De genio a genio: llega a Getaria la exposición que une el legado de Alaïa y Balenciaga
El Museo Cristóbal Balenciaga acoge en Getaria ‘Alaïa & Balenciaga. Escultores de la forma’, una muestra que aúna la obra de ambos creadores.
Balenciaga se retiró en 1968. Con la llegada del prêt-à-porter, el maestro Cristóbal, el creador de moda más relevante que ha dado nuestro país y gran valedor de la alta costura, prefirió echar el cierre a sus talleres y regresar a España. La ausencia de distinguidas clientas en su atelier parisino dejó colgados en las perchas una buena cantidad de diseños que otro reconocido couturier, Azzedine Alaïa, rescató de un porvenir incierto. Desde entonces, el tunecino atesoró durante cuatro décadas una asombrosa colección en la que las obras firmadas por el vasco se cuentan por cientos. La misma que ahora ha viajado hasta el Museo Balenciaga en Getaria, pueblo costero en la provincia de Gipuzkoa que vio nacer al diseñador, y que ya puede disfrutarse –hasta el 31 de octubre– en Alaïa & Balenciaga. Escultores de la forma, una muestra que aúna más de 100 obras de ambos creadores.
«La idea de dar visibilidad a este archivo fue de Hubert de Givenchy, que siempre tuvo muy presente a Getaria», cuenta Miren Vives, directora del Museo Cristóbal Balenciaga. En memoria del diseñador francés, la galería y la Fundación Azzedine Alaïa, que ya expuso parte de la colección en 2020 en París, han unido fuerzas en una propuesta que acercará por primera vez a la tierra de Balenciaga algunas de sus piezas. «También nos estrenamos exponiendo obra de otro creador, en este caso Alaïa, así que supone un aperturismo justo cuando se cumple una década desde que abrimos», reconoce Vives.
El diálogo entre ambos maestros tiene sentido más allá de la relación de admiración y custodia establecida por Alaïa. Así lo considera el célebre historiador y comisario de la exposición Olivier Saillard. «Los dos fueron auténticos couturiers, grandes expertos en sastrería y amantes del color negro. Sin embargo, Alaïa era más cercano al cuerpo femenino, lo resaltaba; mientras que Balenciaga jugaba con los volúmenes alejándose de él».
La exposición, cuya fecha de estreno se retrasó por la crisis sanitaria, albergará además cinco piezas restauradas por el centro guipuzcoano para la ocasión. «Cuando el director de colecciones [Igor Uria] y yo visitamos el archivo de Alaïa quedamos impresionados. Había burros y burros de ropa cubiertos con sábanas de fino hilo, pero no todas las prendas estaban en el mismo estado de conservación. Muchas ya habían sido preseleccionadas para la muestra, pero nos fijamos en algunas más que necesitaban ser restauradas para poder ver la luz. Nuestra misión no es solo recibir y difundir, sino también ayudar a proteger y restaurar, así que decidimos aportar nuestro granito de arena poniendo a punto las piezas», explica la directora del museo.
Preservar el legado
Entre las cinco prendas restauradas destaca por su antigüedad un conjunto de bolero y vestido largo de 1938 y un impresionante diseño de tul que fue lucido en 1950 por la modelo Dovima en una icónica imagen de Richard Avedon. «Ha sido complicado devolverle el blanco original porque el tul es muy frágil. Hemos tenido que limpiarlo sin desmontarlo, evitando, al mismo tiempo, que el agua o la humedad alcanzasen el cuerpo bordado. Además, tenía una ballena deteriorada, pero hemos logrado conservarla», detalla Igor Uria, director de colecciones del museo y responsable de las restauraciones. Desde que las piezas llegaran al centro vasco a mediados de enero, Uria y Ruth Valentín, únicos dos miembros del equipo encargado de devolverles su esplendor, dedicaron tres semanas de trabajo solo a este diseño. «El resto han sido reparaciones menores. Algunos presentaban deterioro en el escote, el bajo o las costuras debido al uso», añade. El increíble vestido de tul estará ubicado en la cuarta sala de la exposición, dedicada a los trajes de noche, un lugar en el que establecerá una conversación visual con otra espectacular creación de alta costura de la colección para el invierno de 2011 de Alaïa. Ambos comparten grandes volúmenes y un perfecto equilibrio en las medidas, cualidades que definen el trabajo de los dos genios.
A pesar de las restricciones de movilidad actuales, el museo espera que la repercusión de la muestra sea internacional. «Es un honor que la colección abandone por primera vez la Fundación Alaïa. Más aún contando con esas piezas que no se pudieron exponer en París», termina Saillard.
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