La Mar 2018, evocación salina

Hay variedades llamadas a cobrar cada vez más protagonismo con el cambio climático. Siempre han estado ahí, modestas acompañantes de las famosas, en pequeñas porciones debido a su bajo rendimiento y la pequeña extensión de su cultivo. Es el caso del caíño blanco, la menos productiva de las variedades gallegas. Pero su ciclo largo y su maduración tardía, pese a los riesgos de cultivarse en una zona lluviosa, le permiten soñar con mayor protagonismo. Claro que hay que realizar una viticultura inteligente. Así lo entendieron en Terras Gauda cuando sacaron su La Mar, gracias a que poseen el mayor viñedo de caíño blanco. Una sorpresa que ha ido alcanzando notoriedad en distintas añadas, particularmente en 2017 y este 2018, pese a mantener prácticamente invariable la elaboración: larga maceración, corta crianza de tres meses sobre sus lías y posterior reposo a baja temperatura de otros cinco, para terminar de afinarse en botella otro tanto.

La idea es preservar al máximo su personalísimo e intenso aroma, donde se expresan pletóricas las frutas exóticas y tropicales, sin que eclipsen las notas de flores blancas y de herbal, junto a un recuerdo de laurel y algún atisbo lácteo de bollería. Fresco, sedoso, de impacto cítrico, termina con un final evocadoramente salino.