El tiempo del sentido
Los bares de carretera son lugares filosóficos. En ellos, frente a una coca-cola, una barra de pan y un plato de cuchara, pensamos en la vida que pasa o por la que pasamos como por ese salón
En los bares de carretera la gente se detiene para tomar algo e ir al baño, no siempre en este orden. La coartada suele ser la de “estirar las piernas”. Las personas que viajan con perros los sacan un momento para que hagan pis y para que beban un poco de agua en un platillo. A los gatos no se los puede sacar porque se escapan e igual acaban en medio de la autopista, rodeados de coches que van a 120. Los bares de carretera son no-sitios porque resulta difícil establecer con ellos una relación afectiva, a menos que seas camionero y los frecuentes mucho. Desasosiegan un poco al viajante ocasional por esa condición fronteriza entre el ser y la nada. Cuando me detengo en uno de ellos, pienso que aún tengo la posibilidad de volver a mi lugar de origen, ya que suelen quedar a medio camino. Pero nunca lo hago.
Son lugares filosóficos. En ellos, frente a una coca-cola, una barra de pan y un plato de cuchara, como se encuentra el señor de la foto, pensamos en la vida que pasa o por la que pasamos como por ese salón, ahora vacío debido a la pandemia, lo que lo hace más filosófico, si cabe. Observen el borde de la mesa desde la que el cliente contempla, atónito, algo que queda fuera de nuestro campo visual. En ese borde hay un cartelito según el cual se trata de la mesa número 11. Hubo un tiempo en el que tenía sentido tal orden. Podríamos referirnos a esa época como la del “tiempo del sentido”, sintagma de gran utilidad para el comienzo de los cuentos del futuro: “Hubo una época, en los tiempos del sentido…”. Lo que hace falta es que el cuento acabe bien. En fin.
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