Entramos en el misterioso y exclusivo archivo de Balenciaga
Los invitados deben firmar un contrato de confidencialidad para no revelar su ubicación. Porque que una firma de moda mantenga su legado en condiciones de conservación dignas de un museo no es lo habitual. Tampoco que la firma en cuestión tenga la capacidad de dar forma a la cultura visual contemporánea.
Antes de entrar en el archivo Balenciaga lo primero que piden en la garita de seguridad a los tres únicos periodistas del mundo (entre los que se encuentra S Moda) invitados a acceder a este espacio sagrado es firmar un contrato de confidencialidad sobre la ubicación exacta de este almacén en el que también se custodian algunas de las obras de arte más importantes de la historia del arte (pertenecientes a los museos más relevantes de París). El documento a su vez incluye una cláusula gracias a la que aprenderemos una nueva palabra: anoxia. La conservación de materiales textiles (sean lienzos o enaguas) requiere una baja concentración de oxígeno que puede generar unos mareos de los que cada visitante debe responder bajo su cuenta y riesgo.
Con todo ese suspense y advertencias previas es una especie de alivio acceder, por fin, al lugar donde la casa parisina, que empezó vistiendo a damas de alta sociedad con exquisita costura y ha acabado convirtiendo las cazadoras de los funcionarios municipales o las bolsas de IKEA en objetos de deseo, guarda décadas de su historia. Nadie se queda sin respiración y aunque la luz blanca de los enormes montacargas que nos llevan de una planta a otra le dé a todo un siniestro aspecto de morgue, el equipo de la firma parisina, con el coordinador del archivo, Gaspard de Massé, a la cabeza, le dan calidez a la experiencia. De Massé lleva en la casa desde que el director creativo era el audaz Nicolas Ghesquière, pero también ha vivido la revolución de Demna (de hecho recibe a los periodistas con una icónica sudadera amarilla en la que aparecen los Simpson vestidos con las piezas más reconocibles del diseñador georgiano, unas bermudas deportivas y las zapatillas 3XL en los pies); además, conoce en profundidad el trabajo de los grandes expertos en la obra del fundador de la casa (de Lorenzo Riva a Miren Arzalluz) y por eso le interesa el punto de vista de la prensa española: “¿Qué sabéis del actor que va a hacer el papel de Cristóbal?”, pregunta curioso sobre el protagonismo de Alberto San Juan en la serie sobre la vida del couturier que se estrena este mes en Disney +.
En este espacio se conservan intactos y de una pieza muchos de los elementos que formaron parte del universo del verdadero Balenciaga: desde el ascensor con el que se accedía a su atelier hasta el gigantesco reloj que presidía el taller, pasando por las mesas de estilo Luis XVI que forman parte de su boutique en la Avenue George V. De pronto, una presencia inesperada: un retrato de cuerpo entero de Gabrielle Chanel, obra de Cassandre. “Balenciaga y ella eran íntimos amigos, pero tuvieron una discusión y él le regaló esta pintura. Tuvieron un fuerte desencuentro y ella se lo mandó de vuelta”. Hay también fragmentos de las creaciones de la artista Janine Janet para los escaparates en los que se construyó la leyenda y colecciones de toiles originales, que Demna ha usado como punto de partida para sus creaciones recientes. Muy cerca, en enormes cajas de madera que parecen habitaciones, los vestidos de fiesta con gigantescos lazos de lurex plateado y dorado y crinolinas que Demna creó para el desfile de septiembre de 2019, antes de que la pandemia asolase el mundo.
Al otro lado de este espacio, con suelo de cemento pulido, paredes de hormigón blanco y lámparas de luz verde antipolillas, están los armarios móviles en los que guardan desde deliciosas muestras de pasamanería hasta looks completos diseñados y creados por el costurero entre 1930 y 1968, pasando por una fabulosa colección de tocados. Después, ordenados de una forma sistemática, casi prusiana, los diseños más icónicos de los diferentes directores creativos de la casa, que estuvo parada desde el fallecimiento del fundador hasta que la resucitó en todo su esplendor Nicolas Ghesquière en los años noventa: las armaduras de neopreno que le pusieron en el firmamento de los grandes diseñadores descansan en sus perchas como si hubiesen pertenecido a verdaderas guerreras; la transición desde las propuestas lenceras de Alexander Wang hacia las vestimentas fetiche de Demna no es suave: el tratado sobre semiótica de las vestimentas profesionales y los usos simbólicos de la ropa, que son todas las colecciones del actual director creativo de la casa, se aprecian perfectamente de un solo vistazo y no resulta extraño, en este espacio inherentemente extraño, donde el pasado y el futuro comparten plano.
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