Apomonte 2008, un baño de autenticidad

Alabados en el extranjero, valorados en los mercados de calidad de medio mundo, capaces de provocar entusiásticos comentarios en críticos generalmente escépticos, los grandes vinos de Toro, la denominación de origen con mayores expectativas de éxito hace tan solo una década, no termina de conquistar a los españoles, tenazmente aferrados al tradicional gusto riojano.

Antaño pletóricos y entrañables, de cuerpo poderoso, color subido, aroma intenso y muy tánicos, supieron afinar su poderosa estructura. Todo en un imaginativo diálogo entre tradición y modernidad. Es lo que hace Frontaura, sabiamente conducida por la mano resuelta de Camino Pardo, alma mater de la bodega. Claro que para ello cuenta con un centenar de hectáreas de viñedo donde habitan cepas muy viejas, centenarias, que se destinan a este soberbio vino, ejemplo de todo lo dicho.

Maloláctica en barricas nuevas de roble francés de Allier y posterior crianza de 16 meses redondean el diseño, eficazmente conducido por el enólogo Juan Martín-Hinojal. Adentrarse en su fascinante paisaje aromático permite descubrir el juego entre la fruta y la flor seca, la hierba balsámica y las especias, el terruño y la madera. Poderoso pero esbelto, potente pero delicado, termina en un cálido y mórbido baño de autenticidad.