Andreu Carulla, el cuarto mosquetero de los hermanos Roca
Muchos chefs colaboran con diseñadores para la creación de utensilios y platos o en la concepción de sus restaurantes. Pero la relación entre los hermanos Joan, Josep y Jordi Roca y el diseñador Andreu Carulla es otro nivel
Empezaron a colaborar en 2009 y, desde entonces, el vínculo entre el diseñador Andreu Carulla y los hermanos Joan, Josep y Jordi Roca (de El Celler de Can Roca, reconocido en 2013 y 2015 como mejor restaurante del mundo) se ha ido estrechando hasta el punto de que Andreu se ha integrado en el equipo de los Roca como director creativo. Es algo totalmente inusual y único, tanto en el mundo de la gastronomía como en el del diseño.
Andreu Carulla es, de hecho, un diseñador de producto bastante atípico. Además de esta colaboración que mantiene con los Roca, tiene su propio estudio en Banyoles, una pequeña población de Girona sembrada de huertas, lavaderos y molinos, surgidos en torno a una centenaria canalización del agua procedente de un lago próximo. Nació aquí hace 44 años. El estudio, desde donde trabaja a escala internacional con su equipo, se encuentra ubicado en un antiguo molino en el que se fabricaban placas de yeso, con un silvestre patio interior y un pequeño taller para maquetas en la planta baja. “El caos lo tenemos en otro molino cercano”, se ríe Andreu, “que es donde hacemos los prototipos grandes y donde trabajamos con los materiales más sucios”. Un singular contexto que le ha debido de influir en su filosofía de proximidad, de trabajar lo máximo posible ligado al entorno. Aquí también está criando a sus cuatro hijos, junto con su socia en la vida y en el trabajo, Míriam Pau.
Andreu tiene especial predilección por desarrollar sus prototipos a mano e, incluso, sus proyectos cuando las dimensiones o la naturaleza de los mismos lo permiten. Sus orígenes le han hecho tener una sensibilidad especial hacia las pequeñas producciones, las industrias artesanas, los materiales, los recursos y las soluciones locales, la sostenibilidad de sus diseños y del entorno. Con esta mentalidad no es de extrañar que conectara con los Roca. Pero respecto al proceso y la creatividad, los vínculos son todavía más profundos.
Conexión. “Conocí a Joan en un evento y no se me ocurrió decirle otra cosa nada más que los platos se podían mejorar”, cuenta el diseñador recordando la candidez de su comentario. “Me dijo que fuera al Celler y le enseñara a Jordi lo que hacía. Me presenté allí con un porfolio cutrísimo… Muchas de las cosas eran conceptuales. Ideas que no había llegado a hacer, pues solo llevaba tres años con el estudio”.
“Joan le dijo que viniera a verme porque yo llevo toda la parte de innovación. Empezamos a charlar y hubo un feeling inmediato”, añade Jordi. “Ese entendimiento tan rápido nos llevó a empezar a trabajar en una bandeja para petits fours. Yo le mandaba ideas y él me respondía con dos opciones más. Luego empezamos a abordar platos, vajillas… después todo el servicio de mesa, para que tuviera una coherencia y fuera un paso a paso. Ahora la relación no es de encargos concretos, sino continua. Es verdad que le pedimos cosas raras, pero porque somos raros. Normalmente, lo que le planteamos son retos de diseño. Y cuando él lo interpreta, le vemos todavía más posibilidades”.
Con Andreu, los Roca han desarrollado un sinfín de utensilios para el servicio de mesa, la mayoría piezas únicas o de tirada muy reducida. Objetos ideados en torno a la ceremonia y el relato que los Roca querían construir, bien para un plato, para todo un menú o para una experiencia en concreto. Al mismo tiempo, también han llevado a cabo complejos desarrollos en el ámbito técnico que son puro diseño industrial. Por ejemplo, para Rocambolesc (la heladería de Jordi), Andreu diseñó el Oxymoron, un aparato a modo de sandwichera que permite crear bocadillos de brioche calientes con helado dentro. Asimismo, entre todos han recuperado el mítico carrito de postres de restaurante, solo que al “estilo” de los Roca. La Bestia es uno de los más espectaculares que han creado, ya que camina, con un diseño inspirado en las piezas cinéticas del artista holandés Theo Jansen.
Fusión. Con el tiempo, ambas partes se han contaminado. “Con lo purista como diseñador de producto que yo era… Estoy seguro de que no sería el tipo de diseñador que soy hoy sin su influencia, porque me han forzado a moverme a otros territorios”, comenta Andreu. Se refiere, por ejemplo, al interiorismo del restaurante Normal que los Roca abrieron en 2021 en el centro de Girona, proyectado en su totalidad por Andreu con esa filosofía de materiales de proximidad y criterios de sostenibilidad que comparten.
“Los cocineros contemporáneos venimos de elBulli. Aquello rompió esquemas y creó un nuevo paradigma. Equiparó la cocina con el diseño”, apunta Jordi con respecto a las convergencias entre ambas disciplinas. “En gastronomía no se estudia creatividad. La desarrollas por tu cuenta. Una manera de crear un plato puede ser basándose en una lista de ingredientes, con los que vas probando a ver qué pasa. Pero, para mí, tiene que tener un sentido más allá del plano gustativo. Es lo mismo que diseñar una silla. La puedes hacer con cuatro patas o ir más allá y buscar nuevas formas de sentarse. En un plato metemos conceptos como poesía, memoria, discurso en torno a un producto, reinterpretación de recetas clásicas o humor”.
“Yo tampoco creo en un método creativo”, añade Andreu. “Puede matar la espontaneidad. Método y creativo me parecen conceptos antagónicos”.
Compromiso. La sostenibilidad es desde hace décadas uno de los grandes conflictos en el ámbito del diseño y, a la vez, una de las grandes preocupaciones. Andreu ha “contaminado” también en este sentido a los Roca, ya que hace un trabajo continuo de revisión de los residuos que genera su actividad. Por ejemplo, las bolsas que emplean para cocinar al vacío, las cajas de poliexpán en las que les llega el género, las botellas de vidrio… Con todo ello, impulsaron la iniciativa de upcycling Roca Recicla, mediante la que transforman de la mano de Andreu estos residuos en objetos con otro uso.
Van para 15 años trabajando juntos. En lo capital, coinciden. Pero también tienen aproximaciones y percepciones diferentes, y hacen de ello una ventaja. “Vamos a restaurantes juntos para ver qué interpreta cada uno”, revela Jordi. “Normalmente, los cocineros vamos con cocineros, pero esto es un poco endogámico. Con Andreu es otra cosa”.
“Lo primero en lo que yo me fijo es en el plato y él lo ve cuando se ha acabado la comida”, bromea Andreu. Salir de la endogamia es algo que casi nadie hace, porque requiere un esfuerzo, te saca de la zona de confort. Pero este tándem no asoma la nariz por la zona de confort ni por un despiste.
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