El cocinero callejero que revoluciona Nueva York
Thiru Kumar, originario de Sri Lanka y ciudadano estadounidense, convierte su puesto de ‘dosas’ vegetarianas con verdura, lentejas y coco en todo un destino gastronómico con un club de fans procedentes de 45 países
A pocos neoyorquinos les dirá algo el nombre de Thiru Kumar. Pero si oyen hablar del Hombre de las Dosas, muchos visualizarán la imagen risueña e hiperactiva de este tamil de 50 años, originario de Sri Lanka, que con su puesto callejero de dosas se adelantó al bum vegano en la ciudad con la oferta gastronómica más variada del mundo. Una dosa es una especie de crepe crujiente, muy popular en su país de origen y el sur de la India, y que en el carrito que él gestiona desde hace 20 años alcanza la categoría de delicia. Añádase un precio muy asequible, el lugar donde opera (el campus de la Universidad de Nueva York) y la simpatía de Kumar, que se hace selfis con todo el que se lo pide, para convertirlo en un personaje muy popular.
“Llegué a Nueva York en 1994, pero no dejé mi país por la guerra [del Gobierno contra insurgentes tamiles], lo hice porque conseguí una green card”, explica, en referencia a la preciada tarjeta de residencia permanente para extranjeros en EE UU. Sin más conocimiento culinario que las recetas de su abuela, a su llegada trabajó en mil oficios, ahorró dinero, pidió un préstamo y en 2002 abrió el negocio. “Quería tener mi propio trabajo. No tenía experiencia en la cocina, pero quería hacer algo nuevo, distinto. Se me ocurrió esto, pedí los permisos y aquí estoy”, explica entre comandas.
Kumar abre aleatoriamente: sus clientes se informan de la apertura, o del cierre, mediante un anuncio colgado en sus cuentas de Twitter e Instagram. Entrevistarle no es tarea fácil. “No, entrevista no. Hazme las preguntas mientras trabajo, yo nunca paro, ya me ves”, dice riendo, mientras vierte sobre la plancha cucharones de masa líquida, a base de lentejas y arroz, y la rellena de verduras. Servida con una taza de sopa de lentejas y chutney de coco, la bandeja satisface al más hambriento… por solo 10 dólares, otra importante razón de su éxito.
El ritmo de Kumar, pantalón de camuflaje, gorra beisbolera y collar de dos vueltas, es frenético: tras dorar la dosa, la empaqueta con la guarnición mientras atiende el teléfono (“¡Hola, aquí NY Dosas!”), cobra al cliente y se hace un selfi con él, todo a la velocidad del rayo, lo que no impide que ante su puesto se alarguen las colas.
Kumar, que tiene un club de fans de 45 países, salpica las comandas con palabras en castellano: “Tengo muchos amigos españoles, de Madrid y Barcelona, que vinieron a estudiar y comían aquí, así aprendí su idioma”.
Ha sido pionero en muchas cosas: el suyo fue el primer foodtruck de comida solo vegetariana de la ciudad. Hoy su puesto figura en guías turísticas de todo el mundo. Kumar evita hablar de Sri Lanka (“soy ciudadano estadounidense”), pero se le ilumina la cara cuando oye definir a su país de origen como un paraíso. “Sí, es una isla preciosa, maravillosa”, dice. En su frenético quehacer, solo una pregunta queda sin respuesta, el porqué de su éxito. Pero Kumar vuelve a sonreír abiertamente, se encoge de hombros y su gesto lo explica todo.
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