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Amina y una generación de niños sacrificada por el oro En el este de Camerún, más de 400 yacimientos informales son el hogar de miles de niños, que trabajan en ellos para ganar su sustento en vez de ir al colegio Amina tiene 13 años y vive en Yassa, una localidad del este de Camerún surgida en torno a una tierra rica en oro. Allí trabaja con sus padres y hermanos desde los siete años buscando este mineral, de cuya venta obtienen su único sustento. Amina nunca ha ido a la escuela, no sabe leer y tampoco escribir. James Rajotte La rutina de Amina es la misma desde que tiene uso de razón, y ella misma la repite mecánicamente cuando le preguntan: “Me levanto, rezo, limpio la casa, lavo los platos, voy a por agua y después trabajo en la mina hasta las dos de la tarde. A esa hora vuelvo para rezar otra vez hasta las tres. Después de la oración lavo el oro y luego voy a venderlo. Cuando regreso cocino, cenamos y voy a dormir”. James Rajotte No hay cifras certeras sobre el número de niños que viven en la situación de Amina porque es una actividad ilegal y cuesta medirla, pero se cuentan por miles. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que más de un millón de menores de 17 años se gana la vida en este tipo de yacimientos en el mundo. En Camerún, las últimas estimaciones, de 2016 y recogidas por la Unesco, muestran que el 56,2% de los niños entre cinco y 14 años fueron sometidos a algún tipo de explotación laboral. James Rajotte El Gobierno de Camerún prohíbe el trabajo infantil y ha firmado los acuerdos y convenios internacionales al respecto. También sanciona a los responsables de esta práctica con multas y penas de cárcel. En la práctica, la explotación laboral de los niños es una realidad, como se ve en esta imagen de las minas de Yassa. James Rajotte Amina y su mejor amiga, Lisette, trabajan entre el barro. El primer problema de estas niñas y de muchos otros les viene nada más llegar al mundo: no poseen certificado de nacimiento, por lo que al no estar registrados, oficialmente no existen y por tanto no hay ningún plan para hacerles llegar servicios básicos ni argumento posible para hacer valer sus derechos fundamentales. El 80% de los niños de Yassa está sin registrar, según el jefe de la comunidad, Yaya Sana. James Rajotte La imagen de Amina confunde porque es una niña tímida, de apariencia frágil cuando camina y se mueve, e incluso demasiado bajita para su edad. Pero cuando se enrolla el velo en la cabeza y coge la pala, se transforma y muestra una fuerza y una resistencia inusitadas. Es el fruto de llevar siete años trabajando en una mina de oro. James Rajotte En Yassa, que ni aparece en los mapas, todos son igual de pobres y todos carecen de cualquier servicio básico: ni agua potable, ni letrinas, ni centro de salud, ni electricidad. Las casas, por otra parte, son en su mayoría de adobe con techos de cañizo, ninguna de más de una altura. Y el terreno arcilloso se convierte en un barrizal formidable cada vez que llueve. James Rajotte Retrato de familia de Amina, que son de etnia peul y de origen centroafricano refugiados en Camerún antes de que Amina naciera. Los padres son Moussa (43 años) y Zeinabou (30 años). De izquierda a derecha, en la fila de abajo: Amina (13) con velo naranja; Idrissa (5) apoyado en su padre; Aissatou (2) en brazos de Ismaila (11). A su lado, con camiseta rosa está Hapsatou (7) y con camiseta del F.C. Barcelona, Moumini (8). En la fila de arriba: Nafisatou (10) con velo amarillo, Yaouba (6) con gorro azul; Mariama (18 meses) en brazos de su madre, y Aminatou (12) con velo rosa. Falta un varón más mayor que Amina, que se marchó de Yassa para buscar trabajo. James Rajotte Amina y su hermana Aminatou, de 12 años. Según su padre, Moussa, con el trabajo de todos los que trabajan en la mina (madre y mayoría de hermanos) la familia alcanza a juntar unos 60 euros mensuales y con esa cantidad es imposible escolarizar a todos los niños. Una matrícula escolar vale 5.000 francos CFA, unos ocho euros. Hay que sumar uniformes y material escolar. Pese a todo, cuatro hermanos de Amina van a la escuela. James Rajotte En Yassa tampoco hubo escuela hasta hace un par de años, aunque ahora hay una que construyeron los propios padres, pero solo cuenta con un maestro para los 160 alumnos de media que suelen acudir. Otro de los problemas es que es muy difícil convencer a los niños de que estudien cuando solo pueden limitarse a pasar las horas en una sala atestada y sin ninguna dotación: ni libros, ni cuadernos, ni docentes que les enseñen. James Rajotte Amina quiere ser doctora, pero es consciente de que, sin haber ido nunca a la escuela ni visos de poder ir, ese sueño no se va a cumplir. En su tiempo libre le gusta ver vídeos de cantantes sudanesas, cuenta, pero reconoce que tampoco es que le queden muchas ganas de hacer nada después de pasarse el día entero trabajando. James Rajotte Una misa vespertina en la Iglesia Pública de la Gracia de Camerún de Meiganga, una localidad del este de Camerún, en la frontera con la República Centroafricana. En los alrededores de esta población y de otras de la zona existen múltiples minas excavadas de manera artesanal. No obstante, el Gobierno camerunés estima que la cantidad de oro que se obtiene actualmente en el país no llega al 40% de lo que en realidad existe bajo tierra. James Rajotte Mina artesanal de Beke Route, en el este de Camerún. Como Yassa, esta es otra localidad surgida por y para la actividad minera. Aquí también trabajan niños, y aquí existen los mismos problemas que en la de Amina: faltan certificados de nacimiento, faltan oportunidades laborales decentes para los padres, faltan escuelas y maestros para los niños, faltan centros de salud e infraestructuras básicas de agua y saneamiento. James Rajotte Madres y niños trabajan en la mina, las primeras con sus bebés cargados a la espalda. Los padres están de acuerdo en que los niños no deben trabajar y dicen aceptar las directrices del Gobierno, pero piden soluciones, no solo prohibiciones. Reclaman educación y oportunidades de trabajo dignas para ellos que les permitan ganar un sueldo suficiente para mantener a sus familias sin tener que recurrir a la ayuda de los pequeños. James Rajotte Esta mina de Beke Route ha sido excavada en apenas cinco meses, cuentan los trabajadores. Ni a este pueblo ni a Yassa ha llegado ningún plan gubernamental de ayuda, tampoco ninguna ONG. Unicef es la única que se ha aproximado a ellas, pero sin intervenir aún. El primer paso es realizar una evaluación de la cantidad de niños que hay y de cuáles son las intervenciones humanitarias más urgentes. James Rajotte Esta imagen muestra el diminuto tamaño de las trazas de oro que se extraen de las minas. El Informe Transparencia de las Industrias Extractivas de 2017 de Camerún contabilizó 115 empresas dedicadas a la extracción de oro, el 95% de propiedad extranjera, principalmente de China, Corea del Sur, Grecia y Sudáfrica. El primer importador es Emiratos Árabes Unidos. James Rajotte El trabajo en la mina pesa en la salud de niños y adultos. Primero porque están en contacto con sustancias peligrosas como el mercurio, utilizado para separar el oro del agua. Al estar en permanente exposición a este mineral se puede inhalar o ingerir accidentalmente y sufrir un sinfín de patologías vinculadas al sistema respiratorio y digestivo con complicaciones a largo plazo. En el caso de las embarazadas, la exposición puede perjudicar al desarrollo del bebé. James Rajotte Los mineros artesanales venden al final del día el oro obtenido a alguno de los compradores que se acercan por estas localidades cada tarde. Hay que tener un permiso oficial del Gobierno para comprar oro, pero dado lo remoto de estas zonas y la falta de controles, así como la falta de oportunidades de esta población, no es descabellado comprar oro de forma ilegal. James Rajotte Puesta de sol en Bertoua, la ciudad más grande del distrito donde se ubica Yassa, el pueblo de Amina, que queda a más de tres horas de distancia. A menudo, la explotación laboral está sujeta a las redes de tráfico de menores, pero aquí no hay un empresario despiadado al que culpar. “Todos los niños viven la vida de la mina desde que nacen, desde pequeños saben que es así y se unen a sus familias cuando tienen edad para ello”, describe el anciano jefe comunitario y máxima autoridad del lugar, Yaya Sana. James Rajotte