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Láminas de microscopio que inspiran árboles de la vida

Una nueva exposición del Centro de Arte Complutense de Madrid recopila obras de 25 artistas contemporáneos para unir investigación e imaginación

La obra 'Objectivity [tentative]:soundscapes' de Nurit Bar-Shai, 2012.
La obra 'Objectivity [tentative]:soundscapes' de Nurit Bar-Shai, 2012.

El rostro de una niña sobre un diente de ajo, un trozo de césped visto del revés, una decena de flores enormes hechas de papel maché o la cabeza de un unicornio con un cuerno de más de un metro son algunas de las piezas que se encuentran en el Centro de Arte Complutense de Madrid con motivo de la exposición Herbarios Imaginados. Entre el arte y la ciencia, que se ha inaugurado este jueves y permanecerá hasta el 31 de marzo. Cuatro salas constituyen un recorrido que teje vínculos estrechos entre el rigor de la ciencia, la ecología y la libertad artística a partir de obras de 25 artistas contemporáneos nacionales e internacionales.

Uno de los árboles de la vida de Lotta Olsson, 2018.
Uno de los árboles de la vida de Lotta Olsson, 2018.

Luis Castelo y Toya Legido, comisarios y profesores del grupo de investigación de arte, tecnología, imagen y conservación del patrimonio cultural de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), han recuperado el material escondido en los armarios de los laboratorios de las facultades para sacarlos a la luz y mostrarlos con un lenguaje accesible para todos. “Eran una maravilla. Había que dar todo esto a conocer y retirarlo de esa bolsa de plástico”, explican. La mayoría de este contenido inédito son creaciones que se inspiran de la ciencia y la naturaleza mientras que otras son muestras de un microscopio o láminas didácticas de las clases de botánica de siglos anteriores que se convierten en obra de arte.

La primera sala, Venenos y medicina, “es el vínculo entre ciencia y magia”, explica Legido. El cuerno del unicornio da la bienvenida entre colores azulados, jarrones farmacéuticos del siglo XVI, plantas envenenadas que dan poderes a las brujas y obras como las de Joan Fontcuberta. Este artista catalán contemporáneo juega con el espectador: lo que parecen ser dibujos científicos de flores registradas son plantas inventadas que nunca existieron. "El artista busca a romper con la objetividad científica. Quiere mostrar que no es verdad porque sea fotografía o ciencia”, comenta Legido. A su izquierda, 12 campanas de vacío protegen hojas de árboles secas, trozos minúsculos de madera o dientes de ajo sobre los cuales hay fotografías de antepasados aplicadas por la artista Lorena Cosba.

Una de las 12 campanas de vacío de la artista Lorena Cosba.
Una de las 12 campanas de vacío de la artista Lorena Cosba.

“Queríamos que este espacio mostrara cómo cambia el concepto de la botánica con los viajes y la exploración a lo largo del tiempo”, cuenta la profesora al llegar a la siguiente etapa. Las obras de Alfonso Galván transmiten surrealismo y evasión mientras que las fotografías de Paula Anta, más recientes, revelan una naturaleza encarcelada por la industria. “Estas imágenes muestran cómo los espacios verdes han sido conquistados por lo urbano”, comenta un espectador. En Tropología I, el artista madrileño Andrés Pachón, de 35 años, juega con la realidad e incorpora de nuevo al ser humano en la pureza de la naturaleza.

Jardines y florilegios es la sala más grande, más colorida y la que quizás más apacigua. La Facultad de Farmacia de la UCM ha cedido una decena de piezas que servían para enseñar la biología en el siglo XX. Son flores reconstruidas con papel maché o gelatina que miden unos 40 centímetros, esparcidas por cada rincón como en un jardín. Unos árboles de la vida dibujados por la artista sueca Lotta Olsson reposan frente a la obra Eucaliptus Globulus, del chileno Rodrigo Arteaga, que busca denunciar la muerte de la naturaleza.

La obra de Rodrigo Arteaga es un tejido agujereado con la forma de las hojas que murieron en los incendios.
La obra de Rodrigo Arteaga es un tejido agujereado con la forma de las hojas que murieron en los incendios.

“La naturaleza es una fuente de inspiración. El arte abstracto nace de las láminas del microscopio”, comenta Castelo. En la última sala y la más oscura, Ciencia y medio ambiente, sobresalen detalles de las hojas y formas curiosas de las raíces de las plantas. El principal objetivo de esta parte es demostrar que “la naturaleza está para ser escuchada y aprender de ella mimetizando de manera sostenible sus dinámicas y procesos”, explica Tonia Raquejo, catedrática de la Facultad de Bellas Artes de la UCM. La obra Soup, de Mandy Barker, atrae las miradas. Son como trozos de flores mezcladas en un fondo negro, pero, en realidad, la composición está hecha a base de basura. El movimiento de sus figuras sigue un flujo inspirado de las aguas contaminadas para denunciar el consumo. Pese a este mensaje claro, las fotografías de José Quintanilla representan un portal y la rueda de un coche atrapados entre las plantas y las ramas al estilo de una tela de araña. Su obra y la de muchos otros presentes en el Centro de Arte de la Complutense demuestran en definitiva que la naturaleza nos sobrevivirá.

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