Caminos hacia una transformación social centrada en las personas
Brasil redujo homicidios en un 40% y aumentó las rentas familiares en un 23% entre 2013 y 2017 pese a que las circunstancias y los discursos eran aún más agresivos que en España hoy
En nuestro contexto polarizado y pandémico, Europa presenta una narrativa (story-telling) de transformación y reconstrucción sociales. Sin embargo, en el camino que lleva a dicha transformación (story-doing), ¿participan las personas cuya reconstrucción debería de beneficiar? ¿Consideramos su conocimiento cuando diseñamos soluciones?
El martes 8 de noviembre de 2016 un polarizado Estados Unidos, bajo una miríada de narrativas, oficializaba el camino del "yo primero". Al día siguiente a la victoria de Trump, potencialmente repetible en semanas, impartía mi primera clase, Transformaciones urbanas centradas en las personas, en la Universidad de California, Berkeley. Me pedían enseñar una metodología de transformación social que codiseñé durante más de 20 años realizando proyectos con personas en situación de pobreza, inicialmente de las manos de mis padres, y luego adaptando metodologías innovadoras como Design Thinking, Theory-U o ASAP desde proyectos internacionales de transformación, sostenibilidad e integración que he realizado con multinacionales, gobiernos, ONG, y universidades. Concluí hace pocos meses su sistematización científica en la Universidad de Oxford.
Berkeley siempre vibra de forma única, pero aquel miércoles había una tramposa reverberación. Voceríos y helicópteros que marcaban el camino del tren al campus me llevaron a cambiar la clase. Hablar de Metodología de Transformación Social y planificación urbanística centrada en las personas demandaba adaptarse al terreno sobre la marcha.
No me faltaron ejemplos de proyectos en contextos aún más complicados; y en todos, la metodología se sostenía en una piedra angular: un conocimiento transformador que nace de las personas locales que viven el terreno y construye vínculos de unión con ellas. Se trata de valorar sus experiencias de vida real, conocimientos, sabidurías y herencias culturales; que son clave para dotar de capacidad de transformación social a proyectos y planes urbanísticos limitadamente basados en el conocimiento científico.
Asimilar el conocimiento transformador implica vivir el terreno, compartir espontáneamente experiencias con las personas que viven los problemas (porque experiencias conectan mentes), y construir conocimiento con estas personas. Así surge la confianza, la colaboración verdadera y consecuentemente soluciones auténticas de transformación social. Cuando se diseña un proyecto entre sillas y mesas de oficinas aclimatadas, se obvia este proceso. Por ejemplo, el afán por la medición (a menudo reduccionista y coja científicamente) puede monetizar árboles y soportar planes urbanísticos ineficaces si las personas que conviven con estos árboles perciben su valor diferentemente.
Se trata de valorar sus experiencias de vida real, conocimientos, sabidurías y herencias culturales; que son clave para dotar de capacidad de transformación social a proyectos y planes urbanísticos limitadamente basados en el conocimiento científico.
Expliqué a la audiencia que después del esfuerzo para acercar proyectos y financiadores a beneficiarios valorando su conocimiento, la Metodología de Transformación Social se enfoca en empoderar líderes. En las estructuras de los financiadores, soportando procesos internos de venta para dicho acercamiento. En las comunidades y barrios, a aquellos que facilitan el acceso al conocimiento local: los desviadores positivos (líderes comunitarios con sensibilidad, capacidad y legitimidad para construir confianza e involucrar a sus comunidades). Incubamos proyectos colectivamente y preparamos a los líderes comunitarios para negociar con financiadores.
Consecuentemente, las comunidades tienden a empoderarse porque siendo capaces de utilizar herramientas y lenguajes propios de financiadores multisectoriales aprenden a estructurar, enmarcar en planes urbanísticos, negociar, y reportar proyectos conectados al terreno donde ocurren los problemas; impulsando a su vez capacidad de transformación auténtica, representatividad popular, y calidad democrática.
Ante una audiencia extraordinariamente multicultural y formada, pregunté, ¿A quiénes los planes urbanísticos deberían de ofrecer soluciones?: ¿quiénes lo planifican, venden, ejecutan?, ¿o las personas que usan la ciudad?
Entonces un grupo de alumnos tachó a los financiadores de tokenistas: aquellos que emplean prácticas ficticias de co-creación, sorda escucha y participación ciudadana para validar decisiones previamente tomadas. Citaron al vecino Facebook, argumentando que difunde narrativas de co-creación de comunidades colaborativas y transformaciones positivas, mientras se lucra manipulando nuestra representatividad pública, por ejemplo polarizándonos al impedir bases comunes de información sobre la cual construir debates democráticos y empoderando a Trump. Una alumna razonó: “¡Pura estética! Si se preocupasen por las personas pagarían los impuestos diseñados democráticamente, y no harían falta ayudas ficticias para transformaciones sociales, porque los gobiernos podrían decidir democráticamente [cómo invertir socialmente]”. Hasta que una alumna pidió a los clientes de Apple, Google y Microsoft que se identificasen –silencio–.
El debate fue fértil para provocar reflexiones: ¿Quiénes componen empresas/gobiernos?, y ¿les empoderan comprándoles/votándoles? Cómo ilustra Michel Foucault (1980): "Todos producimos, y reproducimos sistemas de poder".
Enseñé proyectos urbanísticos que generaron transformaciones sociales en distintas ciudades y países debido a colaboraciones multisectoriales que centramos en las personas. En determinados barrios brasileños de Amazonas, Bahía, y Rio de Janeiro contribuimos a reducir la tasa de homicidios en un 40%. Procesos de escucha, participación y empoderamiento entre colectivos polarizados cuya conexión era improbable, como cuerpos de seguridad, personas vinculadas al crimen, empresas y gobiernos, empoderaron líderes que detuvieron conflictos competitivos y pasaron a colaborar para activar tejidos socioeconómicos en sus comunidades.
Por ejemplo, co-construimos entre comunidades locales y actores multisectoriales de Brasil, Canadá, España, Francia, Inglaterra, o Suecia, proyectos de empoderamiento de líderes comunitarios que lanzaron incubadoras de negocios sociales; que a su vez dotaron de autosuficiencia energética a bloques de viviendas y solucionaron servicios de educación, salud, profesionalización o generación de renta. En menos de un año ampliamos en media un 23% las rentas de 237 familias y reciclamos 3.000 toneladas de residuos sólidos, usados para pagar electricidad. Por otro lado, la alianza con el gobierno debilitó el proyecto en siguientes ciclos políticos.
En suma, la clave para transformar fue co-construir conocimiento en el terreno; además de trabajar con todos los sectores, establecer uniones improbables, y aplicar rigor académico. Así impulsamos transformaciones sociales democráticas auténticas, poniendo en el centro de las soluciones las personas que viven en sus pieles los problemas sociales. Por supuesto que estas transformaciones requieren narrativas (story-telling): imaginarios colectivos comunes que habilitan colaboración; pero sobre todo acciones auténticas (story-doing).
Nos corresponde ilustrarnos, abrirnos a vivir experiencias con personas "diferentes" sin juzgarles, elegir y exigir caminos verdaderos de escucha y participación: por ejemplo reclamando que los beneficiarios de los recursos europeos de transformación y reconstrucción sean aquellos que los necesitan, y que los proyectos integren su conocimiento. ¿Cuántas personas, en real condición de vulnerabilidad, tienen voz cuando diseñamos soluciones a la pandemia?
Leonardo Martins Dias es experto en desarrollo sostenible. Diseña e implanta proyectos de sostenibilidad y educación para empresas, gobiernos, ONG y universidades.
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