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“El territorio sagrado es no engañarse”

El poeta Luis García Montero.
El poeta Luis García Montero.Ximena y Sergio
Anatxu Zabalbeascoa

Defiende que la poesía, ese género en la frontera entre la intimidad y lo público, es un intento de tocar la verdad y que la calidad de unos versos no se mide con 5.000 me gusta en redes sociales. Escritor, profesor y académico, a sus 62 años este granadino lleva casi dos al frente del Instituto Cervantes. Y ahora que se cumplen dos decenios de la publicación de su gran poemario Habitaciones separadas, conversamos con él de su infancia, de la familia y de política, pero también de Lorca y Machado.

Su poemario Habitaciones separadas es uno de los más leídos de la poesía española contemporánea. José María Aznar ayudó a vender dos ediciones cuando lo fotografiaron leyéndolo en el Congreso. Años más tarde, Luis García Montero (Granada, 62 años) se presentó como candidato de Izquierda Unida, la coalición que había ayudado a fundar, a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Con 29 años, ganó el Premio Adonáis de poesía y con 30 tenía plaza fija como profesor en la universidad de su ciudad, “algo dolorosamente impensable para los jóvenes de hoy”. Nos recibe en el Instituto Cervantes, que dirige. Y defiende que desde allí no se puede hacer solo diplomacia cultural. Amigo de Alberti, marido de Almudena Grandes e íntimo de Joaquín Sabina y Enrique Morente, su ideología, como su poesía, tiene un pie en la calle: es a la vez crítica y sentimental.

Pregunta. ¿Por qué un adulterio en un poema se sublima y en una revista del corazón supone venderse?

Respuesta. La poesía es el momento de la verdad en el que uno se aclara las cosas. Las revistas del corazón tienen más que ver con la mercantilización del cuerpo: convertir en espectáculo lo que pertenece a la intimidad. Cuando crecí, la palabra “sexo” se identificaba con pecado. Por eso la democracia no era solo votar, también era llevar libertad a las relaciones de pareja.

P. En su poesía hay normalidad y naturalidad, ¿es una decisión ideológica?

R. Y una orientación literaria. Empecé a escribir cuando en España parecía que acceder a la cultura era abrazar la pedantería o la experimentación. A mí me gustaba la herencia de Antonio Machado. En Juan de Mairena escribió que la historia no pasa solo por las Constituciones, también por el corazón de la gente.

P. Hoy los poetas jóvenes llenan pabellones deportivos.

R. Los mayores corremos el peligro de convertirnos en cascarrabias creyendo que son tontos. Y ellos, el peligro de creerse adánicos sin nada que aprender de los mayores. Vivimos con tanta rapidez que se rompen los diálogos generacionales.

P. ¿Es buena esa poesía?

“Si como político insultas, esos insultos te salpican. Y la política se degrada. Pactar es esencial. Hay que aprender a convivir”

R. Hay de todo. Siempre ha sido un género frontera entre la intimidad y lo público. Ahora en las redes sociales se hace eso: a uno se le muere alguien y al minuto publica sus sentimientos. La poesía no puede separarse de la vida, será lo que quieran los jóvenes. Pero que no se confundan: la calidad de un poema no se mide en 5.000 me gusta.

P. ¿El poeta se instala en la superioridad para dar consejos? Cernuda: “Aquello que te critiquen cultívalo, porque eso eres tú”. O usted: “Los que han amado mucho no desmienten su amor con una mala boda”. ¡Y encima se casó!

R. Bueno…, he tenido malas experiencias amorosas, pero la boda me salió bien. Eso lo escribí pensando en Rafael Alberti. Tuvo un gran amor, María Teresa León, y una mala boda que le creó muchos problemas.

P. Pero la decidió él.

R. Sí, y lo respeto: una mala boda no acaba con nadie.

P. ¿Alberti le enseñó a aprender de los jóvenes?

R. Sí. El poeta exiliado se bajó del altar y se convirtió en un amigo íntimo. Yo tenía 21 años y me trataba con enorme respeto cuando lo habitual es que a los poetas mayores les gusten los jóvenes que escriben como ellos. Alberti propuso a Jaime Gil de Biedma como premio Cervantes cuando ya estaba muy enfermo. Su poesía tenía poco que ver con el mundo de Rafael. Le pregunté por qué lo había hecho: “Porque sé que es tu otro maestro”.

El poeta Luis García Montero.
El poeta Luis García Montero.Ximena y Sergio

P. O sea, que usted ha manejado la historia de la poesía en España.

R. De ninguna manera… La manejan los lectores. He tenido la suerte de ejercer el derecho a la admiración. En el mundo de la poesía, el éxito de los demás muchas veces se ha convertido en una ofensa.

P. Escribe poesía porque su padre lo deslumbró con La canción del pirata.

R. La leía en voz alta.

P. Su padre se jubiló de coronel. Un militar franquista con un hijo comunista. ¿Quién ha cambiado más?

R. Él sigue siendo muy conservador. Y yo un rojo. Hemos tenido muchas broncas. Pero hemos mantenido la relación por encima de las diferencias ideológicas. El mérito es de él. Cuando asesinaron a monseñor Romero, participé en una invasión de protesta al consulado de El Salvador. Salí en el periódico. Y cuando llegó al bar de oficiales y se metieron con lo que su hijo rojo había hecho, me contaron que dijo: “Mi hijo solo hace lo que yo le he enseñado: oponerse al asesinato”.

P. ¿Ya no es comunista?

R. Si ser comunista significa defender las dictaduras de los países del Este, entonces no lo soy. Los primeros muertos de Stalin fueron los comunistas que no estaban de acuerdo con él. Lo mismo sucedió en Cuba o Venezuela. El derecho a la igualdad debe ir unido al respeto a la fraternidad y a la libertad. Lo contrario desemboca en dictadura.

P. ¿Qué le dijo su padre cuando contó que quería ser poeta?

R. Que no había nada más importante: “Inténtalo”.

“Uno no puede sentirse muy español y despreciar el catalán. El Cervantes debe defender todas las lenguas de España”

P. ¡Menudo padre!

R. Tiene 92 años.

P. ¿Cómo fue su infancia?

R. En la calle, jugando al fútbol. Éramos seis, pero en casa había una habitación que no se tocaba: el salón de las visitas. Ahí estaba el libro Las mil mejores poesías de la lengua castellana.

P. “La imaginación es el ojo de la cerradura por la que nos espiamos”. ¿Qué distancia hay entre conocerse y escucharse demasiado?

R. La poesía es un intento de tocar la verdad. Los poetas que no creemos en Dios sabemos que ese territorio sagrado es no engañarse. La verdad no es creerse en posesión de la verdad, es comprometerte a no mentir.

P. Se cumplen 20 años de Habitaciones separadas, uno de los poemarios más leídos de la lengua castellana actual. Hasta Aznar dijo que lo leyó.

R. Se lo llevó a una sesión de investidura y agotó dos ediciones.

P. ¿Es su mejor libro?

R. Es donde encontré mi diálogo con la verdad. Pasé una época convertido en un cínico que no creía nada. Y no quise serlo. Había expulsado a los sueños. Por eso el libro le pide a los sueños que regresen a dormir en habitaciones separadas, para vigilarnos. Es un cretino quien se mete con la ciencia y la técnica. Pero también lo es quien se mete con las humanidades: se te muere alguien y la lavadora no te consuela.

Luis García Montero en el Instituto Cervantes.
Luis García Montero en el Instituto Cervantes.Ximena y Sergio

P. Ese libro y Completamente viernes celebran el enamoramiento de Almudena Grandes. ¿Ella es la fuerza de la naturaleza que parece?

R. Sí. Tiene debilidades, como todos, pero las vence con disciplina y vocación por la vida. Pero la poesía no es un desahogo sentimental. No puedes ocupar los poemas con tu biografía. El poema no funciona cuando el lector piensa en mi novia, sino cuando piensa en su novio o en su novia.

P. Almudena Grandes era ya mucho más conocida que usted. ¿Es un poco señor de?

R. Sí, claro. Ella arrasó con su primera novela, le ofrecieron mil premios y tuvo claro que lo que quería era ser escritora, no famosa.

P. Se conocieron protestando contra la primera guerra del Golfo.

R. Oí que ella le comentaba a su íntimo amigo Eduardo Mendicutti: “Hay que ver lo mal que se viste y lo que me gusta Luis”. Empecé a vestirme de otra manera, claro.

P. ¿Es cierto que ni usted ni ella han querido entrar en la RAE si no es juntos?

R. No. Francisco Ayala me ofreció entrar. Y Ángel González se lo dijo a Almudena. No tenía sentido entrar como matrimonio.

P. Sus amigos Sabina, Serrat, Miguel Ríos parecen estar siempre de fiesta. ¿Cuándo encuentran tiempo para leer?

R. Todos hemos conseguido trabajar en lo que nos gusta. Sabina impuso en el grupo lo que significa la amistad: mientras trabajamos somos muy críticos con lo que hacen los otros y decimos a muerte lo que no nos gusta. Ahora, una vez que el disco se publica, como una piña: una obra maestra. Es importante tener un grupo de gente que te diga “párate”. Luego, con la misma confianza, tú haces caso o no.

P. Otro de sus grandes amigos fue Enrique Morente.

R. Le preguntabas: “¿Sabes inglés?”, y contestaba: “Algunas noches”.

P. ¿Son peores los puristas del flamenco o los de la poesía?

R. Se parecen mucho. Morente defendía distinguir entre los puritanos y la pureza. Lo mismo que la tradición y el tradicionalismo. Es tonto quien no admira su tradición. Eso no es lo mismo que creer que el pasado deba cerrarle las puertas al futuro.

P. A su madre le ha escrito sobre la culpa: “A tu lado me busca / esta vieja nostalgia de ser bueno / de no ser yo / de conocer al hijo que mereces”.

R. Con 50 años escribí en Vista cansada sobre las cosas que me han importado en la vida.

P. “Voy a decepcionarte también en mi vejez”. Escribió.

R. Nunca le había dedicado un poema. Escribir a una madre es muy peligroso porque es lo máximo: qué le vas a decir. Mi madre es la persona con la que más he discutido en el mundo. Se mezclaba la política y la vida. Ella estudiaba filosofía cuando se enamoró de un teniente, abandonó los estudios, tuvo seis hijos y vivió para ellos. No era el modelo de mujer que yo defendía. Le decía que tenía que tener vida propia, no haberse sacrificado, no someterse a mi padre…

P. Qué adolescencia le dio…

R. Eso: la rebeldía del adolescente que ha salido de izquierdas en una familia de derechas. Mi madre contraatacaba diciendo: “Vas a ser un desgraciado, de lo que tienes que tener cuidado es de las mujeres con las que te juntas…”. Quise escribir el poema para decirle que sabía valorar el amor.

P. “Madre / No guardaste mucho para ti / Ni siquiera una noche, una ciudad o un viaje. / Tu tiempo se sentaba en nuestra mesa y había que partirlo como el pan / entre tus hijos y tu miedo”.

R. Los militares no se enriquecieron con el franquismo. Sus sueldos eran modestos. Y criar a seis hijos hizo que mi madre renunciara a su tiempo por pensar en los demás. Quise decirle que lo sabía, que lo agradecía y que sentía nostalgia de ser el chico repeinado y bueno que ella hubiera querido. He tenido la suerte de que mis padres todavía viven y tras los sarampiones hemos alcanzado la tranquilidad. A veces mi padre se ríe: “Admito tener un hijo de izquierdas, pero jamás pensé que tendría un hijo al borde de la jubilación”.

P. ¿Cuánto contribuyen los hombres a ese sacrificio que criticó? ¿Quién cocina en su casa?

R. Almudena, muy bien. Dice que piensa mientras cocina.

P. ¿Usted, que defiende a las mujeres liberadas, colabora?

R. Una señora nos ayuda. Pero durante 20 años cocinaba cuando mi hija Elisa, fruto de otra relación, vivía conmigo de lunes a miércoles. Vivía entre Granada, donde soy catedrático, y Madrid. Y tuve que aprender, mi madre nos educó de acuerdo con la cultura de su época.

P. ¿Machista?

R. Sí. Con 84 años no acepta que nadie se levante para quitar un plato.

P. ¿Qué necesitan los hijos para estar bien?

R. Hay un poema de Luis Rosales que acaba diciendo: “No me he equivocado en nada sino en aquellas cosas que más quería”. Vivimos un momento difícil, la sociedad cambia deprisa y se generan trastornos en familias tradicionales. Una madre que viaja, un padre que no vive para la casa y los jóvenes con problemas de futuro desorientan. Estamos buscando cómo defender el derecho a nuestra vida sin que un hijo te eche en cara que no lo atiendes. En casa, como en muchas familias, sufrimos rachas difíciles. A pesar de los malos entendidos, lo importante es que quede claro lo que no está en juego.

P. Hoy la Canción del pirata que lo llevó a la poesía no engancha a un chaval. ¿Cuál lo hace?

R. Mi hija pequeña empezó a hacer rap. Me incomodaba porque es una cultura muy machista: “Yo soy el rey, tú a mí me la…”. Y también por las rimas fáciles. Pero como le interesaba, empecé a escuchar y me di cuenta de que en el rap, como en todo, hay gente que hace tonterías y gente que aporta. Eso me ayudó a no convertirme en un cascarrabias.

P. ¿Hasta cuándo va a dirigir el Cervantes?

R. Hasta que el Gobierno mantenga su confianza en mí.

P. ¿Tiene fe en el actual Gobierno?

R. Sería muy difícil defender lo que significa ser español con ideas que no fueran las mías. Que los partidos de izquierdas sean capaces de gobernar podría generar la recuperación del respeto entre partidos. No caer en lo que al final acaba insultando la imagen de España. Si estoy en el Instituto Cervantes es para defender esa imagen.

P. Se presentó como diputado por Izquierda Unida en el momento más bajo del partido.

R. Ayudé a fundar Izquierda Unida en 1983. He militado 30 años. El sentido de la disciplina me llevó a apoyar una organización que estaba en crisis. Acepté para perder, pero si hubiera ganado me hubiera llevado una alegría. Creo en la dignidad de la política.

P. Fue muy crítico cuando Podemos absorbió a Izquierda Unida.

R. En Andalucía, Izquierda Unida había pactado un Gobierno con el PSOE que regeneró mucho. Luego se fraccionaron ambos. En esa tesitura defendí que el pacto con el PSOE no era venderse al capitalismo. Pactar es esencial. Hay que aprender a convivir. Una persona de derechas no es un enemigo, es alguien con ideas diferentes a las tuyas. Si como político insultas, esos insultos te salpican. Y la política se degrada. Los niños de provincias tenemos dos equipos: el que no quieres que baje y el que juega a ganar. Y yo soy del Granada y del Madrid. Ahora, cuando los del Madrid dicen que Messi es un mal jugador, a los que nos gusta el fútbol nos entra la risa. Messi es el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos.

P. ¿Cuánto nacionalismo español hay en el Instituto Cervantes?

R. Uno no puede sentirse muy español y despreciar el catalán. Si yo de verdad me siento partidario de que se mantenga la unidad de España, debo entender que la cultura gallega y la catalana también son mías. Nos hemos enriquecido leyendo a Salvador Espriu, a Gabriel Aresti y a Rosalía de Castro. El Instituto Cervantes debe defender la cultura de todas las lenguas de España. Y no se puede defender el español con ideas imperialistas. Si usted ama España, no puede dar una mala imagen en México, Colombia o Estados Unidos. Somos el 8% de hablantes de un idioma que se acerca a los 600 millones. El español es de 23 naciones. Cuando se hace una declaración racista contra un mexicano en Estados Unidos, siento el insulto como mío. El Instituto Cervantes no puede hacer solo diplomacia cultural.

P. ¿El español en Estados Unidos es una lengua de pobres?

R. Es una lengua de inmigrantes. Reconocer la pobreza no es denigrar a nadie. Tenemos que conseguir progresar económicamente sin caer en la prepotencia del lujo.

P. Es de Granada y defensor de la memoria histórica. ¿Se deben buscar los huesos de Lorca?

R. El Estado debe amparar a quienes quieren rescatar los huesos de sus familiares y respetar a los que no. La familia de Lorca no quería, pero como las de quienes fueron asesinados junto a él pidieron la exhumación de los huesos de los suyos, no se opusieron para facilitarlo. Cuando tenía 15 años fui a buscar la fosa donde estaba enterrado. Para mí es territorio sagrado. Hasta el punto de que cuando fui a presentar a Almudena a mis padres y amigos, la llevé al barranco y le dije que ahí estaban mis muertos. Ha habido muchos momentos de descuido —se quiso hacer una urbanización— y temo que vuelvan. Es un lugar cerca de Granada y sujeto a la especulación. No me fío de los seres humanos. Por eso creo que quien está amparando con su fama internacional a los más de 2.500 ejecutados en esa zona es Lorca. Si lo sacan de ahí, todos esos muertos se quedan sin amparo. Respeto a quienes necesitan sacar los huesos, pero necesito que nadie borre ese lugar.

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