balenciaga de Getaria también colaboró con ellos. Los figurinistas pudieron ver y fotografiar los vestidos clave de Balenciaga, estudiar sus detalles y formas esculturales y el ingenioso corte de mangas y cuellos que convertían la muñeca y nuca de sus clientas en zonas erógenas.

Durante este proceso de “recreación” descubrieron que era imposible hacer un vestido original de Balenciaga sin los tejidos de la época. “Cristóbal usaba las telas de manera arquitectónica para estilizar la figura femenina. Su trabajo no era de diseñador, su trabajo era de arquitecto. En cada traje me preguntaba: pero ¿cómo lo ha hecho?”, recuerda Daigeler. La respuesta al enigma estaba en las telas. El modista creó su propia tela, el gazar, producida exclusivamente para él por la fábrica Abraham de Zúrich. Daigeler y Ruiz Dorado recorrieron míticas tiendas de Madrid como José María Ruiz y Julián López para rescatar sedas originales y también hicieron encargos a Abraham. “Y luego hicimos cada traje a medida, como los hacía él. Jamás hizo prêt-à-porter, todo era alta costura”, apunta Pepo Ruiz Dorado. “Cada vestido es para una actriz o modelo de la serie, hecho como lo hacía él, con la prueba de toile, una segunda prueba…”.

Balenciaga se consideraba a sí mismo un cirujano plástico que operaba a través de sus creaciones, favoreciendo y potenciando la imagen de sus clientas. “Dadme un cuerpo imperfecto y lo haré perfecto”, decía. Los hombres solían odiar sus vestidos porque no eran abiertamente sexis. Las mujeres, en cambio, idolatraban su trabajo. Barbara Hutton, la duquesa de Windsor, Bunny Mellon o Mona von Bismarck estaban entre sus compradoras incondicionales. En la serie se ve cómo una acomplejada Fabiola de Mora y Aragón, interpretada por Belén Cuesta, recurre a él para el vestido de novia que llevó en su boda con Balduino de Bélgica, en 1960. “Las mujeres se sentían guapísimas y poderosas con su ropa. Y la moda se trata de eso, de empoderar”, señala Daigeler.

El modista también revolucionó la moda con un nuevo tipo de modelo que encarnaba sus colecciones. Colette, su primera musa en París, era una mujer con una belleza diferente y una forma de caminar sobre la pasarela que los cronistas calificaron “como la de un granadero, como si quisiera matar a todos”. La actriz Nine d’Urso (París, 29 años) da vida a Colette. “No sabemos mucho sobre ella. Estuvo con él desde 1937 hasta que murió en los años cincuenta”, explica la actriz, que recibió ayuda de su madre, la modelo Inès de la Fressange, para preparar su papel. “Colette era un poco masculina, tenía huesos afilados y hombros anchos. Tenía una ligera joroba y caderas huesudas, y por eso se movía y posaba de una manera muy particular, como una contorsionista. Cristóbal estaba obsesionado con su figura y creó muchas siluetas para favorecerla”, señala la actriz. “En una época en la que las modelos eran diminutas, Balenciaga cambió las cosas. Fue un visionario incluso creando un nuevo modelo de mujer”.

En 1973, un año después de la muerte del diseñador, el Museo Metropolitano de Nueva York le rindió tributo con una exposición. “La era de Balenciaga: parece hace tanto tiempo”, tituló The New York Times su reseña. “La mayor parte de su obra parece obsoleta”, dijo Calvin Klein. Se equivocaban. El nombre de Balenciaga revivió y ahora forma parte del grupo de lujo Kering. Sus ideas radicales sobre la forma y la estructura y sus innovaciones técnicas de tela y corte siguen vigentes. Demna Gvasalia, actual director creativo de Balenciaga, suele hacer guiños a los archivos de la maison en sus propias creaciones.

Balenciaga quería que su marca muriera con él, pero eso no ha ocurrido. No le gustaba ser el centro de atención, pero ahora tiene su propia serie de televisión. “Quizá estaría en shock”, admite Nine d’Urso. “Pero todo el mundo ha trabajado mucho en este proyecto: los directores, Bina, los actores… Balenciaga era un obseso del trabajo y sabía valorar el esfuerzo. No quiero hablar por él, pero quizá sabría ver el trabajo que hay detrás de la serie. Podría estar orgulloso”.

Créditos de producción

Maquillaje y peluquería  Miguel Tragacete (One-off Artists) para Chanel y Goldwell 
Producción Cristina Serrano
Asistente de fotografía Edu Orozco
Asistente de estilismo  Julia Pacheco Grau y Rubén Rodríguez Cisneros 
Asistente de maquillaje Alba Medina

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Sobre la firma

Martín Bianchi
Martín Bianchi Tasso es coordinador de Estilo de Vida en El País Semanal y además colabora con la sección de Gente de EL PAÍS. Fue redactor jefe de la revista ¡Hola!, jefe de Sociedad en Vanity Fair y jefe de Gente y Estilo en Abc.

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