Elena Armas: de gira por EE UU con la española que reina en la nueva novela romántica
Tras vender más de un millón de copias, la escritora madrileña se ha coronado como indiscutible figura del romance a fuego lento. Desde Nueva York hasta Carolina del Norte, la acompañamos en la presentación de su nueva novela, ‘Amor en juego’, ante sus fans, capaces de recorrer medio mundo por una firma y un selfi con ella
Mientras dormía, a Elena Armas (Madrid, 33 años) un vídeo viral le cambió la vida. Pasó en julio de 2021. Se acostó siendo una investigadora de baterías de litio para Volkswagen y se levantó convertida en la escritora revelación de TikTok. No llegaba ni a los dos minutos, pero el clip entusiasta de una estadounidense maravillada por lo mucho que se parecía su vida a la novela que había autopublicado la madrileña en Amazon seis meses antes propició un fenómeno editorial. En pocas horas, con más de un millón de visualizaciones y subiendo en menciones y réplicas, aquella reseña en vídeo de The Spanish Love Deception (que se traduciría después como Farsa de amor a la española), un romance a fuego lento que escribió aprovechando el parón laboral que impuso el confinamiento de 2020 y que estaba creciendo de forma orgánica en ventas y en elogios en BookTok (el rincón literario de TikTok), explotó. Y propició que la novela se infiltrase en la lista de los 100 más vendidos del género romántico en Amazon. En cuestión de días le llovieron correos de agentes de representación y ofertas editoriales. Dejó el trabajo que pagaba su alquiler en Alemania y se convirtió en escritora a tiempo completo. Ideado originalmente en inglés, su debut narraba la historia de Catalina Martín, una española migrada a Nueva York que, para sobrellevar la boda de su hermana en España, decide inventarse un novio americano y acaba convenciendo para representarlo al compañero que peor le cae de su oficina. Aquella ficción de la que salió el lema “rompe su cama, no su corazón” —y que ahora estampa en pegatinas para sus fans— acabaría siendo adquirida por Simon & Schuster con derechos para el Reino Unido y EE UU. También se traduciría a más de 20 idiomas (incluido el castellano), asaltaría la lista de best sellers de The New York Times y se haría con el premio Goodreads al mejor debut del año en novela romántica.
“A ese vídeo viral me gusta llamarlo la primera pieza de dominó en mis charlas y entrevistas. El inicio de todo este efecto mariposa que nos ha llevado a este instante”, explica esta autora entre carcajadas nerviosas ante las montañas de (sus) libros que la esperan amontonados con post-its que indican nombres de pila de mujer en el sótano de The Ripped Bodice, la nueva librería de moda en la quinta avenida de Brooklyn (Nueva York). Es 4 de septiembre, festivo en Estados Unidos, y, aunque el resto de Park Slope amanece desierto y achicharrado por el bochorno del (dicen) último fin de semana del verano por el inicio del calendario escolar, ese coqueto nuevo santuario especializado en novela romántica, decorado en tonos pastel y empapelado con páginas de novelas de Jane Austen y otros clásicos, ya está abarrotado de compradoras. Casi todas las clientas se mueven entre los 18 y los 35 años, llevan tote bags de otras librerías independientes de Estados Unidos y cargan con varios títulos hacia la caja, una media de entre dos y tres libros, que probablemente terminarán en apenas una semana. Son lectoras aficionadas al binge-reading o atracón por lectura, consumidoras ávidas de romance que, al igual que quienes se tragan una serie del tirón entre las primeras recomendaciones del carrusel de Netflix para anestesiarse y olvidarla al instante, devoran este género escapista para huir de su rutina.
Quienes ojean los libros destacados en la zona de Armas, dedicada a ficción contemporánea, ignoran que en los bajos de ese local la autora española lleva un par de horas dedicando varios centenares de ejemplares de su tercera y última novela, The Long Game (editada por Atria, el sello de romántica de Simon & Schuster en EE UU, y traducida al castellano por Ana Isabel Domínguez Palomo y María del Mar Rodríguez Barrena en Grijalbo bajo el título Amor en juego, a la venta desde el 7 de septiembre). Todas esas firmas personalizadas se enviarán a distintos puntos de Estados Unidos ese mismo día en sobres tornasolados rosa chicle que las dependientas empaquetan a medida que Armas firma con su característico corazón final. Durante esa mañana, no dedicará ni un solo título a un hombre.
“Es una pena que allí arriba y el 97% de mis lectoras sean mujeres. Los heteros deberían leer más este tipo de tramas. En realidad, la respuesta a sus preguntas está en estos libros”, dice la escritora, escoltada y asistida por Kaitlin Olson, su editora en Atria, mientras alinea, metódica, una fila de rotuladores permanentes de los que no se despegará y con los que dedicará, aproximadamente, más de un millar de libros a entregadas seguidoras que acudan a su encuentro durante las seis intensas jornadas en las que El País Semanal la acompañará en el arranque de su gira por el lanzamiento de ese libro. Un tour con tantas peticiones de selfis como de dedicatorias, reels con banda sonora de Sabrina Carpenter, intercambios de brazaletes de la amistad, viajes en tren y aviones prácticamente a diario, una aparición por videollamada en el legendario programa Good Morning America (donde fue escogida autora de la semana) y presentaciones en librerías con el cartel de sold out colgado en todas y cada una de las charlas que protagonizó. “Elena no es una autora convencional de romántica. A otras solemos programarlas únicamente en alguna librería de su ciudad natal, pero con ella es distinto. Sabe meterse a su público en el bolsillo”, asegura Megan Rudloff, la publicista que la representa en EE UU. No se equivoca. Armas, una mujer sencilla y cercana fuera de los focos, destila el carisma y sentido del humor teatralizado que requiere el showbiz en cada una de sus apariciones. Sabe qué frases pegadizas excitarán a sus fans, qué tipo de bromas les hacen gracia o qué referencias pop ganarán su aprobación en cada presentación. En la East City Bookshop de Capitol Hill de Washington —que en una misma tarde acoge un club de lectura sobre la perversión del capitalismo expuesta en Fortuna, de Hernán Díaz, para pasar directamente a un abarrotado acto con Armas—, Megan, una treintañera que ha acudido sola, no esconde su devoción por el género. “He conducido tres horas solo para ver a Elena, ninguno de mis amigos que lee ficción al uso tiene el compromiso que yo tengo con el romance”, explica, mientras sostiene varios libros (algunos repetidos, porque los colecciona) a la espera de ser firmados por la madrileña. En la flagship de la cadena Barnes & Noble de Union Square en Nueva York, una de sus lectoras voló directa desde Israel con su traducción en hebreo bajo el brazo solo para conseguir su dedicatoria. Es su charla más diversa. Allí se mezclan latinas, afroamericanas, mujeres con hiyab y, mayoritariamente, adolescentes que parecen salidas de un videoclip de Olivia Rodrigo.
La expectación que despierta tiene lógica. Ha vendido los derechos de esa primera novela para adaptarla al cine (“mi única condición ha sido que la protagonista sea española, como en el texto”, asegura). Liquidó 20.000 ejemplares en la primera semana de lanzamiento de su segunda novela, The American Roommate Experiment (traducida aquí como Experimento de amor en Nueva York, otro romance lento y tórrido con personajes secundarios sacados de Farsa de amor a la española). Ha sido traducida a otros 20 idiomas, tuvo que ser escoltada por guardaespaldas hasta para ir al baño en la Bienal Internacional do Livro de Brasil, en la que participó en julio del año pasado (“era mi primer acto internacional como autora, iba con mi prima y volvimos sobrepasadas con el fenómeno fan”), hizo gira por Estados Unidos y Europa y alcanzó la cifra mágica, según defienden en su nueva editorial en España, del millón de libros vendidos. Entre todo ese jaleo, escribió Amor en juego, un romance que narra la historia de Adalyn Reyes, hija de una cubana instalada en Miami, jefa de comunicación del equipo de fútbol que preside su padre, que se ve exiliada involuntariamente a un acogedor pueblo de Carolina del Norte. Allí chocará (amorosamente) con Cameron Caldani, un exfutbolista británico retirado de la Premier League, otro cachas guapísimo. ¿El motivo del destierro? Un vídeo viral, valga la ironía con la propia vida de la autora, pero que explotó para mal: fue pillada teniendo un ataque de ira, decapitando la mascota de peluche del equipo de fútbol de su familia.
Con Colleen Hoover convertida en la escritora más vendida del mundo (más de 20 millones de libros despachados, superando en las listas a Stephen King o J. K. Rowling), solo en Estados Unidos, el negocio del romance es el que más ha explotado en ventas. Un fenómeno aupado por el bum que experimentó en la pandemia, el rediseño y modernización de sus portadas (listas para pasearse en público) y el empuje de TikTok. El mercado alcanzó los 1.400 millones de dólares en ingresos por ventas en 2022, elevando las cifras del año anterior. De ahí se explica la invasión de adaptaciones de este género en plataformas televisivas. “¿Quién puede vender 20.000 o 30.000 libros en su primera semana de lanzamiento? Solo las escritoras de romance. Nadie hace binge-reading de ficción tradicional, ni se lee tres libros por semana de media en otros géneros. Por eso, todos los editores ahora están obsesionados, quizá demasiado, en buscar a la próxima autora que lo consiga”, explica Kaitlin Olson, la editora de Armas en Estados Unidos. La misma que cortó sin piedad 20.000 palabras de su último libro. Olson está a punto de recibir el manuscrito del siguiente, del que ya tiene título (The Short List) y funcionará con el tropo del matrimonio de conveniencia entre dos personajes secundarios sacados de Amor en juego.
Más que diversión, para Armas, esta gira estadounidense es un check más a resolver en el calculado plan de marketing. El año pasado vino a su tour con su novio (Javi) y hasta vieron un partido del US Open, pero este lo tiene claro: la promoción se resuelve mejor a solas. “Si me acompañan seres queridos, estaré más pendiente de que ellos lo pasen bien que de mi objetivo aquí”, cuenta. Durante esta gira solo se permite ver a una amiga una mañana en Nueva York (“apenas un ratito juntas en Central Park”, cuenta). Ni compras ni visitas a museos. El resto del tiempo libre lo aprovecha para descansar. Lee romántica o escucha capítulos pendientes de Criminopatía, su podcast favorito. “También me he traído descargado el true crime de Elize Matsunaga de Netflix. Soy adicta al género. Se podría decir que de día escribo sobre historias románticas y por la noche escucho sangrientos asesinatos de mujeres. Así es mi vida”, confiesa. En todos los hoteles por los que pasa, aunque apenas sea por unas horas, cuelga su estilismo del día planchado dentro en el armario. Necesita orden para después volcarse en actos en los que se pasará horas firmando y haciéndose selfis. Sus comidas y cenas, en las que siempre pide una copa de vino blanco, también las aprovechará para hacer networking con otras autoras: en Nueva York, cenará con Sarah MacLean; en Washington, comerá en una ostrería con B. K. Borison. En Austin (Texas), tocará tacos con Ali Hazelwood, la superventas con la que más se siente identificada.
“Sinceramente, puede que nunca me imaginase llevando esta vida, y aunque tenga que lidiar con mucha ansiedad por la competitividad brutal del sector, a la vez sé que llevaba años preparándome para esto”, cuenta Armas, hija de un ingeniero madrileño y una auxiliar de enfermería de Asturias, nacida en Madrid pero criada entre Alella y Badalona (Barcelona). Lectora ávida desde su adolescencia de sagas como las de Harry Potter, Crepúsculo o Los juegos del hambre, Armas —que sí se llama Elena, pero no se apellida así en su DNI: “Mi alias encaja porque en el mundo anglo ya ha conseguido sonoridad y renombre Ana de Armas”— pasó su etapa universitaria en Belfast, hizo un máster en cristalografía y emigró al municipio de Brunswick (Alemania), en el que se instaló con su novio tras su tesis para especializarse como consultora de una compañía china que investigaba en materiales para baterías de coche. Por aquella época, ya leía entre tres y cuatro libros de romántica a la semana (siempre en inglés, por eso escribe en ese idioma, que es el que, además, siempre ha utilizado en su vida laboral: “No sabría hacerlo en castellano”, asegura). Se abrió una cuenta de Instagram como bloguera del género (@thebibliotheque) y, para cuando acumulaba 80.000 seguidores, y al recibir una invitación de boda de su prima que la convocaba a Asturias, tuvo la idea de su primer libro. “Necesitaba probarme a mí misma que podía terminar un manuscrito”. En su compañía, nadie sabía de su otra faceta literaria y de su alias artístico. Fuera de la oficina aparcaba ese estigma impuesto para seguir con su estrategia como autora. “Como yo era influencer para editoriales, sabía lo que ellos hacían con los libros para promocionarlos. Ideé una copia de un plan de marketing, pero a escala reducida. Contacté a blogueros del mismo tamaño que el mío, la mayoría mujeres, para que el libro ganase tracción en redes”, dice. En seis meses, firmó un contrato con Atria, la editorial de Colleen Hoover, que la ignoraba como bloguera, pero que se rindió a su influencia como escritora. Dejó su trabajo en Alemania y, junto a su pareja, volvió a Madrid.
Para entender por qué la apodan “la reina del romance a fuego lento” basta con buscar la primera escena explícita, una con sexo oral, en su última novela. No llega hasta la página 381 de sus 440 folios. “La recompensa, cuanto más tarde, sabe mejor”, defiende entre carcajadas sobre esa dilación en materializar el asunto. Más allá de ese cebo, Amor en juego también infiltra algún que otro lema feminista para “acabar con el patriarcado” (así, tal cual, y sin más explicaciones) o defiende la necesidad de acudir a terapia para lidiar con el ansia por la perfección laboral. “Hay un salto generacional entre las lectoras de romance, es innegable que se debe reconocer el mérito de E. L. James con Cincuenta sombras de Grey, pero el marketing la ridiculizó sin piedad y desde luego muchas de sus tramas serían impublicables hoy en día”, apunta.
Armas se ha marcado líneas rojas sobre lo que puede o no puede escribir. “Las relaciones de mis tramas son heteronormativas porque es lo que conozco y lo que deseo en mis fantasías. No me atrevería nunca a escribir un romance LGTBQ+ porque ya hay autores y voces que deben ocupar ese espacio de representación”, dice. Sabe que las lectoras, como ella, están más politizadas con el feminismo y reclaman más inclusión en las ficciones: “Las novelas de ahora mantienen relaciones más consensuadas que antes. Hay machos alfa, sí, pero les aplicamos la mirada femenina. Yo no quiero que me lleven en avión privado a París, quiero que me traigan un té si estoy cansada, que sean capaces de verlo”, defiende sobre el salto generacional del género.
Su última protagonista, que sufre ataques de pánico por no poder estar a la altura en el trabajo, es reflejo de su propia experiencia. “Su viaje en la ansiedad es el mío”, adelanta. No sorprende. Mantenerse en la ola del género del momento no es fácil. Hay mucho dinero en juego, aunque ella prefiere no hablar de cifras. Sigue siendo la chica que compra su ropa en Massimo Dutti, adicta al true crime y a la búsqueda de piso en venta por la zona del Bernabéu. Dice que ni siquiera cuando dejó su trabajo como ingeniera se permitió un gran lujo. “Bueno, sí”, rectifica. “Ya tenía planteado un viaje con mi novio a Perú y cuando recibí el primer cheque me vine arriba y le dije: ¿Sabes qué? A tomar por saco, yo te invito: nos vamos en business”.
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