Paul Kingsnorth: “El ecocidio nos va a demostrar que estábamos equivocados. Y llegará el apocalipsis”
Se entregó al ecologismo hasta que vio que era en vano. Nada frenará la destrucción del planeta causada por el ser humano, afirma. Nos extinguiremos pero la Tierra prevalecerá
Escuchar a Paul Kingsnorth (Worcester, Inglaterra, 1972) resulta devastador. Dedicó sus primeros veinte años de actividad a la causa ecologista hasta que alrededor de 2007 se dio cuenta de que era en vano: nos dirigimos a nuestro ecocidio. En Confesiones de un ecologista en rehabilitación (Ed. Errata naturae) cuenta que entregarse al ecologismo no sirve de nada, pues ha sido absorbido por el capitalismo. El cambio climático está en marcha, la extinción de las especies avanza inexorablemente y nosotros no deseamos ponerle freno. La especie humana, afirma, se extinguirá y la Tierra, con los años, se regenerará. Recientemente se ha mudado a la campiña irlandesa. Ahí podía permitirse un terreno baldío que ha repoblado de fresnos y abedules donde vive con su mujer y sus dos hijos. Ahora está inmerso en un nuevo libro en el que imagina cómo será nuestra vida dentro de mil años: mucha menos gente que, fabula Kingsnorth, vivirá salvajemente. La cita es en una franquicia global del centro de Dublín, aunque pronto se disculpa: “No conozco bien la ciudad”, y nos desplazamos a un frío local de comida ecológica. Lleva consigo un regalo para sus hijos. ¿Algo de madera? No. Lego.
PREGUNTA. ¿De dónde vino su desengaño con el movimiento ecologista?
RESPUESTA. Un día me di cuenta de que lo que estábamos intentando conseguir a escala global era imposible. Nunca lograríamos darle la vuelta al sistema. La mayoría de la gente no quiere hacerlo. El concepto de sostenibilidad ha sido abrazado por el sistema industrial y por el consumismo. El debate de cómo deberíamos vivir en armonía con la naturaleza, que es una pregunta social, cultural y espiritual, se ha reducido a la pregunta de cómo podemos reducir nuestras emisiones. Ahora se está empezando a asumir que el cambio climático no se puede frenar y se está empezando a hablar de sufrimiento. Estamos despertando al hecho de que hemos pasado el punto de no retorno.
P. ¿Y sigue luchando por reducir su impacto o ha tirado la toalla?
R. Como familia intentamos llevar una vida simple. Usamos poca electricidad, plantamos nuestros alimentos. Pero de vez en cuando cojo vuelos o compro Lego para mis hijos.
P. Escribe que el mundo se divide entre globalistas y nacionalistas.
R. Políticamente es una mejor división que izquierda y derecha. Pero yo dividiría entre quienes piensan globalmente y quienes lo hacen en términos locales, más que nacionales. Tomemos el Brexit. Me parece mucho más adecuado pensar en estos términos. Si te fijas en el debate las conversaciones se centran en temas como la nación frente al sistema global. Lo que llevamos haciendo desde hace décadas es crear un sistema económico global y, como habrás comprobado, Dublin se parece más a Londres, que cada vez se parece más a Ámsterdam... Hemos creado una masa capitalista uniforme en todos sitios y cada vez más las distintas culturas están desapareciendo. La gente a la que esto no le gusta viene de todos los espectros políticos. Cada vez más se está rebelando contra esta máquina global ante la que se sienten indefensos. Es un buen resumen del estado del mundo ahora mismo.
P. Permítame que le pregunte por el Brexit. Usted votó a favor de dejar la Unión Europea. ¿Por qué?
“Aceptar el cambio climático es aceptar el final de cada uno de nosotros individualmente, nuestra propia muerte”
R. Toda mi vida he defendido que el poder debería ser tan local como fuera posible. El concepto de que lo pequeño es bonito, llevar el poder al mínimo y que las comunidades decidan cómo quieren ser... Por ese motivo siempre estaré a favor de que los gobiernos nacionales tengan todo el poder sobre estructuras lejanas como la UE, que en mi mente no tiene ninguna legitimidad porque no fue elegida por nadie. No es que crea que el gobierno inglés sea superdemocrático, pero preferiría que la política agraria y su efecto en nuestros ecosistemas la dictará mi país y no un organismo que rige sobre 28 países.
P. ¿Y cree que Johnson ayudará a llegar al modelo local que defiende?
R. Creo que hay más opciones de que lleve a Reino Unido a un mundo de estructuras locales, sí.
P. ¿No cree que cuantos más acuerdos firmen los países los unos con los otros más opciones tendremos de ir por el buen camino?
R. Sí, pero en la UE hay cada vez más votantes de extrema derecha. Algo falla en ese modelo y eso hace que mucha gente se dirija hacia el nacionalismo. Se le está quitando tanto poder a la gente sobre su economía y su destino, que no se identifica con la UE. La globalización desempodera a la gente.
P. ¿Cómo cree que deberíamos conectar con la naturaleza?
R. Desde el amor y la conexión con esta. El problema no está en nuestras emisiones de carbono. Va del sentimiento de vinculación que tengamos hacia un bosque que conozcamos o hacia un río. De la sensación de apreciar y amar un lugar y querer protegerlo de la destrucción que causaría la construcción de un molino de viento. Como sostenía Wendell Berry, la gente que realmente sienta una conexión con el terruño será la que se ensucie las manos para protegerlo. Y esto es todo lo contrario al nacionalismo. Este es antiecológico. No me explico que, además de la identidad cultural, no cultive el amor por nuestro entorno.
P. Y si se lograra ese localismo, ¿qué habría que hacer entonces?
R. No lo sé. No tengo respuestas. Lo que hago es avisar de lo que he visto: el corazón de las personas de las sociedades industrializadas, como nosotros, está completamente desconectado de los lugares donde viven. No es culpa de nadie, simplemente es así. Estamos ante un dilema porque hemos hecho las cosas de una determinada manera. El ecocidio nos va a demostrar que estábamos equivocados. Y llegará el apocalipsis. La madre naturaleza siempre nos enseña. Muchas veces pienso que aceptar el cambio climático es como aceptar el final de cada uno de nosotros individualmente, nuestra propia muerte.
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