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La decisión más difícil: confinamiento o ingresos

¿Las medidas sanitarias se diseñan pensando en los países ricos? Dos investigadores de Yale publican un estudio en el que plantean que el coste de la cuarentena en los territorios vulnerables podría ser superior a los beneficios

Un sanitario toma una muestra de un hombre en India.
Un sanitario toma una muestra de un hombre en India.SAJJAD HUSSAIN (AFP)
Patricia Peiró

¿Están las medidas sanitarias contra la covid-19 pensadas solo para los países ricos? Millones de ciudadanos en todo el mundo viven al día y sin acceso a prestaciones sociales, como las que pueden permitirse Gobiernos como el español. Son lugares en los que los trabajos no están regulados bajo ningún contrato y, por tanto, tampoco se generan impuestos que permitan tener un Estado del bienestar. Así de simple: si no sales de casa para ganar dinero, no hay comida. ¿Qué sentido tiene encerrarse para no contagiarse cuando la alternativa es morir de hambre?

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A las muchas voces que han planteado este conflicto, se suman dos más, la de dos profesores de economía de la Universidad de Yale: "¿Compensa el precio que hay que pagar por el parón de la economía y el desempleo masivo? La respuesta para países ricos es rotundamente afirmativa. El coste de no intervenir sería la recesión económica más profunda imaginable. Es una medida abrumadoramente justificada en las sociedades de altos ingresos. Pero si hablamos de los países más vulnerables la respuesta puede diferir". Zachary Barnett-Howell y Ahmed Mush Mobarak han comparado el coste y beneficio de aplicar estas medidas en países con diferente nivel de riqueza. Concluyen que mientras que países como Estados Unidos el ahorro a largo plazo será hasta del 59% de su Producto Interior Bruto, en otros lugares, como Bangladés, solo podría ser del 14%.

"Se prevé que la política de distanciamiento social salve 1,3 millones de vidas en Estados Unidos (de 328 millones de personas) y 426.000 en Alemania (83 millones). Pero esas mismas medidas solo salvarían a 182.000 personas en Pakistán (212 millones) y 102.000 en Nigeria (196 millones). La pregunta es cuántas vidas pondría en peligro esa política en esos países pobres", interrogan los autores. "No debería haber una única política en todo el mundo. Las diferencias en la estructura de edad de la población y en la capacidad del sistema de salud implican que los beneficios del distanciamiento social son diferentes en los países ricos y pobres. Por otro lado, los costes son mucho más altos en los países más pobres, debido al sector informal, jornaleros cuyas familias dependen de sus ganancias semana a semana para comer", recalca Mobarak en un correo electrónico.

Lo que cuenta ya es una realidad. Varios países africanos han dado ya marcha atrás en las medidas estrictas de cuarentena y comienzan a permitir actividades económicas. “Ningún país se puede permitir el impacto de un confinamiento total mientras espera el desarrollo de vacunas”, aseguró la semana pasada Muhamadu Buhari, presidente de Nigeria. Mobarak explica cómo han recopilado datos de muestras representativas en zonas rurales de países como  Bangladés y Nepal. "Hemos hecho miles de entrevistas telefónicas y hemos aprendido que la inseguridad alimentaria y el desempleo son sus principales preocupaciones, y no la salud", señala.

Se prevé que la política de distanciamiento social salve 1,3 millones de vidas en Estados Unidos (con 328 millones de personas), pero esas mismas medidas solo salvarían a 182.000 personas en Pakistán (212 millones)

Según datos del Banco Mundial, dos tercios de los habitantes de África subsahariana viven con menos de tres dólares al día, un dato similar al del sureste asiático. Berk Ozler, especialista en finanzas de esta institución, señala que en estas regiones, la transferencia directa de dinero a las familias ni siquiera es una opción. "Muchos de estos países no tienen a los ciudadanos registrados en una base de datos y las campañas de censo requieren que las personas visiten las oficinas gubernamentales, eso es exactamente el tipo de actividad que hay que evitar. Incluso para transferir dinero mediante el móvil se necesitará que las personas registren sus números con el Gobierno o con los proveedores privados, lo que no será fácil", explica.

Esta misma situación se da en América Latina, donde la mitad de los hogares dependen del trabajo informal —que no es sinónimo de ilegal—. Matías Busso, economista del Banco Interamericano de Desarrollo, recuerda que menos del 15% de las familias más vulnerables de la región tienen ahorros en caso de emergencia: "Muchos trabajadores no tienen acceso a baja por enfermedad o beneficios de desempleo y sufren un acceso precario al sistema de salud".

Los investigadores de Yale proponen algunas alternativas. Las máscaras y los revestimientos faciales caseros es una de ellas. Otra, que el aislamiento social se limite a los ancianos y otros grupos en riesgo, mientras que se permita que las personas productivas con perfiles de bajo riesgo continúen trabajando. "Esto requeriría que dentro del hogar haya separación", puntualizan. Los economistas también apuntan a la necesidad de extender el acceso a agua e higiene y destacan el importante papel de los líderes religiosos y comunitarios. "La evidencia sugiere que los mensajes individualizados de conocidos y líderes comunitarios son más efectivos que las campañas impersonales. Como se observó durante la crisis del ébola en Sierra Leona y Liberia, la información es particularmente efectiva cuando proviene de personas influyentes en la comunidad. En Bangladés, Pakistán, Nigeria e Indonesia es imprescindible detener las reuniones religiosas en las mezquitas para detener la propagación del virus", detalla Mobarak.

El abogado y trabajador humanitario de Zimbabue Karsten Noko lo advertía ya en un artículo en Al Jazeera a finales de marzo, cuando en el continente apenas se registraban unas decenas de casos: "Si tu único medio de vida es vender tomates o ropa de segunda mano en un mercado informal en una gran ciudad, ¿cómo se hace eso con teletrabajo? La opción que hay es quedarse en casa y no tener nada que ofrecer de cena a tu familia. Si yo fuera esa persona que vende en un mercado, sé qué elección tomaría. No es distanciamiento social. La OMS ha dado consejos para que las personas no compartan baños, espacios de vida e incluso dormitorios. Pero, ¿qué pasa si vives en una casa donde el dormitorio es a la vez la cocina y todo eso lo compartes con una familia normalmente extensa?".

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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