El negocio de hacer buenas películas en España
Cuatro de los cinco largometrajes candidatos a mejor película en los Goya de este año han sido impulsados por una nueva generación de productores decididos a hacer cine de calidad y comprometido. Junto a cinco veteranos hablan de las claves para convertir un proyecto cinematográfico en éxito
Cuando Javier Salas disparó la fotografía que ocupa las páginas centrales de este reportaje, retrató un legado y unas trayectorias que suman 183 premios Goya para sus filmografías, cuatro Oscar de Hollywood, dos Globos de Oro y diversos premios en los festivales de Cannes, Venecia, Berlín, San Sebastián… Es parte de la cosecha de todos los productores de cine a los que citó EL PAÍS Semanal para rendir cuenta de un trabajo primigenio, constante y fundamental a la hora de construir una película. Muchas veces prenden el germen que después lleva al éxito, con componentes creativos a menudo equiparables a los de un guionista, un director o un intérprete. Son emprendedores, activos, mezclan cinefilia con instinto financiero, sensibilidad con sentido práctico. Se convierten en cómplices y buenos consejeros de los creadores. Sin ellos, no saldría una película adelante.
Los productores representan el primer pilar de una industria que en esta edición de los premios Goya, además, marca un relevo generacional en su esfera. Cuatro de las candidatas este año a mejor película han sido producidas por nombres que aún no han cumplido 50 años y todavía no han logrado un cabezón, el mote con el que conocen en la industria al premio. Posan en estas páginas junto a otros consagrados con algunas de sus estanterías repletas. Todos ellos han decidido seguir el camino del cine como auténticos constructores de esas sombras que dibujan mundos vigentes y universos de fantasía en la pantalla.
En las cinco favoritas a la edición de este año —As Bestas, Cinco Lobitos, La maternal, Alcarrás y Modelo 77— aparecen en los títulos de crédito Eduardo Villanueva, de Caballo Films, Nahikari Ipiña, de Sayaka producciones, Álex Lafuente, de BTEAM, María Zamora, de Elástica Films y José Antonio Félez (Atípica Films), respectivamente. Son los nombres que andan detrás de las candidatas a mejor película española del año. Todos ellos, junto a otros compañeros productores han sacado adelante una gran cosecha. Historias que aúnan éxito de público con calidad y críticas extraordinarias. Es decir, la madre del cordero del oficio, lo que cualquier cineasta que se precie persigue: construir obras de arte que congreguen gente en las salas y consigan el aplauso del aficionado y las mejores valoraciones de los expertos. Calidad y refrendo, exigencia creativa y placer.
Son fórmulas difíciles de cuajar. Ante la pregunta de cómo se logra, ni los más jóvenes ni los más veteranos admiten conocer la respuesta. Si acaso métodos o formas de aproximarse a ella. Cuando se lo planteamos a quienes llevan carreras más amplias, como es el caso de Jaume Roures (Mediapro), Gerardo Herrero y Mariela Besuievsky (Tornasol Media), Fernando Bovaira (Mod Pictures) o Álvaro Longoria (Morena Films) podrían dar un máster. Pero el secreto, realmente, aseguran desconocerlo. Sin embargo, por eso en gran parte continúan en este negocio. Les mueve una mezcla de pasión y vocación, les intriga ese punto de misterio y aceptan una gran dosis de reto a la hora de intentar tocar la tecla en el espectador que conmueva, que prenda, que conduzca directamente al éxito.
En este sentido, 2022, además, supone una palanca moral, de refuerzo cara a la confianza de un sector tocado por diversas crisis que empiezan por el propio modelo de negocio y terminan por más de una década de contextos en los que han tenido que capear verdaderas tormentas. El pasado año empezó, además, de la mejor manera para el cine español: con el Oso de Oro en Berlín para Carla Simón y Alcarrás. “La gente me pregunta qué pensé cuando subimos a recogerlo y yo digo siempre lo mismo: que con eso nos asegurábamos, al menos, los tres próximos proyectos los haremos como nos dé la gana”, asegura María Zamora, su productora.
El ánimo del cine español andaba bajo ya antes de la pandemia, cuando el abandono de las salas resultaba palpable por la competencia de las plataformas. La crisis del covid multiplicó el pesimismo, hasta que el talento salió al rescate y éxitos en taquilla como As bestas, Cinco lobitos, Modelo 77 o Alcarrás han aumentado el optimismo esta temporada con buenas recaudaciones. Fue algo que ya comenzó a suceder tímidamente el año pasado con el éxito de El buen patrón, de Fernando León de Aranoa. Javier Bardem resultó un reclamo perfecto como protagonista en la producción de The Mediapro Studio.
El año anterior, la producción había marcado una tendencia aceptable. La industria debía volver a tomar el pulso. Se terminaron 273 largometrajes —50 más que en 2020— en los que se invirtieron 98,32 millones de euros, según datos de Statista. Algunos de ellos son los que han triunfado en 2022 al lograr esa mezcla mágica de calidad y éxito en salas, que ha colocado a As bestas, Alcarrás y Modelo 77 entre las 10 más vistas junto a taquillazos de la industria local en los que han destacado Padre no hay más que uno 3, Tadeo Jones, la tabla esmeralda —ambas han superado los dos millones de espectadores— o Los renglones torcidos de Dios.
Aun así, como no se cansan de repetir, no conocen el secreto: “¡Uy, eso no lo sabe ni Spielberg!”, dice José Antonio Félez, productor del drama carcelario que ha dirigido Alberto Rodríguez. Es el cineasta a quien Atípica Films, con más de 30 largometrajes a sus espaldas, ha acompañado desde que rodara El factor Pilgrim, la primera de las ocho películas que ha firmado el andaluz. “Debes ser honesto con lo que intentas hacer, comprometerte con ello, pero tampoco olvidar que en el cine, una parte importante reside en el entretenimiento”. Y eso define el cine de Rodríguez, pero también el de otros directores como Daniel Sánchez Arévalo, a quien Félez ha apoyado en su viaje.
La evasión es crucial, pero también conocer el pulso de lo que se mueve en las sociedades. Y es difícil acertar en eso. Los tiempos del cine son lentos; las tendencias, a veces, espejismos. Un buen productor debe saber adivinar hacia dónde se dirigen los acontecimientos. Generalmente son grandes lectores, están al día, les caracteriza una enorme curiosidad, cuando salen de casa ponen el radar para conectar con la calle. Cuentan además con una gran intuición. “Puedes comenzar un proyecto cuatro años antes de que se estrene, debes trabajar con mucha antelación y en ese plazo a veces pasa lo que has creído identificar como un signo de los tiempos”, asegura Bovaira, ganador de un Oscar de Hollywood por Mar adentro, de Alejandro Amenábar, su director fetiche, y un total de 58 goyas en diferentes apartados en sus películas. El aspecto económico también debes medirlo bien: “Con una inversión para cada película adecuada al público potencial que tiene”.
A veces eso supera las expectativas para bien, o para muy bien. Es lo que ha ocurrido este año con As bestas, de Rodrigo Sorogoyen. Con sus 17 candidaturas a los Goya, llevaba recaudados 4 millones de euros en taquilla hasta la última semana de enero. En gran parte, Eduardo Villanueva cree que su éxito se debe a una eficaz gestión de riesgos. No en un sentido castrante y de contención, sino de aliento: “En Caballo Films, los buscamos”, asegura. La prueba está en su carrera codo con codo con el director, desde sus inicios con Stöckholm, su segunda obra. Villanueva, a sus 41 años, es el más joven de la cita y representa una generación que bebe los problemas actuales y los expone sin tapujos en su cine: “Los cambios sociales acelerados, el hecho de la transformación en sí, nos interesa reflejarlo. Como también el feminismo, el contraste de lo urbano y lo rural, el impacto del mundo digital en nuestras sociedades, el cambio climático…”, afirma el productor de Caballo Films, que se alió para sacar adelante As bestas con Arcadia Motion Pictures, Crosnos Entertainment y la francesa Le Pacte.
Esa inclinación hacia el compromiso la comparte Villanueva con Jaume Roures (Barcelona, 73 años), el mayor de la reunión. Para el dueño de Mediapro —629 premios nacionales e internacionales, desde que comenzó en 1994 su trayectoria—, lo esencial es aliarse con buenos directores y guionistas para cada proyecto. Él ha apostado por las carreras de Fernando León de Aranoa, Manuel Huerga o Isabel Coixet. Y en el plano internacional, ha financiado gran parte de las últimas películas de Woody Allen, desde Vicky Cristina Barcelona, con la que Penélope Cruz consiguió un Oscar. En cada película que ha participado encuentra un nexo común: “Diseccionar la sociedad actual”.
Roures se alegra de haber vivido una época en la que, al menos, dice, “la gente iba al cine”. No todos están seguros de que los espectadores vayan a regresar a los niveles previos a 2020. Pero según datos de comScore, la asistencia a salas creció un 45% en 2022 respecto a 2021. Un total de 61,2 millones de entradas vendidas dejaron una recaudación total en taquilla de 379 millones de euros. Es un 49% más que el año anterior, pero un 39% menos de la media que se registraba entre los años 2015 y 2019. Todavía queda…
Y junto al cine más comercial o de pura evasión, hace falta resistir con apuestas que hablen de nuestras sociedades en crisis y en conflicto. “No resignarnos”, asegura Roures, “a que el talento venga de Los Ángeles”. Por eso, su generación apostó, según él, por crear industria. “Un poso, un fundamento”. Pero eso es algo que Gerardo Herrero pone en cuestión. “Pese a haber sido la intención, no hemos generado una industria potente. Espero que la nueva generación se encargue de eso…”. Lo lanza como órdago. Y allí andan María Zamora, valenciana de 47 años, Nahikari Ipiña (Bilbao, 45 años), Álex Lafuente (Benicassim, 42) y Eduardo Villanueva para tomar nota.
Puede que antes de la crisis cruenta de 2008 estuviera a punto de hacerse realidad. Pero el golpe de aquel crack destruyó todo tejido y varios de los puentes que en España se habían tendido con América Latina. Herrero fue uno de los más activos en esa estrategia junto a su mujer, Mariela Besuievsky en Tornasol. Ella comenzó su carrera en Uruguay con El dirigible, de Pablo Dotta (1994). Después ha sido responsable ya en Tornasol de éxitos como El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, Oscar a mejor película de habla no inglesa en 2009 o El hijo e la novia, del mismo director argentino y candidata en Hollywood a la misma categoría en 2001.
“Hubo una época en que los productores españoles tuvieron una buena posición en América Latina”, afirma Besuievsky. Habla de finales de los noventa y la primera década del siglo XXI. Pero la crisis acabó con ese impulso. “Se produjo un punto de inflexión. Cada país se fue replegando en asuntos más locales, no globales. España, si quieres, algo más que otros, incluso. Y perdió todo el terreno ganado”, asegura la productora uruguaya. Ni siquiera supieron después aprovechar la ventaja del idioma y hoy otros países europeos son más fuertes en ese territorio. “Francia y Alemania han ganado la batalla. Y desde hace poco también Italia. Han ocupado ese sitio. Lo perdimos y no lo hemos recuperado”. Besuievsky no entiende que tanto empresarios como políticos no apuesten por el vínculo en español, del idioma, como una ventaja. “No lo ven”, afirma.
Resulta algo que asombra. Una carta que han tratado de jugar los veteranos y que anda entre las aspiraciones de los más jóvenes pero no, quizás entre sus prioridades. A todos los caracteriza, eso sí, una búsqueda del riesgo en su oficio, como decía Villanueva. Casi como punto de partida principal, afirma Álex Lafuente, responsable junto a Valérie Delpierre de La maternal. La película de Pilar Palomero concurre junto a Mantícora, el filme de Carlos Vermut que también a producido Lafuente, a esta edición de los Goya. Y coinciden en apartados como el de mejor dirección. Cuando se dirima ese premio, tendrá el corazón dividido. Pero no cabe duda de que son dos apuestas que se caracterizan por la radicalidad y la búsqueda de otros caminos. “Nuestro cine no aspira al éxito comercial en primer término. Buscamos la calidad sin concesiones por el camino y creemos que eso ya merece la pena el esfuerzo”, afirma.
“Estar orgulloso de lo que has hecho”, al final, es lo que marca tu trabajo, cree Álvaro Longoria, de Morena Films. Él ha vivido ya algunas noches memorables en la gala de los Goya, como la del triunfo de Celda 211, con ocho premios para la película de Daniel Monzón. Pero el secreto del éxito le resulta un enigma. “Como dice José Luis Garci, si lo supiéramos, las películas las harían los bancos”, dice Longoria.
Lo que debe existir desde el principio es auténtica complicidad con el director. “Un apoyo mutuo en un camino largo que necesita confianza, afinidad creativa de base y prestar toda la calidad técnica y humana posible al proyecto”, asegura Nahikari Ipiña, productora de Cinco lobitos, la película de Alauda Ruiz de Azúa que ha conquistado a buena parte del público. En eso, José Antonio Félez ahonda: “En los últimos años se ha producido una mejora a nivel técnico en todos los oficios que concurren en el cine. Hoy son muy buenos”.
Existe un momento de terror en el proceso. “Cuando compruebas que la afinidad no funciona y lo ves venir”, afirma Ipiña. Y se rompe algo crucial porque, como cuenta Zamora, “la pareja de baile más duradera en una película es la que forman el productor y el director”. El problema es que a veces te das cuenta de esa quiebra demasiado tarde. “Entonces, apenas queda nada por hacer”, comenta Longoria. Quizás las alianzas formen parte de la genética generacional de la nueva hornada. “Nos hemos formado en una cultura más colaborativa”, asegura María Zamora. “Menos jerárquica, más transversal, añade la responsable de Alcarrás. “Buscamos con mucha naturalidad las sinergias, aliados”, comenta Ipiña, que ha producido Cinco Lobitos con Manuel Calvo (Encanta Films) y Marisa Fernández Armenteros (Buena Pinta Media), así como en la película de Carla Simón también han participado Avalon PC, Vilaüt Fils y Kino Produzioni.
Junto a todos esos elementos, quizás el resumen más atinado de la fórmula de éxito para cuajar una gran película de éxito quede en el vademécum que ofrece Gerardo Herrero. Lo sabe ver desde dos campos, porque también ha desarrollado su carrera como realizador en una de las carreras a dos bandas más fructíferas del cine español: “Un gran guion, conexión popular, buen director, reunir el dinero suficiente para producir bien, aliarte con una distribución adecuada, hacer una muy buena promoción, encontrar un lanzamiento en un festival importante y, para redondearlo todo, no equivocarte en la fecha de salida: es decir, evitar un temporal tipo Filomena, un covid o una guerra. Pero eso ya no depende de nosotros…”.
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