Barceloneta, la playa de Barcelona
El barrio playero reivindica su cara más auténtica. Flamenco o rumba en el Bar Leo; una bomba, la tapa típica, en La Cova Fumada, y un trago de cerveza artesanal en El Vaso de Oro
Barcelona lleva más de dos años empapelada de senyeras y esteladas. Los balcones de la ciudad también albergan la ocasional bandera anarquista, la republicana y hasta alguna rojigualda. Eso hasta que se llega a la Barceloneta y cambian los colores. De Pla de Palau hasta el mar solo impera la insignia amarilla y azulona del barrio. Los vecinos las colgaron masivamente el pasado mes de agosto, cuando salieron a la calle para protestar por el incivismo y los pisos turísticos. Las fotos de unos jóvenes italianos comprando en el súper borrachos y completamente desnudos encendieron la mecha de la explosión de orgullo herido que persiste en el barrio más insular y peculiar de la capital catalana.
10.00 Bomba, la tapa típica
Ahora que el esmorzar de forquilla (desayuno de tenedor) gana terreno al brunch, no está mal empezar la ruta en La Cova Fumada (1) (Baluard, 56), que lleva décadas sirviendo a buenas horas de la mañana cap i pota, bacalao y bombas, la tapa típica del barrio, que se inventó aquí y que consiste en una bola de patata rebozada con un corazón de carne picante. En este local anclado en el tiempo se sirven también las que para muchos son las mejores gambas de Barcelona. Para una opción de desayuno menos contundente está la panadería Baluard (2) (Baluard, 38). Utilizan solo harinas francesas ecológicas molidas a la piedra, pero sus panes y pastas mantienen precios ajustados.
12.00 Librería negra
Tiene todo el sentido que un barrio de pasado estraperlista albergue la librería Negra y Criminal (3) (calle de la Sal, 5). Tan importante como hacerse con un surtido de títulos de novela policiaca es darle conversación al librero, Paco Camarasa. El también comisario del festival BCNegra llegó al barrio hace más de una década, así que tiene estatus de mitad forastero, mitad vecino —como tal, puede sentarse en la mesa que el concurrido bar Jai-ca (4) (Ginebra, 9) mantiene solo para los locales—. Camarasa cree que los sucesos del verano pasado “colmaron el vaso” de un descontento que lleva tiempo cocinándose en una zona que siempre ha vivido “de cara al mar y de espaldas a Barcelona”. El escritor y periodista Toni Iturbe, que nació allí, lo confirma: “Vivíamos siempre como si hubiese caído una tormenta de nieve y hubiésemos quedado aislados. Ir a Barcelona era un acontecimiento”. Aun así, se cuida de idealizar demasiado el pasado y recuerda, por ejemplo, los estragos que causó la heroína en los ochenta.
13.00 Nuevos bares junto a la arena
La Barceloneta actual tiene su punto California —ahí está el Salt (5), el club de playa del hotel W (passeig del Mare Nostrum, s/n)—, su rollo Ibiza y hasta su momento Miami, en forma de los nuevos bares playeros como el Surf House (6) (Almirall Aixada, 22), donde se pueden pedir tacos y boles de asaí como en cualquier otro lugar costero e hipsteroso del mundo. Pero todavía hay lugares intransferibles para tomar un vermut, como el caótico Bar Leo (7) (Sant Carles, 34), un templo dedicado al cantaor Bambino en el que suena flamenco o rumba a un volumen atronador. También se puede optar por L’Electricitat (8) (Sant Carles, 15), bar con solera en el que tienen fama la tapa de anchoas, la bomba y la ensaladilla rusa.
15.00 Arroz ahumado con pulpo
Para muchos barceloneses, el barrio sigue siendo el lugar al que se “baja a comer”. No conviene empeñarse demasiado en encontrar “ese local auténtico al que solo van los pescadores” porque ya no existe. Lo más parecido son lugares como el Xiringo (9) (Sant Carles, 23), cuyo arroz ahumado con pulpo convence hasta al paellólogo más talibán, o Cal Maño (10) (Baluard, 12), una de las opciones más económicas para comer pescado fresco. El Racó del Mariner (11) (Moll dels Pescadors, s/n) está situado dentro del muelle, así que para entrar hay que identificarse a la policía portuaria. El emplazamiento y sus horarios (abierto de seis de la mañana a cinco de la tarde, solo entre semana) propician una mezcla explosiva de clientela, con pescadores, fuerzas del orden, noctámbulos de after y gastroobsesos capaces de cruzar la ciudad por probar su morralla frita. Y para disfrutar de ingredientes de proximidad y recetas tradicionales, el vistoso Barraca (12) (passeig Marítim, 1), de Xavier Pellicer.
17.00 Afamada vida callejera
A no ser que se sufra un momentáneo antojo de helado de Vioko (13) (número 55) o de Fratello (14) (número 15), la idea es seguir evitando el paseo de Joan de Borbó, la gran avenida tomada por badulaques y tiendas de souvenirs, y adentrarse en las callejuelas interiores. Edificios como La Casa del Porró (15) (Sant Carles, 6) son un buen ejemplo del barroco neoclásico que tenían en mente los ingenieros que levantaron el barrio en 1753 en unos arenales ganados al mar. Pero el legado arquitectónico más duradero del barrio son los llamados quarts de casa, los pisos de apenas 32 metros cuadrados típicos de la Barceloneta. Iturbe, que se crio en uno de ellos, señala que la afamada vida callejera del barrio —todavía hoy es posible ver a vecinos charlando con las sillas en la acera bajo la ropa tendida, para solaz de instagrammers ambiciosos— se debe en parte a que las casas eran demasiado pequeñas para moverse con comodidad.
19.00 Logos del club
Buen momento para ir de compras. Las sudaderas y accesorios de Firmamento (16) (Atlàntida, 57; abierta solo los fines de semana) reinterpretan los antiguos logos del Club Natación Barceloneta. Anton Pinyol y Marc Lite crearon la marca hace un par de años. La idea era poder hacer surf en plena jornada laboral. O por lo menos surf petit, la variante de olas pequeñas, las únicas que se cogen en la Barceloneta. La marca rinde constantes homenajes al barrio: los modelos de su primer catálogo fueron los jubilados eternamente bronceados que juegan al dominó mirando al mar.
22.00 Un trago de cerveza artesana
¿Solomillo con foie en un distrito marinero? Sí, solomillo con foie si es el melosísimo combo que sirven como tapa en El Vaso de Oro (17) (Balboa, 6), el estrecho, incómodo, ruidoso y 100% recomendable bar donde los camareros visten como almirantes de la Marina. Un trago de su cerveza artesana y un bocado de su ensaladilla rusa son la mejor manera de cerrar el día y volver a la ciudad vecina, la tal Barcelona.
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