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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

Virus y remedio, ‘Pharmakon’ y la ciudad

Necesitamos aprender a integrar y construir juntos, enfermos y sanos, para enfrentar el presente y el futuro

Una mujer pasea por Singapur, el pasado 4 de mayo, protegida por una máscara.
Una mujer pasea por Singapur, el pasado 4 de mayo, protegida por una máscara.ROSLAN RAHMAN (AFP)
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Pharmakon es una construcción conceptual de la Grecia clásica. Era un veneno y un remedio que coexistían al mismo tiempo, no como una oposición, sino como una complementariedad; uno actuando al mismo tiempo que el otro, luchando entre sí y dándose vida mutuamente. En el Diálogo de Platón sobre Fedro, se describe Pharmakon como una droga que contiene tanto el poder del veneno, como el poder del remedio.

En Atenas, 370 años antes de Cristo, una persona llamada Pharmakos era utilizada en un ritual de sacrificio para purificar la ciudad que era amenazada por cualquier desgracia como una invasión, hambre, guerra o una plaga. Pharmakos podía ser un esclavo, un lisiado o un criminal, en ocasiones un extranjero, quien era elegido para ser expulsado de la ciudad, y aparentemente golpeado, apedreado e incluso ejecutado. Pharmakon, como concepto, adquiría un tercer significado, el de chivo expiatorio.

Pharmakos pervivió por años incluso cuando la filosofía clásica se tradujo al árabe y luego al persa. Sin embargo, cuando el concepto llegó al mundo occidental, para los traductores latinos no era posible que una palabra poseyera dos significados diferentes y encontrados (veneno o remedio), y menos aún tres (chivo expiatorio). Eso era a todas luces problemático. Los traductores optaron por utilizar el significado positivo; es decir Pharmakon como medicamento o medicina, y Pharmakos como farmacólogo o médico. La riqueza de la unidad de los opuestos, según descrita por Heráclito, se perdió. En el mundo occidental, las cosas y los conceptos no pueden ser lo mismo y su contrario al mismo tiempo.

El Enciclopedismo de Denis Diderot, a mediados del siglo XVIII, ratificó solo el significado positivo de Pharmakon en el Diccionario Francés, y lo catalogó como un remedio. Fue hasta el siglo XX que Jacques Derrida, filósofo francés nacido en Argelia, reinstauró el doble significado de Pharmakon en su idea de las oposiciones binarias que deben de sustentar la forma occidental de pensar: presencia/ausencia, hablar/escritura, etc. Derrida señaló en su teoría de la deconstrucción que, de hecho, la metafísica crea oposiciones dualistas que desafortunadamente en nuestro intento de simplificar el mundo terminamos por seleccionar solo el significado positivo. Sin embargo, la existencia de esta dualidad no debe de entenderse como una simple confrontación de oposiciones, como blanco y negro o rico y pobre. El mundo moderno ha abusado del uso de estos contrarios, trabajando con narraciones simples de imágenes contrastadas que se ven privadas de una construcción conceptual dualista como Pharmakon.

Lo mismo ocurre con la comprensión de la ciudad, que en realidad está hecha de un dualismo complementario: armonía y conflicto; belleza y fealdad; racionalidad e irracionalidad. La ciudad es similar y diferente, una y muchas, está en reposo y en movimiento y es, sobre todo, un Pharmakon como la llamó Sócrates en el Fedro de Platón. No obstante, en nuestro loco delirio por simplificar y salubrizarlo todo, transformamos la ciudad en un remedio, y olvidamos que también contiene el virus.

La ciudad post-covid será de hecho una ciudad covid. Necesitamos a aprender de nuevo a vivir con opuestos y binarios. Necesitamos integrar en nuestras vidas la indiferencia con la empatía, el desafecto con la unión, la malicia con la compasión y la ignorancia con la comprensión. Necesitamos "desenmascarar estas formas de pensamiento sedimentadas", como escribió Derrida, e integrarlas en nuestras vidas.

En Fedro, la locura socrática conlleva con ella la inspiración del toque divino, que es una forma de glorificación superior al sentido común, y también un estado de enfermedad mental severa. La locura es un Pharmakon. De igual manera, la ciudad es caos y orden, contagio y enfermedad, pero también cura, antídoto y progreso. En la historia reciente de la humanidad nos esforzamos por olvidar esta dualidad, pero la covid-19 es un cruel recordatorio de la necesidad de vivir de manera creativa con esta dualidad, recreando la unidad de los opuestos y sus interacciones.

La nueva normalidad es una revelación de cambio y aceptación, y  un remedio para las plagas que seguirán afligiendo a la humanidad

La nueva normalidad debe ser así. Una forma de aprender a racionalizar de manera práctica múltiples significados, aceptando a vivir con opuestos que antes de la pandemia nos causaban miedo y confusión. La nueva normalidad es una revelación de cambio y aceptación, es el entendimiento de que la ciudad incuba el virus, pero al mismo tiempo, puede proporcionar un remedio para las plagas y pandemias que seguirán afligiendo a la humanidad.

A diferencia del Pharmakon de Atenas, nuestra concepción moderna de este concepto no requiere de un chivo expiatorio que hemos estado tratando de encontrar por más de dos milenios. No necesitamos de un rito de purificación, ni exponer o castigar a alguien, mucho menos expulsarlo de la ciudad. Necesitamos aprender a integrar y construir juntos, buenos y malos, enfermos y sanos. Este es el antídoto para el presente y el futuro.

La covid-19 nos brinda la oportunidad de encontrar un orificio similar al que ofrecía el dios Kairos, a través del cual podemos escapar hacia un futuro mejor. Un lugar donde convive la amenaza y la posibilidad de superación. La ciudad misma, con todas sus imperfecciones y contradicciones. Cuando entendamos y usemos esta dualidad, "entonces nuestras alas comenzaran a crecer y anhelaremos volar como un pájaro", como escribió Platón en Fedro. Solo necesitamos tener el control de nosotros mismos, limitar las fuerzas destructivas y liberar aquellas que promuevan la bondad y la empatía. Tal vez entonces sabremos que podemos ser inmortales como la ciudad misma.

Eduardo López Moreno es Jefe de Conocimiento e Innovación y Director de la Oficina de México y Cuba de ONU-Habitat. Además, es autor de siete libros, coordinador y autor principal de las publicaciones emblemáticas de la ONU como el Estado de las Ciudades del Mundo (seis ediciones) y fotógrafo galardonado en temas sociales.

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