Otra realidad, la misma política
Los líderes españoles atraviesan la crisis dando muestras de no ser conscientes de su incompletitud
El estilo de vida que conocíamos, dicen, no volverá. Tal vez. La política que conocíamos, en todo caso, sí que va a regresar, en el supuesto de que en algún momento se hubiera ido. Hay señales de que ni siquiera se ha declarado una tregua real; sólo cálculos de marketingestratégico. Apenas cambian las modalidades de guerrilla política. Pero esto va a cambiar tanto como el capitalismo de Bretton Woods en 2008, “partiendo de cero” decía Sarkozy. Y el cambio se quedó en cero.
Entre los líderes españoles –si se acepta liderazgo como sinónimo de mando– se hace cada día más evidente el tacticismo. Otra crisis, otra ocasión fallida. En el PSOE se quejan; en el PP evocan la deslealtad con el ébola; en el PSOE, con Cataluña; en el PP, con los recortes; en el PSOE, con sus leyes sociales; en el PP… en definitiva van acumulando un memorial de agravios para justificar la inercia de la deslealtad. ¿Qué nueva política? Cualquier whastapp permite calibrar el grado de polarización sin posponer la tensión al final de la crisis.
Nadie está preparado para una pandemia capaz de examinar el mejor liderazgo; pero Sánchez arrastra ya errores pesados más allá del caudal de polarización. El episodio chusco de los test fallidos acentúa la imagen de una mala estructura y siempre a rebufo. Eso rebaja las posibilidades de eficacia. Sí, el 8-M les perseguirá. Claro que resulta absurda la tesis de que “el Gobierno lo sabí”’, pues eso supondría que Sánchez envió al matadero a su mujer y a sus colaboradoras, pero relegaron la prudencia en el peor momento. Mal mensaje, reforzado por Iglesias esquivando la cuarentena y animando caceroladas contra el jefe del Estado o Inditex. Siempre demonios.
Casado ha rectificado buscando un cierto equilibrio retórico entre lealtad y reproches, pero es demasiado obvio eso y el juego del número dos tan viejo como el poder: ahí está Egea, escupiendo titulares ásperos con la misma energía. Arrimadas trata de dar la talla, pero el partido ya tiene una talla menor. En el extremo de la derecha, Abascal modula su furia, porque se nutre del antagonismo como todos los populistas. Y se les ve el plumero: presumen de anticiparse a la crisis y a la vez culpan al Gobierno de Vistalegre con Ortega repartiendo toses y manos.
Lo peor viene del separatismo. Una vez más se evidencia la naturaleza del escorpión. No son capaces de elevarse sobre el juego sucio ni en este clima de sufrimiento colectivo. Siempre sacarán el aguijón. Y es un problema para Sánchez: el pack nacionalista de su investidura es el discurso más hostil con España en estado de alarma.
Días antes, en una conversación con el expresidente andaluz Borbolla, compartíamos una expresión que Salvatore Satta usa para dos personajes de El día del juicio, de los que dice que no eran conscientes de su “incompletud”. O incompletitud, según Fundeu. Los líderes españoles están dando muestras de no ser conscientes de su incompletitud. Y el problema es que, desde el confinamiento, los españoles seguramente sí son muy conscientes. Y de que tras esta crisis, no habrá otra política.
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