Una película de suspense
Fíjense en lo alto que ha llegado esta señora copiando a Esperanza Aguirre, que cayó en lo más bajo imitando a Margaret Thatcher. El ascenso de Isabel Díaz Ayuso es una tontería comparado con el de Donald Trump, que ha coronado la cima de la Casa Blanca también a base de decir disparates, porque el sueño español es más modesto. Aquí nadie se ha atrevido a recomendar un trago de lejía para limpiar los pulmones, aunque hemos estado en varias ocasiones cerca del apaga y vámonos. De hecho, en cierto modo y metafóricamente hablando, ya hemos apagado y nos hemos ido en varias ocasiones. Es lo que ocurre cuando se pierde la expectativa de que la existencia mejore. En Madrid perdemos la fe los lunes, miércoles y viernes, y en España, los martes, jueves y sábados. Queda el domingo para colocar cinta americana en las junturas y aminorar las fugas.
Las escaleras de la fotografía rematan en una meseta que tiene algo de patíbulo porque a la gloria y al infierno se llega a veces por los mismos peldaños. Treinta y nueve escalones se titulaba una película de Hitchcock y Ascensor para el cadalso otra de Louis Malle. Las dos iban de crímenes. Pero había aún una tercera de Mark Robson, interpretada por Humphrey Bogart y titulada Más dura será la caída, que trataba también de cosas muy feas. La cabeza es una productora insaciable de lo que el psicoanálisis llama asociaciones libres, que son curiosamente las más cautivas que quepa imaginar. Isabel Díaz Ayuso no lo sabe, o finge no saberlo, pero está dentro de una película de suspense, sin título por el momento, de las que acaban mal.
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