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Bob Chapman: “Tenemos altísimos niveles de depresión aunque hayan mejorado las condiciones de vida”

La cruzada de un veterano ejecutivo por un capitalismo consciente, no salvaje

Depresión Infelicidad
Bob Chapman fotografiado en Fordham College en Lincoln Center, Nueva York.Victor Llorente

“La empresa puede ser la fuerza más poderosa para hacer el bien en el mundo, pero, para ello, necesita trabajar en la prosperidad humana”. Este es el lema que mueve a Bob Chapman, presidente y director general de Barry-Wehmiller Group, una compañía centenaria de origen manufacturero que el pasado ejercicio facturó 3.000 millones de dólares y que emplea a 12.000 trabajadores. En tiempos recientes, Chapman se ha erigido como uno de los más relevantes empresarios con un enfoque humanista. Es habitual leer su experiencia en superventas sobre liderazgo. Su éxito reside en una cruzada personal: intentar mejorar el mundo a través de la empresa y de sus líderes. Chapman aspira a pasar del capitalismo salvaje al capitalismo consciente.

“Como sociedad nos enfrentamos a una pobreza en la dignidad. Aunque hayan mejorado las condiciones de vida y la prosperidad económica, todavía tenemos altísimos niveles de depresión y de infelicidad. Necesitamos cuidar a las personas y, para ello, el mejor sitio para comenzar es en el trabajo”, afirma el autor de Todo el mundo es importante (Ediciones Obelisco), un volumen firmado junto a Raj Sisodia, líder intelectual del movimiento Capitalismo Consciente.

“No siempre he tenido una mirada humanista”, interviene el empresario. “Cuando comencé, en 1975, me centraba solo en la búsqueda de los resultados económicos”. Pero a raíz de una serie de experiencias —o revelaciones, como le gusta denominarlas— cambió la lente con la que veía la realidad. “Comprendí que la forma en cómo tratamos en la empresa a cada trabajador afecta a su salud, a su matrimonio, a la relación con sus hijos o amigos y al sentido de su vida”. Desde el momento en que fue consciente de algo tan aparentemente básico, se propuso un cambio radical en la manera de dirigir: “No medimos el éxito por la rentabilidad, sino por cómo influimos positivamente en la vida de las personas a las que tenemos el privilegio de liderar. Cuando aprendemos a escuchar con empatía, a mejorar en el reconocimiento o a ser más confiables, nuestras relaciones personales se vuelven más sólidas. Bastaría con que tuviéramos las habilidades y el coraje para preocuparnos por las personas”, afirma. Chapman sostiene estas afirmaciones con datos que buscan confirmar que dicha cultura puede resultar beneficiosa también en el plano económico. Desde 1987 han “adoptado” (traducción humanista de “adquirido”) más de 130 empresas y su crecimiento anual es del 14%. Además, tiene a gala contar con los menores índices de rotación del mercado.

“Las universidades están centradas en fomentar habilidades que ayudan a crear riqueza, pero necesitamos otras actitudes para cuidar los corazones y las mentes de las personas”, comenta con respecto a un sistema educativo que, según él, aún está algo anclado en los principios de la revolución industrial. Por dicho motivo, Bob Chapman se dedica a inspirar a los líderes de todo el mundo en este cambio que propone a través de las charlas que imparte y del impulso a la Humanistic Leadership Academy, cuyo objetivo es formar a profesores universitarios en liderazgo humanista. Todo ello, con un propósito claro: hacer del mundo un lugar más humano.

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