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La pandemia debilita el ‘poder blando’ del arte

El intercambio de obras artísticas ha dejado de ser una zona segura para las relaciones internacionales.

Los Kennedy, Lyndon B. Johnson, André Malraux y su esposa, ante La Gioconda en la National Gallery of Art de Washington en 1963.
Los Kennedy, Lyndon B. Johnson, André Malraux y su esposa, ante La Gioconda en la National Gallery of Art de Washington en 1963.Robert Knudsen / Zuma Press / ContactoPhoto (Robert Knudsen / Zuma Press / Co)
Miguel Ángel García Vega

De haber compartido nuestra época, Goya quizá se hubiera sentido igual de sordo pero bastante más solo. Ni siquiera habría notado los atronadores decibelios del despegue del avión. El Prado ha enviado 160 obras sobre papel del genio aragonés a la National Gallery de Victoria (Australia) sin correo. Nadie vigiló un trayecto de 17.140 kilómetros. “Existe mucha confianza entre ambos museos y montar dibujos resulta fácil: las posibilidades de daño son inexistentes”, relata, quizá, el mayor experto en su obra. Pero nunca volverá a ocurrir. El Prado cada vez presta menos. “Cuidamos muchísimo dónde van las piezas y analizamos las exposiciones y la lógica de su presencia”, advierte Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación.

Antes de la crisis sanitaria, las muestras eran cada vez más caras, los seguros habían desbordado su precio y la emergencia climática exigía años de conversaciones entre museos. Hoy ni Jackie Kennedy hubiera seducido a André Malraux, entonces responsable francés de Cultura, para embarcar a La Gioconda y llevarla a Nueva York. ¿Un capricho? Un acierto político. Estados Unidos cantó La Marsellesa. Entonces, ¿la covid-19 ha disuelto la sutil diplomacia del arte? “Los humanos siempre hemos sentido el impulso de decorar nuestras vidas, desde que vivíamos en cuevas”, templa Joseph Nye, exsecretario de Defensa estadounidense, quien acuñó el concepto de poder blando en 1990, al final de la Guerra Fría.

Tal vez lo que ha cambiado es el campo de batalla. La competición reside en quién “cuenta el relato”, y Hollywood es el gran guionista del poder blando. Captura los corazones y las mentes del planeta sin disparar un tiro. Sin dinero. Señala a los enemigos y los aliados. “El papel del arte contemporáneo al servicio del poder blando es pequeño. La música, el cine, la televisión, el deporte y la educación resultan más importantes”, defiende el consultor artístico James Doeser. Pero existe deseo de escena y lienzos. “La gente ha sido privada durante mucho tiempo de lo que hace que la vida merezca la pena”, reflexiona Melissa Nisbett, profesora de política cultural del King College de Londres. Ambos descubrieron que los rituales de los diplomáticos resultaban esenciales. Apretones de manos, comidas conjuntas, reuniones aburridas. El contacto prende la confianza.

El poder blando exige paciencia, pero llega. La Tate Modern, el Guggenheim y el Metropolitan han rechazado el dinero de la familia ­Sackler por su implicación con la epidemia del opio en Estados Unidos, que les ha costado 3.800 millones de euros en indemnizaciones. El arte no lava los pecados del alma humana. “Los museos con colección se defenderán mejor que los centros de exposiciones”, prevé Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, “sacarán partido de sus fondos”. Mientras, lugares como Abu Dabi y su acuerdo de 1.000 millones de libras con el Louvre sufrirán si caen los turistas. Languidecerá su capacidad de impresionar con la diplomacia suave.

Porque el arte es blando y pétreo. En febrero, fue hallado en Siria el cadáver decapitado del prestigioso arqueólogo Khaled al Asaad, asesinado por el mal llamado Estado Islámico al no revelar dónde ocultó las piezas más valiosas del yacimiento de Palmira. Goya, que dibujó como nadie el horror de ser hombre en la guerra, y Khaled hubieran sido grandes amigos a 10.000 metros de altura.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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