_
_
_
_
PALOS DE CIEGO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tenemos un problemón

Necesitamos una nueva ley de partidos (y, de paso, una nueva ley electoral). La pega es que sólo pueden hacerla los partidos

EPS 2455 COLUMNA CERCAS
Massimiliano Minocri
Javier Cercas

Se llama partidos políticos. El problemón lo teníamos antes de 2015, cuando el viejo sistema entró en crisis y surgieron nuevos partidos, y lo tenemos ahora, cuando los partidos nuevos han demostrado ser peores que los viejos y el sistema ha degenerado. El problema no es sólo que los partidos colonicen o intenten colonizar la sociedad entera, incluidos los medios de comunicación; el problema es que tienden a ser clubes antidemocráticos, sectarios, verticales y militarizados, donde la crítica brilla por su ausencia y se funciona a golpe de pito.

Pongo un ejemplo flagrante, que incumbe al partido que voté en las últimas elecciones, y a la izquierda en general. Como Sumar, el PSOE se presentó a los comicios con un programa donde ni siquiera se mencionaba la posibilidad de una amnistía a los líderes del procés; más aún: tanto los votantes como los militantes del PSOE podíamos albergar la certeza de que esa amnistía no iba a producirse, porque así lo había dicho durante años el partido, por activa y por pasiva, incluso durante la propia campaña electoral. Pero una carambola entregó a los secesionistas la llave del gobierno del PSOE y Sumar y, en un pispás, el PSOE dio un giro de 180 grados para obtener el apoyo de los secesionistas. Fue increíble: lo que dos semanas antes era ilegal e inaceptable para el PSOE y sus satélites mediáticos pasó a ser, dos semanas después, no sólo legal sino también bueno para todos. ¿Alguien en el PSOE pidió explicaciones por ese cambio inaudito? ¿Protestó alguien? Que yo sepa, nadie salvo la vieja guardia, que no tiene cargos que perder ni que ganar, y uno de los llamados barones, blindado por una mayoría absoluta en su feudo. Fue de chiste oír a una dirigente del PSOE impartir lecciones de democracia interna a la vieja guardia rebelde dando la vuelta a una frase de Alfonso Guerra (“aquí, el que se mueve, sí sale en la foto”), días antes de expulsar del PSOE a un miembro rebelde de la vieja guardia, por hablar mal del partido; el chiste incluye también a los viejos rebeldes, tan obedientes en tiempos de Guerra como los jóvenes en el nuestro, y al propio Guerra, autoerigido en estadista responsable y azote del populismo de izquierdas tras haber sido un preclaro precursor del populismo de izquierdas, además de responsable de algunas de las frases más incendiarias de la Transición. Dicho esto, no les quepa duda: si el PP hubiera dispuesto de la más mínima oportunidad de pactar con Puigdemont, habría hecho lo mismo que el PSOE, los cuadros y la militancia lo hubieran aceptado con la misma mansedumbre y, al día siguiente del acuerdo con los secesionistas, la prensa de derechas —tan sumisa como la de izquierdas, ambas salvo contadísimas excepciones— lo hubiera bendecido como un acto de patriotismo responsable y hubiera titulado a toda página: “Puigdemont, español del año”. ¿Que cómo lo sé? Porque esto ya ha ocurrido (y, si no lo remediamos, volverá a ocurrir): en 1996, un PP necesitado de los votos nacionalistas para formar gobierno pasó en un pispás de corear “Pujol enano, habla castellano” a corear “Pujol, guaperas, habla lo que quieras” y José María Aznar, político de principios inconmovibles y baluarte frente al nacionalismo periférico, le dio a Pujol lo que no está escrito, arrancó a hablar catalán (en la intimidad) y no entonó el Virolai haciendo el pino porque Dios es misericordioso. Y en el PP y sus satélites nadie dijo ni pío.

Sí: tenemos un problemón. Necesitamos partidos de verdad: sin ellos, no hay democracia de verdad. Necesitamos partidos que no se sirvan de nosotros, sino que nos sirvan, que fomenten la crítica y la autocrítica, que no confundan la disciplina con la sumisión, partidos aireados, plurales y generosos, idealistas y realistas, integrados por militantes libres y no amedrentados y por cargos elegidos en listas abiertas. En suma: necesitamos una nueva ley de partidos (y, de paso, una nueva ley electoral). La pega es que sólo pueden hacerla los propios partidos, que no quieren hacerla. Así que, señoras y señores, o los obligamos nosotros a cambiar, o no cambiarán. Y el problemón seguirá siendo nuestro, no suyo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Javier Cercas
Javier Cercas nació en Ibahernando, Cáceres, en 1962. Es autor de 12 novelas que se han traducido a más de 30 idiomas y le han valido prestigiosos galardones nacionales e internacionales. Ha recibido, además, importantes premios de ensayo y periodismo, y diversos reconocimientos al conjunto de su carrera. Es miembro de la Real Academia Española.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_