El centro que salvó el patrimonio musical de Somaliland
El Espacio Cultural Hargeysa no es solo un referente de creación en el autoproclamado Estado independiente africano, sino que ha recogido y custodia más de 14.000 casetes que suponen un archivo sonoro nacional único
Jama Muse ha consagrado su vida a que Somaliland recupere su cultura. Un trabajo duro pero que, después de más de diez años, ha empezado a dar sus frutos. El Centro Cultural Hargeysa se ha convertido en el polo de atracción cultural de la región, y de su entorno han surgido algunos de los principales eventos. Alberga certámenes de literatura, cine fórum, debates o exposiciones, entre las actividades de su programación, pero además cuenta con el primer archivo documental de Somaliland y su biblioteca es la segunda más importante del país, después de la Biblioteca Nacional.
Abrió sus puertas en 2014, pero su director, Jama Muse, llevaba desde 2008 trabajando en un proyecto que se convertiría en el germen y el pilar de este espacio cultural. Fue entonces cuando se lanzó la Feria Internacional del Libro de Hargeysa, que se convirtió en la primera de este tipo en toda la región somalí. “Era algo totalmente necesario. Somaliland venía de un pasado conflictivo, habíamos vivido la guerra durante muchos años” comenta el director. “En una situación de guerra lo último es la cultura, pero teníamos que recuperarla”, sentencia el veterano activista cultural.
Durante años, todos los esfuerzos se han dirigido hacia las necesidades más elementales del país como seguridad, infraestructuras, educación y sanidad. Fue necesario dar el siguiente paso y cubrir el vacío cultural generado por los años de inestabilidad. Somaliland se independizó unilateralmente del resto de Somalia en 1991 y, a partir de ese momento, llevó a cabo un proyecto de reconstrucción nacional por su cuenta que ha merecido el aplauso de los analistas internacionales y que se consolidó a partir de 2005, cuando se celebraron elecciones parlamentarias y los representantes de las principales instituciones del país fueron elegidos. A pesar de los avances en la reconstrucción y su transición hacia la democracia, ningún país ha reconocido aún la independencia de Somaliland, lo que sitúa a esta nación en una posición complicada. No obstante, en los últimos años, diferentes Estados han empezado a colaborar con el Gobierno de Somaliland por su posición estratégica en el Golfo de Adén, que es una de las principales rutas del comercio marítimo mundial.
Los primeros años no tuvieron demasiado éxito, pero a través del trabajo constante se han convertido en un referente no solo de Somaliland, sino de todo el Cuerno de África. De hecho, la Feria de Mogadiscio nació poco tiempo después que la de Hargeysa, y su modelo ha sido seguido por otros eventos de este tipo en países como Etiopía y Yibuti. La última edición, en 2019, consiguió la nada desdeñable cifra de 10.000 asistentes de más de 23 países, sobre todo de Europa y de África. Cada año se elige a un país invitado sobre el que se vertebra toda la actividad. El último que participó fue Egipto.
Preguntado por las claves de ese triunfo, Jama Muse confiesa que la enorme acogida que está recibiendo la Feria se debe a que, en el evento, además de la literatura, convergen otras expresiones artísticas: “Siendo sincero, la Feria del Libro no está solo centrada en los libros. No me malinterpretes, por supuesto que la literatura es esencial en este evento, pero es una excusa. Hemos creado un espacio donde todas las artes tienen cabida: danza, música, poesía… Ese es el verdadero atractivo de la Feria”. A esto, Muse añade una reflexión esencial: “Nos negamos a que este lugar se convierta solo en un espacio de comercialización; la venta de obras está distorsionando el significado de la literatura y hace que pierda valor. No se puede basar todo en el dinero”.
La Feria del Libro fue solo el primer paso para lograr un objetivo mucho más ambicioso. Debido al rotundo éxito que fue teniendo ese evento, se decidió crear el Centro Cultural Hargeysa en 2014. El proyecto se basa en cinco pilares: las personas, el archivo de documentos históricos, la música somalí, el carácter oral de la sociedad somalilandesa y los fondos de la biblioteca. Las personas son las que dan sentido al proyecto. En ocasiones se han llegado a concentrar 200 jóvenes que leen, utilizan sus instalaciones para grabar, comparten experiencias, debaten… Sin ellos, el centro sería un lugar vacío. Pero, además de un espacio de encuentro, también es un archivo, y el más importante del país, ya que no existe un Archivo Nacional como tal. Esa ausencia hizo que fuera necesario proteger el patrimonio escrito que estaba en peligro y que es escaso por el carácter oral de la sociedad somalí. Por ello, los pocos documentos escritos encontrados se consideran un legado muy valioso.
Al archivo hay que sumar la biblioteca, que se convirtió también en pionera: “Hasta la fundación de la Biblioteca Nacional, no teníamos en Somaliland un centro dedicado a la difusión de las obras escritas. Hemos conseguido recopilar 15.000 volúmenes” comenta el director. La biblioteca permite acceso gratuito a todas las personas que lo deseen, garantizando su acceso a la cultura. Pero la joya de la corona del centro es, sin duda, el archivo de música, que ha conseguido conservar una colección de casetes que estuvieron a punto de perderse y que ahora se protegen como un tesoro. Este archivo se ha convertido en un referente del continente africano, ya que es uno de los centros con mayor volumen de este tipo de grabaciones y es un muy buen ejemplo de cómo recuperar y proteger el patrimonio inmaterial nacional.
“Durante años nuestra sociedad se olvidó de la música, nadie se preocupó de protegerla. Era necesario empezar a buscar todas aquellas canciones y voces que habían desaparecido” comenta Muse emocionado. “Nuestras raíces son completamente orales y durante años las familias, en vez de enviarse cartas, se grababan y enviaban cintas. Esa conexión entre lo tradicional y la tecnología es maravillosa. Sin darnos cuenta, estábamos protegiendo nuestro patrimonio. Por otro lado, sabía que muchas cintas grabadas con la música y las canciones originales se enviaban a Yibuti, a una tienda de música, que se encargaba de distribuirlo, así que no fue difícil seguir la pista”.
Este centro ha demostrado que la cultura es una herramienta muy poderosa para la protección del patrimonio, la integración social y la paz
Aunque una buena parte de ese patrimonio se encontraba en Yibuti, la mayor parte del fondo debe su existencia a la participación colectiva de la ciudadanía somalilandesa en forma de aportaciones. Muchas personas enterraron sus casetes durante la guerra civil que asoló el país desde finales de la década de 1980 hasta su declaración de independencia y que llevó al autoritario régimen de Siad Barre a arrasar ciudades enteras como Hargeysa, la capital de facto de Somaliland.
Cuando se enteraron de que alguien estaba intentando preservar ese patrimonio empezaron a llegar las donaciones: familias, un antiguo estudio de grabación, almacenes… En total se ha conseguido recopilar más de 14.000 casetes que han evitado que se pierdan también los grandes éxitos de la música somalí de las décadas de 1970 y 1980. Actualmente el centro se está esforzando por digitalizar este material y ya tiene disponibles el 20% de las cintas.
Pero el Centro Cultural Hargeysa no es solo un lugar de custodia del patrimonio material, también es un espacio vivo de creación. La cantidad de gente que se acerca a sus instalaciones lo hace no solo para acceder a los fondos de sus archivos, sino para asistir a la oferta artística que se organiza cada año. A las exposiciones regulares de arte, se unen los certámenes de poesía, muy extendida en esta región del Cuerno de África, así como mesas redondas, proyecciones de cine y conciertos. También se organizan clases de danza tradicional, cursos de fotografía creativa y producción cinematográfica. Además, en los últimos años se han empezado a organizar cursos presenciales de investigación, de escritura académica e incluso talleres de creación literaria. El pasado año, Nadifa Mohamed, una de las escritoras más reconocidas de las últimas décadas en la diáspora somalí, participó en uno de esos talleres.
El papel desempeñado por este espacio va más allá del arte como exponente del ocio. Su objetivo no es simplemente entretener a través de su oferta cultural. Más bien, el objetivo es apoyar el renacimiento y el desarrollo de la cultura somalí, consolidar la participación de las mujeres y de los jóvenes en las actividades culturales y promover la tolerancia, la buena ciudadanía y la reconciliación. “Somaliland es un país pacífico, y a través del arte queremos fomentar la cultura de la paz”, señala el director. Aunque aún tiene mucho camino por recorrer, este centro ha demostrado que la cultura puede ser una herramienta muy poderosa para la protección del patrimonio, la integración social y, en definitiva, la paz.
Wiriko es una asociación cultural que tiene como objetivo la difusión de las manifestaciones artísticas y las culturales africanas contemporáneas. Desarrolla actividades de divulgación a través de un magacín digital y de formación mediante un Aula Virtual.
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