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Columna
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La ‘Ñeñepolítica’

La investigación de los supuestos vínculos entre un narcotraficante fallecido y la campaña de Duque desatan una tormenta política en Colombia

Ariel Ávila
El presidente de Colombia, Iván Duque, en una imagen de archivo.
El presidente de Colombia, Iván Duque, en una imagen de archivo.Michael Brochstein

Un nuevo escándalo, una nueva crisis y un regreso al pasado. Así se podría resumir la última tormenta política que ha vivido Colombia. Hace unos días, el periodista Gonzalo Guillén dio a conocer que en medio de una investigación por homicidio se interceptó el celular de un hombre llamado José Guillermo Hernández Aponte, conocido como El Ñeñe. Entre todas las conversaciones interceptadas hubo algunas que sugerían una posible compra de votos para favorecer la elección del ahora presidente colombiano, Iván Duque.

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El Ñeñe era un narcotraficante y testaferro, fue asesinado en mayo de 2019 en Brasil y el propio expresidente y actual senador Álvaro Uribe manifestó en un trino que "causa mucho dolor el asesinato de José Guillermo Hernández, asesinado en un atraco en Brasil donde asistía a una feria ganadera”. El homicidio sucedió en medio de una vendetta entre narcotraficantes, según las pesquisas. Las interceptaciones fueron guardadas durante meses, a pesar de que los propios investigadores de la Dirección de Investigación Criminal e Interpol (DJIN) habían separado el pliego sobre la posible compra de votos.

Desde hacia unos meses, igualmente, en redes circulaban múltiples fotos del presidente Duque, senadores y altos dirigentes del partido Centro Democrático, fundado por Uribe y principal plataforma del actual Gobierno, con el Ñeñe. Ya se sabía que era narcotraficante y que sus bienes estaban en proceso de extinción de dominio. Sin embargo, el Ejecutivo manifestaba que el Ñeñe era un colombiano como muchos otros que asistieron a reuniones proselitistas, pero que no era nadie cercano al uribismo. Un parroquiano más.

Con las revelaciones de Guillén, quedaba claro que las interceptaciones fueron legales y que existió una extraña demora en el traslado de pruebas. Además, en las horas siguientes a las revelaciones se conocieron más audios y fotos. Allí fue clara la cercanía del narcotraficante con la estructura de poder del uribismo. Incluso, el Ñeñe fue invitado a la toma de posesión del presidente Duque y estuvo en la Casa de Nariño. En todo caso, el uribismo seguía negando la cercanía. El sábado se conoció que una de las camionetas de la empresa La Gloria Ganadería, propiedad del Ñeñe, había sido prestada a la campaña de Iván Duque. Fue utilizada para transportar dirigentes del partido y para los recorridos electorales. El Ñeñe estuvo, según la acusación, vinculado a la carrera hacia la presidencia de Duque.

En las próximas semanas, seguramente se conocerán más audios y fotografías. Lo cierto es que este escándalo de la ñeñepolítica, así bautizado por varios medios de comunicación, le da un sensible golpe al Gobierno de Iván Duque. De ahora en adelante, le va a tocar defenderse y dar explicaciones. Además, el fantasma del fraude electoral lo rondará por el resto del mandato. De hecho, varios de los defensores del Gobierno ni siquiera niegan los hechos, solo manifiestan que la supuesta compra de votos fue pequeña y que, sin ella, igual, habrían ganado la presidencia en el 2018.

Sin embargo, el pasado viernes el Gobierno tuvo un pequeño salvavidas. Se conoció el primer caso de coronavirus en Colombia y la atención mediática se trasladó de la arena política al tema de salud. Pero todo indica que este será un escándalo de largo aliento y las posibilidades de que se olviden son muy bajas, pues aun faltan revelaciones y en la medida en que las interceptaciones telefónicas fueron legales la investigación deberá continuar.

El escándalo llegó en el año definitivo para el presidente Iván Duque. Su popularidad, con un 23%, está en el peor momento. Necesita recuperarse y subirse al menos hasta el 40% para que su partido sea viable políticamente en las elecciones de 2022. Para el uribismo era necesario que en 2020 se produjera un repunte en la imagen de aprobación del presidente, pues la campaña presidencial comienza en 2021 y la estabilidad política será entonces más complicada. Mientras tanto, este año parece, para el uribismo, una verdadera tormenta.

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