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Bajarse una parada antes, charlar con el frutero y otras cosas placenteras que volverán

Hay que seguir en casa para frenar la pandemia. No se discute. Aquí dos herramientas para hacerlo llevadero: buenos recuerdos y buenas lecturas

Por primera vez en cinco años y 11 meses, la edición en papel de BuenaVida no está en quioscos. Si los lectores y lectoras nos han transmitido algo durante todo este tiempo, en los correos electrónicos que envían a la redacción, es su agradecimiento por la atención en el detalle, porque no se nos caigan los anillos para mirar muy abajo y narrar lo pequeño o aparentemente trivial. Hemos hablado del brócoli, de beber agua, de dar las gracias, de hacer la cama, de subir los escalones de dos en dos o del gozoso acto de aplicarse un contorno de ojos. También de medirse la tensión arterial, de echar un poco menos de azúcar, de si teñirse es un incordio o qué me pasa que veo borroso (en efecto, siempre hemos encontrado un cálido lugar en la recámara de los mayores de 60). Y, en estos momentos de caos e incertidumbre, no pensamos desviarnos del camino. Lo cotidiano seguirá siendo nuestra brújula. Porque si algo nos conecta con esa ansiada luz al final del túnel es el recuerdo de los pequeños y placenteros hábitos que marcaban la vida hasta que la pandemia la cambió. Aquí, algunos de ellos. Todos contemplados a fondo en el nuevo número de BuenaVida, cuyo pdf puedes descargarte gratis en este enlace.

Volveremos a hacer la compra sin prisas, mirando solo con recelo los ingredientes de la etiqueta. Y entonces descubriremos todos los prejuicios y percepciones que nos confunden, como el que lleva a dar por hecho que el fuet es menos saludable que el queso light de untar, solo por el color.

Volveremos a las farmacias sin miedo, por mera curiosidad de si hay algo nuevo que pueda facilitarnos las cosas. Y lo haremos con el arma del conocimiento, eficaz para detectar claims engañosos. Si dice que sube tus defensas, desconfía.

Volveremos a probar con la enésima rutina deportiva que sea capaz de motivarnos, como esa modalidad de ballet que hasta los curtidos en el crossfit encuentran extenuante (y súper agradecida). "No hay un gramo de grasa en las tripas de alguien que practica ballet fit. Solo músculo. Pero no como el que se fabrica a base de máquinas de gimnasio, no. El suyo es flexible y delicado".

Volveremos a hacernos tratamientos faciales, pero de cabina, con su paseo hasta el centro estético y su par de manos expertas. Pregunte por el aceite de croton: un nuevo peeling que ha asombrado a la profesión por su efecto rejuvenecedor.

Volveremos a reírnos de los runners, mientras pagamos el dorsal para la próxima maratón. Porque por más suspicacias que nos despierten las extravagancias del corredor, llegar a la meta sigue siendo un sueño. ¿O eso también ha cambiado…? Hasta la filosofía le ha hincado el diente al running. "Es un ritual sociocósmico".

Volveremos a preguntarle con franca curiosidad a alguien querido que cómo es eso de que el niño se ha hecho vegano, y qué hay de cierto en que ahora hasta el chorizo puede ser cien por cien vegetal. Y el pollo, la mortadela, las hamburguesas… Los probaremos.

Volveremos a charlar con el frutero sobre lo divino y lo humano. Pero, especialmente, sobre el sabor de las uvas, fresas, plátanos e incluso algunas verduras. Alguien las está endulzando… La pregunta es quién y cómo.

Volveremos a activar las apps de pasos, sobre todo el día en que nos vengamos arriba y nos bajemos del autobús una parada antes (a veces, pasaba). Y, entonces, entenderemos que el bienestar era eso. O una tostada de pan integral. O una caña con los colegas después del trabajo. En resumen, lo pequeño.

Volveremos a viajar y a tapear. Para ir retomando la costumbre, proponemos Santander, donde a cualquier hora está bien visto pedir un vermú con caracolillos.

Volveremos.

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